Unasur, Celac: tiempo de disputas

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Dos de las principales instancias de integración de la última década latinoamericana, Unasur y Celac, están en un momento de nítida parálisis, tras el auge que tuvieron entre 2008 y 2013, cuando nacieron y velozmente se consolidaron a raíz de las condiciones favorables logradas tras el «No al ALCA» de noviembre de 2005 en Mar del Plata.
Las circunstancias continentales cambiaron: a la caída de los precios de las commodities –principalmente petróleo, que impactó fuertemente en algunas economías, en particular Venezuela y Ecuador– se le sumó el fallecimiento de dos de los principales impulsores de la nueva integración sudamericana: Néstor Kirchner (2010) y Hugo Chávez (2013).
Con la llegada de Temer y Macri, además, Brasil y la Argentina se orientaron hacia la Alianza del Pacífico. No solo el Mercosur fue denostado en esa trayectoria: Unasur y CELAC pasaron a ocupar un lugar francamente testimonial para ambas cancillerías, que anteriormente –con Lula y Cristina Fernández– mostraban un fuerte dinamismo de cara a esos bloques integracionistas. La historia latinoamericana deja una lección evidente: de la crisis de la integración se sale con un mayor vínculo entre nuestros países, y no con un deterioro creciente de las instituciones nacientes. Sobre todo, si no queremos injerencia externa, algo que fatídicamente vuelve a estar a la orden del día con el reimpulso que la OEA recibe de parte de los sectores más conservadores del continente, apuntalados por Washington, con un asedio focalizado a un sector de países.
Unasur y CELAC se enfrentan al desafío más importante desde su nacimiento: resistir el intento de restauración. Seguir en pie de forma autónoma. Reinventarse. De hacerlo, su futuro –y el de la integración– será innegable. ¿Lo lograrán?

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