Unión y esfuerzo

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En 2006, una fábrica de jabones de Cañada Rosquín estuvo a punto de bajar sus persianas para siempre, pero sus trabajadores resistieron y hoy, de la mano de la autogestión, la planta les pertenece. Amplia gama de productos con sello solidario.


Avance. Tras la recuperación, las máquinas de la jabonera fueron modernizadas.

 

Logramos salir de la quiebra luego de diez años de compra de máquinas, compensaciones, de la compra de la hipoteca. Cuando terminamos todo, el juez ofició en nuestro favor. Fueron diez años de mucha lucha porque había muchos acreedores y porque la fábrica estaba muy obsoleta y hubo que remontarla». Quien habla es la asesora institucional y legal de la Jabonera Cañada Rosquín, Marcela Macellari. Allí, en la localidad del centro-oeste de la provincia de Santa Fe, los 45 trabajadores de la fábrica festejaron, en marzo pasado, su primera década de autogestión. También la recuperación de maquinaria y del inmueble, la misma en la que resistieron tras la quiebra de la empresa Sociedad Argentina Grasos y Derivados (Sagyd SA). Luego de ese dictamen que les levantó la quiebra definitiva y les dio la propiedad, también se les abrió un nuevo marco de acceso a crédito, entre otros beneficios que antes no tenían.

 

Producir y resistir
«Ya en 2005 veíamos movimientos extraños, porque se llevaban máquinas de la planta. Además, dejaron de pagarnos aguinaldos y hasta nos debían entre cuatro y cinco meses de sueldos. La patronal también comenzó a incumplir con los clientes porque empezaron a tomarles parte de pago por mercaderías que después no entregaban», recuerda Magdalena Cabrera, una de las asociadas. Un año después, la antigua sociedad anónima llegó a su final. «Cuando cerró tomamos la fábrica y conseguimos la expropiación temporaria con el aval del gobierno provincial», continúa la trabajadora,  a cargo de las ventas. Se le suma Gustavo Robledo, el secretario de la cooperativa. «No sabíamos para qué lado salir hasta que un compañero se comunicó con un trabajador que había recuperado una empresa. Pronto llegaron a nuestro pueblo integrantes de otras recuperadas como Milhojas y Herramientas Unión, quienes nos dieron una charla dentro de la fábrica. Nos dijeron que si hacíamos las cosas bien íbamos a poder mantener las fuentes laborales. Ellos eran la muestra. Eso nos dio empuje», evoca Robledo. Movilizaciones a juzgados, cortes de ruta y el desarrollo de estrategias que permitieran pagar la hipoteca de la fábrica fueron parte del nuevo oficio: el de aprender a autogestionarse.
La empresa recuperada está ubicada a la vera de la ruta nacional 34 y es inmensa: ocupa cinco hectáreas. Jabones, sus virutas, detergente y hasta velas se fabricaron hasta la quiebra y después, también: al calor de la lucha, las máquinas siguieron en marcha. Fue el titular del Juzgado Civil, Comercial y Laboral Nº 11 de San Jorge, Tristán Régulo Martínez, quien nombró a los trabajadores como depositarios legales de los bienes.
Hoy, Signo, Sirkis y La Perdiz son las marcas de sus jabones de tocador y de lavar; Ídolo Matic la de su jabón en polvo; y Carabela la de sus velas. Toda la gama de productos de limpieza va más allá de las góndolas de Cañada Rosquín: llega a Misiones, Chacho, Corrientes, Formosa, Salta, Buenos Aires y Córdoba. La empresa no para de producir aunque la situación económica actual la afecta, como a todos los sectores. «Nuestros insumos aumentaron todos, por ejemplo, el cebo ahora está a 10 pesos, es decir, el doble que antes, pero además es difícil de conseguir porque hay problemas en el campo dado que los frigoríficos no faenan o exportan lo que tienen», analiza Robledo.  Sin embargo, no olvidan que en 2013 lograron casi triplicar su producción, alcanzando las 400 toneladas de jabón. ¿Cuál es la fórmula para recuperar las fuentes de trabajo, mantener las maquinas en funcionamiento y hacer valer derechos? «Unión y esfuerzo», concluyen los entrevistados.

 

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