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Vecinos en lucha

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La movida que surgió tras las inundaciones del 2 de abril no mermó cuando bajaron las aguas. Barrios de distintas cuencas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires unifican sus reclamos y exigencias.

 

Temperley. En esta localidad bonaerense, los reclamos datan de la década del 70, pero cobraron más fuerza en los últimos años. (Gentileza Basta de Inundaciones)

En el barrio de Saavedra, son muchas las calles que se cubren de agua en cada tormenta. El oleaje va de cordón a cordón, y cuando la lluvia es abundante anega también las veredas. Para los vecinos, eso forma parte de la costumbre, pero en diciembre de 2012, el agua invadió casas que siempre se habían mantenido bien secas. Entró por los baños, subió por las rejillas. Tomó a todos de improvisto y marcó un antes y un después en la relación del barrio con las lluvias. «A nosotros nos entraba por las puertas, pero no por el baño. Cuando entró a las casas y empezó a subir desde los baños, tuvo otro tenor», compara Silvia Delfino, miembro de la Asamblea de Saavedra, que se formó a partir de las inundaciones del 6 de diciembre del año pasado. Los primeros vecinos autoconvocados ante la invasión de agua se acercaron a otros que peleaban por un motivo distinto: querían impedir que se hicieran instalaciones de cemento en el parque Saavedra, tal como se había hecho en el Sarmiento. «Nos unimos las dos asambleas: los del parque querían tratar de que no hicieran todas esas acciones, y el hecho de que fuera zona inundable paraba un poco las obras».
En abril, la tormenta que asoló La Plata y la ciudad de Buenos Aires marcó un punto de inflexión en la organización vecinal. En Saavedra, la asamblea ya había dado sus primeros pasos, pero se consolidó tras la catástrofe que dejó 6 muertos en la zona. En Villa Maipú, nació ese día. A las pocas horas, apenas el agua comenzó a bajar, los muebles arruinados se fueron sacando a la calle y sirvieron para hacer quemas e improvisar los primeros cortes de calles. «A la semana siguiente, 9 o 10 de abril, la gente se empezó a juntar en Pancho 46 (un local de comidas rápidas del barrio). Había cortes casi todos los días», recuerda Nicolás Robles López, un vecino de 25 años que en base a su experiencia asamblearia en la Facultad de Psicología de la UBA propuso organizarse de esa manera en el barrio. Y frecuentó la asamblea de Saavedra, para aprender pautas de trabajo y volcarlas entre su gente, con menos experiencia participativa.
Saavedra, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y Villa Maipú, en provincia, forman parte de la cuenca del arroyo Medrano, que nace en el partido de Tres de Febrero y desemboca en el Río de la Plata a la altura de la avenida Lugones. La articulación de los vecinos de distintas zonas ante una problemática que los unifica les lleva la delantera a los distintos gobiernos involucrados: recién en julio se conformó el Comité de Cuenca Hídrica del Arroyo Medrano, entre los municipios de Tres de Febrero, San Martín y Vicente López. La idea es que intervengan también Nación –a través de la Secretaría de Recursos Hídricos– y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que «de manera informal, ya están invitados», según dijeron desde el espacio de prensa de Autoridad del Agua, que depende del Ministerio de Infraestructura provincial.

 

Sin control
«No podés tener un plan de contención de inundaciones si no trabajás a nivel de cuenca, porque si tomás una decisión en la parte de cuenca arriba, afectás cuenca abajo. El agua no entiende de divisiones políticas; que no puedan articularse las políticas entre distritos es un gran déficit», advierte María Eva Koutsovitis, secretaria académica del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de la UBA. A ese espacio recurrieron los vecinos de Florida Oeste ante la necesidad de comprender los factores por los que se inundaban y contar con un aval institucional para sus reclamos.
Después, otros barrios se acercaron a la universidad. Y Koutsovitis advirtió que era momento de «acortar la brecha entre la comunidad y la academia». «A partir de que empezaron a venir diferentes asambleas se me ocurrió hacer una reunión grande para armar una red. Florida Oeste, Saavedra, Parque Chas, Villa Maipú, Tigre, Villa Urquiza, Palermo. Todas estas asambleas forman parte del Medrano, del Vega y en la última reunión se sumó gente del Maldonado», enumera la ingeniera. «De alguna manera se logró esa conexión, que es importante porque da fortaleza al reclamo. ¿Cómo abordamos la problemática? Hay diferencias entre las cuencas, pero hay un denominador común: creo que en todas las cuencas, o en general en el manejo de control de inundaciones, no hay sistemas de alerta ni planes de contingencia, y las obras que se proyectan no son discutidas con los vecinos». En tanto, los entubamientos defendidos durante décadas son tema de debate en el ámbito académico. «En general todos los proyectistas hidráulicos se han inclinado por la conducción de los excesos de agua de lluvia por conductos. Con el agravante de que en CABA cuando se diseñan los desagües la decisión que se toma es entubar los arroyos, que a la distancia ha sido un gran desacierto –reflexiona Koutsovitis–. Cambiar la mirada de proyectistas que se han formado bajo estos principios cuesta bastante. Hay de manera incipiente un cambio. Distintos organismos empiezan a contemplar los reservorios». Es decir, espacios especialmente diseñados para recibir y contener gran cantidad de agua de lluvia.

Buenos Aires. La gran tormenta de abril dejó 6 muertos en la ciudad. (Télam)

Además del acceso al ámbito académico para el trabajo intercuencas, muchos vecinos decidieron construir su propio espacio de lucha entre distintos barrios. Las redes sociales sirvieron de atajo. «Fui ubicando los grupos que se fueron armando en Facebook de los distintos barrios, localizando a la persona que más publica, que en general tiene un compromiso mayor. Nos conectamos y fuimos cada uno a la asamblea del otro, así fuimos conociéndonos y empezando a armar estrategias», cuenta Mirta Blasco Rodríguez, vecina de Saavedra que contribuyó a gestar la Coordinadora de Inundados, en la que confluyen inundados de las cuencas Medrano, Vega y Maldonado. La Coordinadora adquirió visibilidad en la movilización del 2 de agosto –a cuatro meses de la gran inundación– a la Jefatura de Gobierno porteña, cuando además se presentó una denuncia penal contra el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y varios ministros por «estrago e incumplimiento de los deberes de funcionario público».
Nora Saavedra vive en Villa Mitre, sobre la cuenca del Maldonado. Tras la gran inundación de 1985, instaló compuertas y reformó su casa para elevarla. Desde entonces, no se volvió a inundar. Hasta abril pasado. El Maldonado, que corre debajo de la avenida Juan B. Justo, es el más importante arroyo entubado de la ciudad y siempre dio que hablar por ser responsable de las inundaciones en Palermo. Y si bien a partir de las obras inauguradas con rimbombancia en los últimos años ciertas zonas emblemáticas dejaron de cubrirse de agua, otras áreas de la cuenca siguen lidiando con las inundaciones. «Yo me sumé a la Coordinadora, con cuatro o cinco vecinos más. En Saavedra tienen más presencia, porque de golpe tienen un nivel de agua enorme y no están tan acostumbrados a la compuerta y al drama», compara, y cuenta que con los vecinos de su barrio se turnan para participar de las distintas asambleas y foros en otras zonas.
Entre los vecinos de Tigre, que también se acercaron al área de Ingeniería Hidráulica de la UBA, el barrio Las Tunas –atravesado por el arroyo del mismo nombre– es uno de los más movilizados. La asamblea allí se formó tras las inundaciones de diciembre pasado, creció a partir del desastre del 2 de abril y se consolidó en mayo, cuando las aguas volvieron a subir. «Estamos rodeados por barrios privados y Nordelta, que es el más grande, tiene compuerta interna, entonces el agua al no tener por dónde salir sube rápido, se estanca y después en menos de una hora baja. Pero llega a arruinar todo», describe Marga García, nacida en Las Tunas y docente en un bachillerato popular del barrio. El frente asambleario incluye también a otros barrios, como Ricardo Rojas, Troncos, San Diego y La Paloma, con amplias zonas sin cloacas y calles de tierra. «Hay un abandono de los barrios populares. Se invierte sólo en la zona del Tigre que se ve, no en la que se oculta», denuncia, y advierte que «si llega a haber sudestada, va a ser peor que La Plata».

 

Desnaturalizar el problema
Allí donde las inundaciones son históricamente recurrentes, desnaturalizar el problema y lograr la movilización vecinal resulta todavía más complejo. Pero hay quienes lo intentan. «Nadie sabe lo que vivimos cada vez que el cielo se pone negro. No ves perdido solamente tu esfuerzo y la plata, es todo, cómo queda el barrio, el después, la desvalorización de las propiedades», enumera Bárbara Tarillo Engler, de Temperley. En su barrio, los reclamos por las inundaciones datan de la década del 70. Con el paso de los años y la falta de respuestas, fueron perdiendo fuerza. Pero en los últimos tiempos, con el contagio de la lucha de distintas zonas bonaerenses y porteñas, los vecinos recobraron la iniciativa.
«Nosotros reactivamos más el reclamo a partir de abril, aunque no nos inundamos en esa fecha. Lo que hicimos fue empezar a tocar puntos críticos que se inundan, haciendo las asambleas ahí para sumar a la gente de Lomas y Banfield», cuenta Bárbara, miembro de la agrupación Basta de Inundaciones, que se reúne el primer sábado de cada mes. Un vecino compró un megáfono. Otro hace fotocopias de los volantes en su trabajo. O manda a imprimir las calcomanías de la agrupación. La primera meta es lograr que el problema vuelva a percibirse como colectivo, más allá de las obras y fortificaciones a prueba de agua que la gente del barrio construye en sus viviendas.

La Plata. La gente empezó a juntarse en cada barrio cuando bajó el agua. (Gentileza El Día/César Santoro)

Para quienes viven sobre la cuenca del arroyo Cildáñez –en los barrios porteños de Mataderos, Bajo Flores, Soldati– una de las metas es visibilizar esa problemática que comparten con otros barrios, pero que no repercute con el mismo eco. «Uno de los temas es trabajar en la comunicación hacia afuera, ¿por qué se habla del Medrano, Vega y Maldonado mucho más que del Cildáñez?», se pregunta Jorge Vázquez, vecino de Monte Castro e integrante de la Red Intercomunal Cuenca Cildáñez (RICC). Como su nombre lo indica, la RICC no funciona como asamblea sino como red: la organización es horizontal y las decisiones se toman por consenso; junto con los vecinos participan entidades como ACUMAR (Autoridad Cuenca Matanza Riachuelo) y profesionales de la Universidad Tecnológica Nacional. La red se divide en grupos de trabajo que buscan generar un plan de mitigación de riesgos, recuperar la memoria histórica de la cuenca y realizar un relevamiento que permita trazar un mapa de riesgo. «Porque un metro cincuenta en Saavedra, donde la mayoría de las casas tiene cochera subterránea, no es lo mismo que un metro cincuenta en Cildáñez, donde tapa la cama a todos los chicos», compara Vázquez. Esos chicos cuyas camas quedaron bajo el agua también participan del trabajo barrial post inundaciones; lo hacen desde la escuela Nº 8 Reino de Thailandia, ubicada justo frente a la entrada al barrio Cildáñez, donde los docentes propusieron hacer murales colectivos para volcar las sensaciones vividas, y los alumnos se acercaron a la feria zonal para repartir volantes y difundir la problemática. Junto con los demás actores del barrio, maestros y directivos de la escuela tienen gran participación en la RICC.

 

Historias y experiencias
«El término asamblea nos queda un poco grande lamentablemente», se queja Leila Bustamante, de Vicente López. «La movida vecinal es la parte más difícil. Hay un grupo que quiere más medidas de fuerza, otros van por más estudios y entrevistas. Sabemos que los dos caminos no nos llevan a nada si no hay voluntad política». Y aunque no se anime a definirla como asamblea, el grupo que integra se reúne semanalmente en un club de jubilados que presta el espacio, que se puebla con más de una treintena de vecinos que a partir de 2011 comenzaron a inundarse.
Más organizada en algunos barrios y más improvisada en otros, la movilización vecinal ante la problemática de las inundaciones se nutre de distintos procesos de lucha barrial. La gran inundación que quedó en la memoria de Villa Maipú y Saavedra data de 1985. Para los que habían vivido aquella invasión del agua en las casas, «la gran pregunta era qué falló en el medio, entre las soluciones de entonces y las inundaciones de diciembre pasado. Lo que nos contestamos es que fue una lucha que empezó y terminó ahí: que se dio por hecho que los funcionarios iban a hacer bien su trabajo, pero no», sentencia Mirta Blasco Rodríguez, una de las impulsoras de la Coordinadora de Inundados.
En la zona de Parque Avellaneda, la experiencia grabada de organización vecinal –exitosa– proviene de los 90 y marcó a los vecinos de la cuenca del Cildáñez. «La zona y la metodología (en red) tienen una historia en la experiencia del Parque Avellaneda, en los 90, cuando se había desguazado para privatizar y fue la lucha de los vecinos la que lo pudo levantar. Todavía quedan vecinos de aquella movida», cuenta Vázquez, miembro de la RICC. Y enfatiza que –al igual que entonces– la prioridad pasa por la acción y no por el mero reclamo. «No quiero ponerme en una fila donde me den un número de expediente donde el problema pasa a ser si el expediente avanza, y no el agua».
Entre los vecinos que confían en el poder de las asambleas, no hay quien no se remonte a fines de diciembre de 2001. «Es un rebrote de las asambleas vecinales. Es algo que ha quedado vivo desde la memoria de 2001», analiza Daniel Cadabón, desde Villa Garibaldi/Parque Sicardi, en La Plata. Si bien su asamblea se gestó en diciembre del año pasado, cobró fuerza tras la tragedia de abril y fue entonces cuando se conformó una «asamblea de asambleas» en toda la región, tanto para marchar como para exigir exactitud en el recuento de cadáveres y pedir ayuda económica.
Martín Zavattaro es vecino de Saavedra, se inundó en abril y participa de las reuniones de la asamblea del barrio. Pero, además, se ocupa de registrar la movida cámara al hombro. Trabaja en un documental sobre las inundaciones en la zona por el arroyo Medrano. Se sumó a la recorrida subterránea que lograron los vecinos tras mucho reclamo, para ver con sus propios ojos la falta de mantenimiento y la basura del entubado (a partir de esta medida en Saavedra, otros barrios están exigiendo esas recorridas). «Los vecinos mismos van armando el documental –cuenta Zavattaro–. No es con fines de lucro, lo que quiero es que quede para el barrio y para la cuenca entera. Que quede una constancia». El documentalista releva testimonios de los vecinos que todavía recuerdan la gran inundación de 1985, y de los que se inundaron por primera vez en abril de este año. «La gente quedó muy shockeada. Llueve y la gente hace las valijas y se va. Acá en el barrio hay mucha gente grande. Hay casas vacías, de los que alquilaban y se fueron, hay casas edificando arriba. Hay muchas casas que están en venta». Zavattaro cuenta que su cuadra se inundó siempre. Que en su casa instaló una compuerta y que el problema ya se había hecho costumbre. Hasta que, en abril pasado, el agua no sólo cubrió las veredas sino que subió hasta entrar por las ventanas. Fue entonces cuando se decidió a tomar cartas en el asunto.

Luciana Rosende

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