12 de febrero de 2016
«Acción» mostró a principios de la década del 80 la realidad de dos localidades clave para la historia del movimiento solidario.
A fines de 1979, Acción envió a un corresponsal a dos lugares históricos para el movimiento cooperativo internacional: la ciudad de Rochdale, en Inglaterra, y la pequeña comarca escocesa de New Lanark. Ambos fueron retratados por el fotógrafo y periodista Jorge Labraña, quien, luego de su viaje, escribió dos crónicas publicadas en la revista a principios de la década de 1980.
Cuna de pioneros
Una modesta tienda ubicada en el Callejón del Sapo, en la ciudad inglesa de Rochdale (condado de Lancashire) fue el punto de partida de una iniciativa trascendental emprendida por 28 obreros textiles a mediados del siglo XIX. Allí, en 1844, los pioneros de Rochdale, como se los reconoció luego, crearon un humilde almacén de ramos generales que constituiría el hito inicial del cooperativismo moderno: fue la primera cooperativa de consumo que distribuyó los excedentes entre sus asociados.
Acuciados por su difícil situación económica que contrastaba con la prosperidad de la industria textil de la época, los trabajadores ingleses decidieron unirse para buscar en conjunto una salida a sus problemas económicos. Así, abrieron el mencionado almacén para poder abastecerse de los productos indispensables para su subsistencia. Cada asociado se comprometió a entregar dos peniques semanales para luego aumentar progresivamente el monto hasta alcanzar la suma de 28 libras esterlinas. Logrado ese objetivo, se alquiló la casa 31 del Callejón del Sapo y, poco a poco, comenzó a forjarse la historia de un movimiento solidario que consolidaría a la Rochdale Equitable Pioneers Society (Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale) como la experiencia cooperativa fundacional.
La visita de Acción al almacén de Rochdale retrató lo que actualmente es el museo que conserva muchos de los objetos que componían la tienda. «Apenas se ingresa al establecimiento puede observarse el tablón que sirvió de mostrador sostenido por dos barriles. Se divisan las primitivas balanzas y las que se sumaron a ellas para pesar carbón cuando la actividad de los pioneros comenzó a remontar vuelo», explicaba la crónica de Labraña.
Tinteros, manuscritos como el acta constitutiva e imágenes de los obreros fundadores componen además las instalaciones del almacén-museo de la localidad, a pocos kilómetros de Manchester. El patrimonio, según la crónica, estaba prolijamente cuidado y conservado. «En la antigua trastienda iluminada, las viejas barricas, bolsas y cajones iniciales han sido sustituidas por pulcras vitrinas que resguardan en su interior los objetos que sirvieron para poner en marcha la gesta», señalaba el escrito, y agregaba en otro tramo: «Conviviendo con estos objetos se exponen documentos, maquetas del Callejón eternizando la herrería y la tejeduría que rodeaban la casa y, como pieza eminente de esta suma de testimonios, el libro original de la sociedad, un volumen amarillento y despellejado, abierto en la inolvidable página rubricada el 21 de diciembre de 1844, ese día en el que al ponerse el sol James Smithie abrió por primera vez las puertas del almacén y, quizás ignorándolo pero deseándolo sin duda, las de las historia del cooperativismo mundial», retrataba el texto de la visita de Acción a la legendaria Rochdale.
La tierra de Owen
New Lanark es la comarca de Escocia en la que Robert Owen, empresario de la industria del algodón, desarrolló un modelo que se conoció luego como socialismo utópico, una de las raíces filosóficas del cooperativismo con vocación transformadora. Hasta allí también llegó Labraña –primer periodista argentino en visitar el lugar– para transitar las calles en las que Owen materializó sus valores comunitarios, conmovido por las tremendas consecuencias sociales de la primera revolución industrial. Owen introdujo reformas cruciales y adelantadas a su época, entre ellas, la reducción de las jornadas de trabajo, la prohibición del trabajo infantil, la elevación de los salarios y la promoción de la salud y la educación entre los obreros, puntos que consideraba esenciales para alcanzar un futuro de igualdad y la justicia social. «New Lanark era una población que, literalmente, se empleaba, se mantenía, se educaba y se gobernaba a sí misma», decía Owen sobre el territorio en el que desplegó sus ideas de un socialismo gradualista y cooperativo, y donde dejó plasmada una de las experiencias que sirvió de base para las generaciones posteriores de pensadores progresistas.
«Construida totalmente con piedras grises y tejados oscuros, emana de ella –New Lanark– una sensación de austeridad, de fábrica deshabitada, de silencio», reflejaba la recorrida de Acción por la comarca que, hacia 1980, y en contraste con Rochdale, mostraba una localidad casi en el abandono. Todavía podían verse, sin embargo, viejos almacenes, hilanderías, la oficina donde trabajaba Owen y el Instituto para la Formación de la Personalidad, donde el pensador desarrolló su tarea como educador. La pequeña localidad recostada sobre el río Clyde, a 56 kilómetros de Glasgow, iba camino a desaparecer. «Del paso de Owen por la aldea solo queda en funcionamiento la antigua administración, hoy convertida en museo que recuerda su obra» afirmaba la crónica de viaje escrita por Labraña.
Tiempo después, la publicación trimestral del Instituto Francés de la Cooperación –Revue des études coopératives– se hizo eco del trabajo que Acción publicó sobre la comarca en donde Robert Owen hizo su histórico experimento. Con el título de «Peregrinaje a New Lanark, Escocia», el redactor y administrador de la revista gala, Roger Verdier, tradujo y resumió el artículo y abrió un interrogante: «El pasado está en peligro –denunciaba Verdier en el último párrafo de su nota–. Cooperadores, Rochdale está salvado. ¿Y New Lanark?». Se refería al estado de olvido en el que se hallaba sumida la aldea a comienzos de la década de 1980. «La incuria del tiempo con su inevitable declinación –decía la nota– ha hecho de New Lanark una aldea fantasma. La hilandería cerrada y los habitantes ausentes han dejado las calles desiertas y los edificios arruinados. Los esfuerzos de un comité de salvamento no obtuvieron resultado y las sumas indispensables para la refacción de los inmuebles más deteriorados son demasiado elevadas para suplir la mera buena voluntad de algunos».
Ante este panorama, la crónica de Acción expresaba una visión más esperanzadora: «Consuela pensar que la supervivencia de los ideales de Robert Owen no depende de estas reliquias. Madurados en todas las sociedades del mundo, hace tiempo que comenzaron a dar frutos que superan en algunos aspectos las ilusiones más avanzadas del increíble industrial galés». Años después, sin embargo, New Lanark comenzó a ser recuperada por obra de un grupo de conservación y por emprendedores privados que impidieron la demolición del pueblo. Los edificios fueron restaurados y hoy la comarca es un atractivo turístico importante. En 1985 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad.
A dos siglos de aquellas experiencias originarias, la enseñanza de esos acontecimientos revela su importancia. Obreros, empresarios y pensadores forjaron conjuntamente un modelo económico capaz de respetar las banderas de la solidaridad y la distribución equitativa. Todo comenzó en un pequeño almacén, en una humilde comarca. Luego se expandió al resto del mundo.
—Maximiliano Senkiw
Año 1978
Dirigentes de la Caja de Créditos Villa Maipú –entre ellos Carlos Heller– encabezan una de las reuniones en las que se debatía la conformación del Credicoop. La caja bonaerense fue una de las 44 entidades de Capital Federal y el Gran Buenos Aires que se unieron para dar nacimiento al banco cooperativo.