Viajes de placer

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Mientras el tipo de cambio y el impuesto a las compras en dólares ponen en primer plano los destinos nacionales, surgen propuestas que apuntan a preservar el patrimonio y a compartir experiencias con las comunidades locales. El turismo accesible, una apuesta a la integración.

(Foto: Natalia Guerrero Zabrodiec)

Con el verano llega para muchos un periodo de descanso, libre de obligaciones laborales y del calendario escolar. Esto implica, en ocasiones, la posibilidad de viajar por placer y el traslado a destinos distintos a los habituales. En esta temporada suelen movilizarse grandes contingentes. Y estos movimientos de personas en una dirección y en otra, por supuesto, están ligados al contexto económico y social. En nuestro país, 2020 arrancó signado por la devaluación que dejó el macrismo y por el flamante impuesto que recarga en un 30% la venta de pasajes al exterior y los gastos con tarjetas de crédito en dólares. Tal situación significó un apuntalamiento al turismo interno, lo que hizo que desde la primera semana de enero buena parte de la oferta hotelera de la costa atlántica estuviera cubierta, superando ampliamente los números registrados en 2019. Pero no solo las playas locales convocaron; en provincias como Córdoba, Mendoza y Jujuy la reserva hotelera también mejoró respecto a los últimos años.
En las últimas décadas, el turismo se fue consolidando como uno de los sectores económicos de mayor envergadura y crecimiento del mundo. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), hoy en día el volumen de negocio del sector iguala o incluso supera al de las exportaciones de petróleo, productos alimentarios o automóviles, lo que lo convierte en uno de los principales actores del comercio internacional y una importante fuente de ingresos de numerosos países en desarrollo.
Apenas asumió, el presidente Alberto Fernández jerarquizó el turismo al devolverle su rango ministerial, con la idea de apostar por el sector como industria estratégica para la generación de divisas y la creación de puestos de trabajo de manera directa e indirecta en todas las regiones del país.

Chapadmalal. Recreación para los más chicos en Residencias Cooperativas de Turismo. (Juan Manuel Quintanilla)

«Si bien es cierto que el turismo es un dinamizador de las economías locales, esta relación es compleja y no se da en todos los casos igual», señala la arquitecta Teresita Núñez, integrante del Centro de Investigaciones Hábitat y Municipio, de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. «Por citar dos casos extremos podemos ejemplificar, por un lado, el turismo de pueblos rurales a través de festividades o la gastronomía, que forman parte del patrimonio inmaterial. Esto está muy difundido últimamente y contribuye a movilizar y dar vida a pequeñas localidades. Pero, por otro lado, empezamos a ver noticias y estudios de patrimonio de nivel internacional, como es el caso de Barcelona, donde se anuncia que ya no desean más turistas». Lo que sucede es que muchas veces el turismo masivo termina siendo expulsivo para los habitantes locales, como sucede, por ejemplo, en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy), en donde debido a la patrimonialización, gente que vivía en Purmamarca o Tilcara comenzó a mudarse a las periferias por el aumento en el costo de vida (de los alquileres, por ejemplo)».
Aunque abarca más que aspectos económicos, muchas propuestas en torno al viajar como una forma de disfrute comienzan a plantear alternativas más sostenibles y accesibles, lo que supone que el cuidado del ambiente y sus pobladores es fundamental, así como la idea de ampliar los límites de la actividad para que muchas personas con alguna discapacidad puedan movilizarse y conocer nuevos destinos.

Cutipa. «Mejorar nuestros ingresos y fortalecer las actividades del campo.»

Núñez observa como un avance de los últimos años el surgimiento de nuevas propuestas, comunitarias o autogestionadas, que implican «la toma de conciencia de las comunidades de su patrimonio para defender, promover o promocionar sus lugares». Producto de estos movimientos locales es la Red Argentina de Turismo Rural Comunitario (RATuRC), que nació hace una década y que hoy cuenta con más de cien emprendimientos en las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Formosa, Chaco, Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Mendoza, Neuquén, Río Negro y Chubut. La Red de Turismo Campesino de Salta, que integra la RATuRC desde sus inicios, es una cooperativa que comenzó a organizarse en 2004. Son 25 familias de El Divisadero, San Luis de Chuscha, San Antonio de Animaná, Corralito, El Barrial, San Carlos, Santa Rosa, La Banda de Abajo y Cafayate, todas comunidades situadas en los Valles Calchaquíes, integradas por agricultores familiares que tienen bodegas caseras, son productores de dulce y de frutas secas, apicultores y artesanos (cerámica, tejido con lana de oveja y llama, madera, cestería). «Con el turismo comunitario buscamos fortalecer las actividades del campo y, a la vez, que mejoren nuestros ingresos diarios», cuenta Soledad Cutipa, dirigente de la comunidad Corralito y presidenta de la Red de Turismo Campesino. «Buscamos hacer una actividad sustentable, respetuosa, con un precio justo, en la que se dignifique a la familia en el trabajo».

Rucci. El turismo como un derecho de las personas con discapacidad.

La Red, que cuenta con habilitación del Ministerio de Cultura y Turismo de la provincia de Salta, promueve el saber campesino como valor agregado, la seguridad agroalimentaria tradicional y el comercio asociativo a precios justos en mercados responsables. Entre la información que suministran en su página web, se encuentra el Código de Conducta, con varias recomendaciones para los viajeros, como «acercarse con respeto, tranquilidad y sin gritos perturbadores» o «ayudar a cuidar nuestro patrimonio natural y sitios arqueológicos, que son nuestra identidad». Hasta 2012 los visitantes eran mayormente europeos porque la Red era poco conocida en Argentina, pero de a poco comenzó a incorporarse el público nacional.
La Red tiene varios paquetes, desde medio día hasta varias jornadas con pernocte y comidas incluidas. Dependiendo del tiempo de la estadía, se pueden realizar diferentes experiencias culturales de intercambio. Por ejemplo, es posible acompañar a los comuneros y realizar actividades de agroturismo en los potreros, sembrar, cosechar y darles de comer a los animales. O bien aprender haciendo junto con ellos la comida típica, como empanadas, pan casero y humitas, o participar del aprendizaje de alguna práctica artesanal: tejer en telar, hacer cerámica, crear piezas en fieltro o elaborar dulces. También, los paseos locales, con acompañamiento de los comuneros, incluyen caminatas por el río Calchaquí o por la imponente Quebrada de las Flechas, visitas a los morteros indígenas, a las pinturas rupestres o a una bodega de vino artesanal. Los almuerzos y las cenas incluyen platos típicos del noroeste argentino como locro, humitas, frangollo, cazuela de cabrito y asado, además de postres, como anchi, mazamorra, quesillo con arrope de chañar, y cayote y nuez. «Queremos transmitir a los visitantes la vivencia diaria, compartir actividades, que se integren a la familia y que se lleven una estadía placentera junto con nosotros –expresa Cutipa–, que sea beneficioso para el lugareño así como para el que visita, pero que estos beneficios sean compartidos con la misma naturaleza, para que las generaciones futuras puedan disfrutar de lo que nosotros disfrutamos hoy».

Para todos y todas
El turismo accesible es aquel en el cual el transporte, alojamiento, atractivo y destino están en condiciones de satisfacer las necesidades de las personas con requisitos de accesibilidad motriz, visual, auditiva y cognitiva. Algunos de los servicios que resultan indispensables son audioguías, mapas hápticos o táctiles, cartelería en braille y exposiciones que puedan ser tocadas para personas con discapacidad visual; servicio de guía en lengua de señas para personas con discapacidad auditiva; elevadores, pasarelas y exposiciones a altura adecuada para personas con discapacidad motriz, entre otros.

Jujuy. Junto con Córdoba y Mendoza, la provincia fue uno de los destinos más elegidos en las primeras semanas del año. (Camila Godoy)

Las personas con discapacidad constituyen un colectivo cuantioso: en nuestro país, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el 10,2% de la población tiene algún tipo de discapacidad, cifra que alcanza a más de 4 millones de personas. «Internacionalmente, en las últimas décadas se ha instalado el tema en la agenda pública, entendiendo al turismo como un derecho al que las personas con discapacidad deben acceder», apunta Ana Clara Rucci, integrante del Instituto de Investigaciones en Turismo, de la Universidad Nacional de La Plata. «Esto, en parte, se debe a la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, promovida por Naciones Unidas en 2006. Este tratado pone de manifiesto un cambio de paradigma. Deja de depositar la discapacidad en las personas para volcarlas en los entornos, entendiendo que es la sociedad y los entornos los que discapacitan a las personas».
Actualmente, existen muchas opciones de turismo accesible en Argentina. El Parque Nacional Iguazú se puede disfrutar y recorrer prácticamente en un 90% con condiciones de accesibilidad para todas las discapacidades, y Puerto Madryn ofrece alojamientos y restaurantes accesibles con carta de platos en braille, taxis accesibles y avistaje de ballenas con embarcaciones adaptadas. Por su parte, la Costa Atlántica ya cuenta con decenas de balnearios que ofrecen sillas anfibias, que sirven para que las personas con discapacidad motriz se movilicen por la arena e ingresen al agua. Están disponibles en Mar del Plata, Mar de Ajó, Necochea, Orense, Monte Hermoso, Villa Gesell, y Santa Teresita, además de balnearios de la provincia de Río Negro. En el caso de las playas gratuitas bonaerenses, las sillas anfibias son manipuladas por personal capacitado y los paradores cuentan con rampas y pasarelas accesibles hacia todos los servicios. Tienen sanitarios familiares accesibles, sombrillas o espacios de sombra con prioridad de uso para personas con discapacidad, personal intérprete en lengua de señas, menú gastronómico en braille y se aceptan perros de asistencia con la acreditación pertinente.
La Ciudad de Buenos Aires, junto con la provincia, viene realizando desde hace varias temporadas una Guía de Turismo Accesible que incluye los principales atractivos de Buenos Aires, La Plata, Bahía Blanca y Mar del Plata. La guía se encuentra en varios idiomas (español, inglés y portugués), en audiodescripción y en Lengua de Señas Argentina.

Inclusión. Silla anfibia en el balneario Noctiluca, de Villa Gesell. (Sandra Rojo)

Desde hace décadas, diferentes sectores de la sociedad civil vienen bregando por un turismo más accesible, pero no hace tanto que el tema se instaló en la agenda pública. Se trata de uno de los desafíos que hoy tiene el sector turístico para que a las personas con discapacidad, movilidad o comunicación reducida les sea posible disfrutar de los viajes, libres de barreras y con igualdad de oportunidades.
Los hábitos recreativos son variados, múltiples las maneras de usar el tiempo libre y el disfrute de viajar se da de mil y una formas. Pero hay dos palabras que parecen resonar como un imperativo todavía algo velado para el turismo del tercer milenio: sustentable y accesible. Tal vez esas sean las claves para aventurarse en un promisorio viaje.

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