Los actores Alejandra Flechner y Daniel Fanego hablaron sobre su oficio en el ciclo organizado por la Fundación SAGAI en el Centro Cultural de la Cooperación. Así, se cerró la edición 2017 de la serie de presentaciones que convocó a destacados artistas argentinos.
28 de diciembre de 2017
Finalizó el ciclo Charlas ODA (el Oficio Del Actor) de la Fundación SAGAI, organización sin fines de lucro creada por la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes. Realizada por segundo año consecutivo en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, tuvo como invitados a destacados actores argentinos. Para el cierre, la elegida fue Alejandra Flechner. «No me creo que sea una actriz ya construida, porque esto no se termina nunca», destacó la artista, para luego hacer un repaso de su vida y de su carrera, describiendo las dos «como una misma cosa». Recordó así la gran impresión que le causó ver a artistas como Iris Scaccheri, Maya Plisétskaya y Mikis Theodorakis cuando era niña, sus primeros estudios en esa época (expresión corporal, flauta y piano), más tarde la danza clásica y después el flamenco. «Soy una buscadora», dijo Flechner, y contó que estaba por viajar a España para dedicarse completamente al estudio del baile andaluz cuando un invitación informal terminó siendo el origen del mítico grupo Las Gambas al Ajillo, donde encontró «algo propio, una comunidad», y con el que dio sus primeros pasos en la actuación y dejó una marca indeleble en la escena teatral argentina de la década de 1980. Recordó géneros y personajes de esa época de gran efervescencia cultural: clown, melodrama, Cristina Moreira, Omar Chabán, Batato Barea, el Parakultural. De las Gambas… ( grupo integrado por ella junto a María José Gabin, Verónica Llinás y Laura Markert) dijo haber aprendido «la importancia de la horizontalidad en el trabajo», algo que defiende siempre ante las culturalmente impuestas jerarquías autor-director-actores. «La actuación es un ritual cuerpo a cuerpo, misterioso y sagrado, que perdura hasta hoy», remató Flechner.
El lugar del ensayo
Daniel Fanego fue el penúltimo actor que participó en la edición 2017 del ciclo. Bajo el título «La escena del ensayo de la escena», describió esa parte fundamental del trabajo actoral. «Yo creo que el ensayo es un lugar de una gran intimidad, de un gran secreto y lo defiendo a rajatabla», dijo y se explayó sobre la moda actual de los backstages y de cómo reniega de esta tendencia televisiva de tratar de registrar todo en los ensayos. «Cuando uno memoriza la letra antes del ensayo, cuando uno se va vistiendo para ir al ensayo, cuando uno va al baño antes del ensayo», enumeró con sorna ante lo que considera una intromisión en un ámbito que debe ser íntimo porque «es el lugar perfecto para lastimar y ser lastimado, donde el actor se encuentra con la piel en llaga, un lugar que le produce pánico y angustia por enfrentarse ante el abismo, el vacío, la oscuridad que habita también en nosotros». Como contrapartida, Fanego se refirió al escenario como «un espacio que me brinda seguridad, un lugar de placer y hasta de sanidad». Y recordó que hace exactamente 40 años que comenzaba su carrera reemplazando a un actor en la obra La lección de anatomía, cuando tenía 22 años. También confesó no tener formación académica, apenas un curso corto con Augusto Fernández, y reconoció a sus compañeros de trabajo como los que verdaderamente lo formaron en el oficio. También afirmó que desconfía de las recetas porque «cada trabajo es un nuevo aprendizaje, porque son personas distintas, porque es un material distinto y porque el abordaje siempre es otro». Y agregó que «no es la cabeza, esa tirana absurda, ni mi inteligencia la que me ayuda a la comprensión de un personaje, es el tránsito y es el cuerpo. El cuerpo en acción, el cuerpo en movimiento, el cuerpo transpirando, el que empieza a producir sentido y me permite comprender en el acto el material con el que estoy trabajando».
