Vivir sin niños

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Algunos esgrimen argumentos humanitarios y otros, el simple deseo personal. No quieren tener hijos y están orgullosos de eso, aunque deben enfrentar críticas por resistirse al mandato de la procreación. Una tendencia que crece en todo el mundo.

De a dos. 500.000 argentinos están en pareja y no tienen descendencia. En Europa entre el 25% y el 35% de las personas deciden no ser padres. (Moyceey/AlamyStock Photo)

Hay una pareja. Ninguno pisa el pasto. El salto incluye los brazos en v para hacer más evidente la euforia. Lejos, un sol naranja recostado sobre el mar obliga a creer en la perfección. Sería el folleto de una agencia de viajes si no fuera por una leyenda que es –más que ninguna otra cosa– una declaración de principios: Sin hijos. Sí. Sabemos de lo que nos estamos perdiendo.
La imagen se comparte en las redes sociales, ese nuevo foco de la militancia y la resistencia. Porque los que forman parte del movimiento Childfree, en criollo, una vida libre de niños, deben enfrentar la condena del resto. Egoístas y desamorados. Eso es lo que son, dicen.
Ellos se defienden y contraatacan. Algunos esgrimen el argumento humanitario: no quieren ser los responsables de seguir haciendo de este mundo un lugar hostil y superpoblado.
Otros, en cambio, enumeran motivos más tangibles. El miedo a la transmisión de una enfermedad hereditaria, el pésimo antecedente de la relación con sus progenitores, la incompatibilidad con la profesión y, tal vez el más repetido, la amenaza a su economía personal. Todos, sin embargo, comparten un reclamo: que el estatus de «normalidad», tan arbitrariamente difundido, también los alcance.
Mariana tiene 35 años y una clara vocación por el orden. La casa, un semipiso sobre la avenida Juan Bautista Alberdi, en Caballito, es prueba contundente de eso. Nada –ni un libro, foto o muñequito– en la biblioteca podría ocupar un lugar distinto al que ocupa ahora. Todo es armónico, premeditado, parte de un plan mayor. Algo que solo se logra sin niños cerca.
«Me cansé de dar explicaciones –dice–. Así que cuando me preguntan por qué no tengo hijos les digo: porque no puedo. Es automático. Desde ese momento no vuelven a sacar el tema».

Tres son multitud
Mariana no tiene ningún impedimento biológico. Tampoco es fiel a un dogma que se lo prohíba. Solo se trata de un acto de la voluntad. «El mandato social de la reproducción es muy fuerte. Cuando me mudé con mi pareja, la familia y los amigos fueron los primeros en empezar con el “¿para cuándo?”, como si tener hijos fuera el paso lógico siguiente, pero la verdad es que no siento ninguna necesidad, ni me corre ningún reloj, pero a la gente no le alcanza cuando les decís eso. La única razón que le encuentro es que no se detienen a pensar. Está instalado que una se recibe de mujer cuando tiene un hijo, entonces, ¿yo qué fui todo este tiempo? ¿Qué soy ahora?».
Mauro escucha y asiente con la cabeza. Es probable que este un poco más enamorado de su novia que hace dos minutos atrás. Él también tiene algo para decir.
«El otro día vino una pareja amiga a cenar con el hijo de un año. Se turnaban para comer porque uno de los dos tenía que cuidar que no rompiera nada, darle la leche, cambiarlo. Cuando al fin el bebé se durmió ellos también empezaron a caerse de sueño porque desde que nació no duermen más de cuatro horas seguidas. ¿Está mal que yo no quiera eso para mí? No digo que ser padre sea un bajón. Digo que me permitan elegir y que nadie me juzgue o me mire mal cuando digo que prefiero disfrutar la vida de otra manera».
Como Mariana y Mauro, en la Argentina hay medio millón de personas que están en pareja y deciden no tener chicos y solo en la Ciudad de Buenos Aires alrededor del 20% de las mujeres que está finalizando su edad fértil aún no han sido madres. Son las mujeres, precisamente, las que suelen ser juzgadas como «antinaturales» al declarar que no pretenden tener hijos.
«La aseveración contundente respecto de la no procreación se escucha cada vez más entre las nuevas generaciones. Debemos escuchar la negativa de muchos jóvenes a encarar la paternidad/maternidad desde una perspectiva amplia: sin censura ni apañamiento», opina la psicóloga y psicoanalista Mirta Goldstein.

Mecanismo de defensa
En el caso de las mujeres, donde la presión del mandato social se hace sentir más fuerte, la especialista advierte que en muchos casos «la maternidad puede llegar a ser expresión de la neurosis femenina si solamente viene a reparar la imposibilidad de complementariedad sexual con la posición masculina, con lo cual el verdadero deseo de tener un hijo no existe».
Con respecto a la postura de los childfree, Goldstein cree que «en algunos casos será una defensa psicológica ante traumas pasados, en otras uno de los tantos caminos de expresar los efectos individuales y sociales de los parámetros culturales de hoy».
En 2013, la portada de la revista Time dedicada a los que deciden no traer prole al mundo reflejó que la tendencia iba en aumento. Casi una de cada cinco mujeres estadounidenses, decía el artículo, elegía no tener hijos, conformando la tasa de fertilidad más baja de la historia (en los años 70 solo una de cada diez declaraba esa preferencia).
En Europa las cifras hablan de lo mismo. Se calcula que entre las españolas nacidas en los 70, un 25% no tendrá hijos. En Francia será el 20%, en Finlandia el 29% y en Alemania más del 33% evitarán quedar embarazadas.
«Tengo 24 años y voy a tomar la decisión de esterilizarme. Tomé esta decisión personal con el aval de mi pareja ya que no queremos tener hijos. Pensamos disfrutar de nuestras vidas independientes de tantas obligaciones y gastos en los que incurren los que traen niños al mundo. He chocado con mi familia por esta decisión. Me dicen que soy joven y que me voy a arrepentir, y la verdad es que nadie puede opinar sobre mi vida más que yo misma». Natalia eligió este nombre de fantasía para preservar su intimidad y la de su novio, sin embargo, lo que cuenta también lo publicó en la página de Facebook «No hijos, por decisión y convicción», donde usuarios de toda Latinoamérica comparten sus experiencias.
«Mi ideal –concluye Natalia– nunca fue casarme o tener hijos, pero tengo que soportar que todos a mi alrededor me digan que tengo miedo a algo serio. Es muy frustrante que no entiendan mi manera de pensar y que al mismo tiempo crean conocerme. En realidad lo que hacen es juzgarme porque les resulta extraño que no busque tener familia. No podría estar más feliz con mi decisión de ser childfree y creo que eso es lo que más les molesta, porque a la mayoría de las personas no les gusta la vida que tienen».

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