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Vivir sobre el agua

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Vecindarios sustentables formados por casas-barco ofrecen un modo de vida que respeta y disfruta la naturaleza. Una nueva tendencia que está llegando a la Argentina.

 

Guiser. En la localidad de Maschwitz fundó el primer barrio flotante del país.

En Buenos Aires empezó todo hace unos 20 años, cuando el actor Aníbal Guiser descubrió, a bordo de su velero El Terrible, no solo los rincones del Delta del Tigre, sino también lo que significa vivir sobre el agua y en contacto directo con la naturaleza. El paso siguiente fue comprar un terreno sobre el río Luján: siete hectáreas de tierra en la localidad de Maschwitz con 100 metros de costa y repleto de juncos, cortaderas y ceibos. Esa es la estampa que hoy se ve desde su dormitorio, en una de las casitas de Econáutico Hipocampo, el barrio flotante que él mismo fundó y donde habita de forma permanente desde noviembre de 2013.
La casa de Aníbal (en la planta superior, el dormitorio y una terraza al río, y el baño, la cocina y el living tras bajar las escaleras) la define él mismo como «una cabaña con características del siglo XXI». En estos 52 metros cuadrados cubiertos no se escatima en comodidad ni se le ponen peros a la tecnología. Agua caliente, wifi, cocina eléctrica. Y, por la ventana, siempre el verde del humedal. Desde la cocina ahora se ve también el edificio contiguo, de Nahuel (40) y Jade (36). La pareja, residente en Los Angeles (él es argentino, pero vive en Estados Unidos desde hace 15 años) eligió un modo de construcción sustentable que supervisa in situ el experto Robert Laporte, oriundo del estado de Oregon, quien promueve desde hace 25 años innovadoras arquitecturas que, al mismo tiempo, son respetuosas con la naturaleza y se rigen por valores ecológicos.
En la casa de Nahuel y Jade la parte ecológica corre por cuenta de los materiales (como las maderas certificadas procedentes de bosques sustentables) o por el ahorro energético, que logran a través de una buena aislación: las paredes son de paja embebida de arcilla y bambú y el techo incorpora lana de oveja y cubierta vegetal exterior. La vivienda, además, está orientada de este a oeste para optimizar las temperaturas, y todo el conjunto se levanta sobre un flotador de ferrocemento de un metro de alto que mantiene en suspensión a la estructura.

 

Pequeñas revoluciones
La noción de sustentabilidad de este barrio flotante se aplica no solo a las dimensiones (diseños de entre 60 y 150 metros cuadrados «porque más que eso es innecesario y ostentoso»), sino también al tratar los efluentes y residuos de manera limpia, y estar abiertos a soluciones innovadoras y ecológicas. ¿Un ejemplo de estas pequeñas revoluciones? El modo por el que obtienen el agua potable: a través del aire. Disponen de un equipo que captura la humedad del ambiente para luego condensar y  generar agua destilada. Para el resto de usos –todos excepto beber y cocinar– el agua proviene del mismo río; antes de salir por la canilla se esteriliza a través de un proceso de ozonificación.
«Por eso se trata de casas libres, que funcionan de manera autónoma», dice Guiser apoyado en el pasamanos de madera, en su terraza, mientras le da un trago al agua que hace escasos minutos era aire que respiraba por la nariz. Y ahí mismo, la pregunta: «¿Por qué un barrio flotante si las viviendas podrían edificarse sobre la tierra firme?». Y la respuesta: «El delta continental está sobre el agua, y lo más simple y más seguro cuando se está sobre el agua es flotar… Así nace la idea de vivir en casas de agua. Una forma de reducir el impacto ambiental del vecindario y el mejor modo de tener siempre las casas a salvo; flotando por encima de cualquier escenario de inundación».
Con más de 100 kilómetros de canales y más de 1.500 puentes que cruzan su casi centenar de islas, no podía ser de otra forma: el barrio flotante más grande del mundo está ubicado a pocos kilómetros del centro de Ámsterdam.
Y si bien las casas-barco existen desde hace mucho en la capital holandesa (hay 2.500 edificios que se sustentan sobre sus aguas), no fue hasta 2007 cuando se ideó un barrio completo. El proyecto fue liderado por la arquitecta Marlies Rohmer, quien concibió este grupo de 55 viviendas flotantes y el sistema de puentes que las une. En este entramado de pasarelas (sustituye a las calles asfaltadas) es donde están integrados los cables para la electricidad, las tuberías y la canalización de aguas residuales.
«Es como si estuviera todo el tiempo de vacaciones», señala uno de los propietarios de estas construcciones sofisticadas y luminosas con vista directa al cielo y al agua. Además de los grandes ventanales de vidrio, hay madera y material sintético en sus paredes, y todo el conjunto se yergue sobre tanques flotantes de hormigón. Su casa tiene 156 metros cuadrados divididos en tres plantas, lo que en 2007 era lo mismo que decir 500.000 euros  (la mitad del valor de un departamento en el centro de Ámsterdam).
Una vuelta de tuerca más hacia el lujo y la profusión son las islas flotantes que se ofrecen en los últimos años en todo el mundo. Orson Island, por ejemplo, iniciativa del magnate Gábor Orsós, prevé tener 1.000 metros cuadrados de extensión (dos plantas) y capacidad para 12 personas. Este hotel será autosustentable porque generará energía eólica y aprovechará la energía solar, y entre sus instalaciones contará con un acuario y un bar restaurante. «Una nueva y excitante experiencia para las vacaciones», dicen, que llevarán a domicilio allá donde la requieran.
En el caso de la Blueseed –esta vez, propuesta de Peter Thiel, fundador del sistema de pago online PayPal– el cliente es otro. Aquí son las empresas las máximas interesadas en ocupar las oficinas flotantes de esta isla que dista 20 kilómetros de la costa de Sillicon Valley. Su objetivo es muy claro: ofrecer la posibilidad de estar a media hora del mayor complejo tecnológico existente, sin contar con una visa específica del gobierno estadounidense.

—Texto y fotos: Ana Claudia Rodríguez