Volver a nacer

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A 110 kilómetros de La Plata, la cooperativa turística reactivó, hace una década, la vida de su comunidad. Apoyo de la filial La Cumbre del Banco Credicoop.

 

Apuesta al futuro. Aparicio (centro) junto a las asociadas Silvia Miranda (izquierda) y María de los Ángeles Lyon (derecha).

Ubicada en el partido de Punta Indio, al norte de la bahía de Samborombón, y a unos 110 kilómetros de la ciudad de La Plata, la localidad Las Pipinas era, en 1938, un humilde caserío que, cuando desembarcó en la zona la empresa de capitales cordobeses Corporación Cementera Argentina (Corcemar), cambió radicalmente. Con un ejército de obreros, en un año y medio la compañía construyó la fábrica, viviendas y un hotel para alojar a los trabajadores que rápidamente pusieron en funcionamiento la planta. Corcemar fabricó en sus años de esplendor el cemento y la cal con la que se construyó la mayor parte de las edificaciones de la zona sur de la Capital Federal y extensas superficies de La Plata y el Conurbado bonaerense. «Todo el pueblo se armó a instancias de la empresa, era muy importante para nosotros. Por ejemplo, cuando yo era chica la fábrica me regaló mi primera cajita de música para el Día de Reyes porque mi papá trabajaba allí. Nos daban guardapolvos, libros y si había que agrandar la casa porque llegaba un nuevo integrante a la familia, los obreros ayudaban en la reforma», recuerda la comunicadora  Claudia Díaz.
En 1991 el Gobierno nacional le quitó a Corcemar el subsidio al combustible, situación que puso en jaque la sustentabilidad de la empresa, que se vio obligada a vender sus acciones a la principal competidora: la cementera Loma Negra. Hubo despidos masivos, los obreros con más antigüedad fueron jubilados, y otros trasladados o indemnizados. Una situación que generó el colapso económico y social de la comunidad. «De 3.500 habitantes quedamos solo 900, además de muchas casas abandonadas. Fue muy triste», rememora Díaz. Frente a ese contexto de estancamiento e incertidumbre, la asociación, la solidaridad y la ayuda mutua fueron las que mantuvieron la fortaleza de los residentes que se quedaron, entre ellos un grupo de jóvenes, algunos estudiantes universitarios, que decidieron reabrir el viejo hotel de la cementera y formar la Cooperativa de Trabajo Pipinas Viva. «Cuando comenzamos todos preguntaban, dudaban y no creían que nuestro proyecto turístico fuera a ser viable –cuenta Díaz, síndica de la entidad–, pero a pesar de las dudas, vecinos y comerciantes reunieron el dinero para que pudiéramos comprar el pliego de licitación y poner de pie al hotel».

Recepción. La cooperativa prioriza el concepto de turismo comunitario.

Las obras de recuperación y puesta en marcha de las instalaciones comenzaron a mediados de 2005. «Firmamos un contrato con un grupo empresario para alojar a los operarios que iban a realizar una gran obra de infraestructura en la Costa Atlántica y eso nos permitió acondicionar las instalaciones», explica Díaz. Luego, el Hotel Pipinas Viva se convirtió en lugar de residencia de parte del personal que trabaja en el Centro de Control de Lanzamientos de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), instalado en la localidad bonaerense.

 

Intercambio virtuoso
Como parte de su trabajo cotidiano, la entidad se relaciona permanentemente con otras organizaciones de la economía social y solidaria, entre ellas, el Banco Credicoop. «Cuando asistimos a encuentros y reuniones tratamos de hacer contacto con todas las cooperativas que participan y con los cooperativistas del hotel rápidamente se generó un intercambio muy dinámico que llevó a que hoy integren nuestra comisión de asociados», dice Gabriel Ferraro, presidente de la comisión de asociados de la filial La Cumbre del banco cooperativo y vicepresidente de la filial La Plata del Instituto Movilizador. «Desde hace dos años lanzamos un plan de gestión conjunta entre el banco y el Instituto. Si bien siempre trabajamos con los mismos principios y en la misma dirección, la idea fue implementar estrategias entre los dos espacios para profundizar las acciones hacia los asociados, instituciones y cooperativas. En ese marco, el acercamiento con la cooperativa de Pipinas Viva fue muy fructífero», añade Ricardo Gil, presidente de la filial La Plata del IMFC y también integrante de la comisión de asociados de La Cumbre. «En 2014 recibimos un premio por el buen cumplimiento de los objetivos propuestos en nuestro plan de gestión y la comisión decidió distribuir los recursos entre cinco entidades de la zona, una parte fue destinada a la entidad pipinense para colaborar con su crecimiento», explica el gerente de la filial La Cumbre, Alejandro Brossard. «Utilizamos ese dinero para pintar las instalaciones y también para colocar membrana impermeable en los techos», cuenta Yamila Aparicio, la joven presidenta de la cooperativa. Tomando como eje el rescate histórico y simbólico de su patrimonio cultural y natural, la Cooperativa de Trabajo Pipinas Viva lleva adelante una intensa tarea que apunta a fomentar el turismo comunitario. «Además de la red que conformamos con otros hoteles recuperados, estamos por firmar un acuerdo con la Universidad Nacional de Quilmes, en el marco del Programa Universitario de Incubación Social en Economía Social y Solidaria para desarrollar una incubadora de turismo de base comunitaria y así mejorar la calidad de los servicios prestados, optimizar las competencias, generar empleo y promover la cultura local. También proyectamos la construcción de un Hotel Escuela Cooperativo», detalla Aparicio, estudiante de la carrera de Hotelería y Turismo. Hoy, a una década de su nacimiento, el hotel cuenta con 16 habitaciones, 32 plazas y un restaurante que ofrece exquisitos platos de elaboración casera. Pero más allá de sumar una nueva opción turística, Pipinas Viva recuperó las ganas y los sueños de toda una comunidad.

S. P.
Fotos: Sebastián Casali

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