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Con una tirada dominical que ronda los 30.000 ejemplares, el periódico porteño recuperado por sus trabajadores apuesta a la autogestión a través de la figura cooperativa. Un camino que, no sin dificultades, viene llevando adelante con éxito.


Redacción. Formado por 125 personas, Tiempo cuenta con gran apoyo de sus lectores. (Guadalupe Lombardo)

 

El 2016 comenzó con malas noticias para los trabajadores del diario porteño Tiempo Argentino: la falta de pago de salarios y aguinaldos y los rumores de cierre precipitaron un conflicto que ellos rápidamente sacaron a la luz para evitar el vaciamiento del medio gráfico perteneciente a la empresa Balkbrug, propiedad de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, y, luego, de Mariano Martínez Rojas. «Cinco meses después, 125 personas, la mayoría integrantes del plantel periodístico, decidimos formar la cooperativa de trabajo Por más Tiempo», cuenta el redactor jefe del área Sociedad del periódico y presidente de la entidad, Javier Borelli. «Nos dimos cuenta –añade– de que la cooperativa era la forma que mejor nos representaba, ya que durante los cinco meses que estuvimos parados fue la cooperación la que mantuvo viva la voz de Tiempo», indica.
Fueron múltiples las tareas solidarias que el grupo impulsó desde esos primeros momentos: se desplegaron acciones para conseguir alimentos, medicamentos, dinero para el sostenimiento de las familias y para constituir un fondo de lucha, además de organizar la permanencia en la redacción, la publicación de boletines y la realización de festivales populares. La marcha del 24 de marzo de 2016 por los 40 años del inicio de la dictadura civico militar fue determinante para el proyecto: en la Plaza de Mayo se vendieron 35.000 ejemplares del diario. «El precio sugerido era 20 pesos, pero muchos venían y nos dejaban billetes de 100 –recuerda Borelli–. La solidaridad de la gente y de colegas de otros medios fue fundamental, además de la visibilidad que alcanzamos en las redes sociales. Todo ese apoyo nos dio la certeza de que estábamos en condiciones de autogestionarnos y de que había gente interesada en comprar el diario que hacemos».
Desde el mes de mayo, el diario volvió a los quioscos en formato semanal: sale todos los domingos. También puede recibirse a domicilio por suscripción. En el camino, los periodistas se pusieron en contacto con cooperativistas de distintos tipos de empresas solidarias a fin de conocer sus experiencias y propiciar alianzas estratégicas, como la que establecieron con la cooperativa Gráfica Patricios, que imprime el semanario.
 

Ideas en disputa
Con nuevos compromisos y obligaciones, hubo que asumir nuevas funciones. «Creemos que esto es más complejo en el ámbito periodístico, porque nosotros no hacemos un producto tan determinado y preciso como un tornillo, que tiene una materialidad concreta y el consumo pasa por su utilidad: nosotros escribimos sobre ideas, sobre conceptos y sentidos sociales que están en disputa, más allá de la noticia en sí misma», dice Borelli. Para fijar ciertos parámetros del quehacer cotidiano, los trabajadores están organizando una jornada donde debatirán sobre la marcha del diario  a futuro. Mientras tanto, la organización interna se mantiene de la misma manera en que funcionaba en la etapa anterior del periódico. «Ratificamos la conducción periodística para, justamente, poder dedicarnos mejor a los problemas extraperiodísticos que surgieron a partir de la recuperación, confiando en el producto que hacíamos. Esa decisión permitió que el diario tuviera buena repercusión y que consiguiéramos “goles”, como cuando revelamos la cuenta offshore de Macri que estaba activa en Brasil. Eso nos posicionó desde el lado periodístico y ya no solo desde la lucha».
Así, a poco de andar, la cooperativa comenzó a dar frutos. «Ya estamos en condiciones de hacer los primeros retiros, además de cubrir los gastos y prever recursos para los próximos números», dice  Borelli. Sin pauta oficial, el diario se sostiene en un 80% con el apoyo de los lectores. «Tenemos una tirada de unos 30.000 ejemplares, más de 300.000 seguidores en Facebook y andamos por los 200.000 en Twitter. Estos números contradicen las versiones de que el diario es inviable», subraya el presidente. «Creemos que hoy Tiempo es considerado por muchos como un espacio de resistencia al ajuste, un espacio en el que se puede encontrar la información que invisibilizan los medios hegemónicos. Y creemos que los sectores populares han tomado a Tiempo como un medio de identificación, porque nosotros también somos trabajadores que estamos sufriendo la misma crisis y la contamos».

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