15 de octubre de 2023
Difíciles los tiempos que nos tocan vivir, pero nada que impida a Rebequita y Tobías disfrutar de su merienda cotidiana.
–Decime, Tobías de mis recórcholis no renovables, ¿vos me querés?
–Ay, Rebequita de mis calores andropáusicos, ¿por qué hacés esa interlocución movilizante en medio de una velada entrañable como por la que estamos discurriendo? ¿Acaso no sabés que mi amor por ti, por tú y por vos, y si me apurás, por usted, es inconmensurable?
–Justamente por eso mismo, Tobías de mis venerables meniscos; al no poder medirse, tampoco puedo saber cuánto me querés, cuál es mi «imagen positiva» en el focus group de tu corazón.
–No entiendo, Rebequita de mi alma en pena. ¿Cuál sería la necesidad de medir sociológicamente la magnitud de mi amor, mi querer, mi sentir hacia ti? ¿Acaso no se trata de una situación íntima, privada, sin intromisiones de terceros, quintos o decimosegundos?
–No sé, Tobías, no sé, y la verdad es que no me aguanto la ignorancia supina. He visto a tanta gente cambiar de idea repentinamente, a tanta gente elegir contra sus propios intereses, sentimientos y pensamientos. He visto a gente decir: «Yo votaría por Batman, pero si no se presenta voto por el Guasón». Y si son capaces de cambiar la intención de voto, que es finalmente la que decide el destino de todos como nación, ¿por qué no lo harían con la persona que eligen para comprometerse afectivamente, que es algo, si se quiere, más volátil?
–Rebequita tú me confundes.
–Siempre dices lo mismo, Tobías de mis incertidumbres.
–Sí, Rebequita, pero esta vez es diferente.
–¿Esta vez no te confundo? ¿Entonces por qué decís que te confundo?
–No, Rebequita, sí que me confundís.
–Ahora la confundida soy yo. Si te confundo como siempre, ¿por qué decís que esta vez es diferente?
–No, Rebequita. Quiero decir, sí, Rebequita.
–Ya no entiendo nada.
–Quiero decir que sí, me confundís como siempre, pero de una manera diferente.
–Tobías de mi corazón roto, jamás imaginé tantas vueltas para decir que no me querés.
–¡Pará, Rebequita! ¡Siempre me confundís en el sentido de que no te entiendo, pero esta vez es diferente porque me confundís con otra persona!
–¡Cómo! ¿No sos Tobías?
–Claro que sí… y por eso mismo, no me deberías confundir con «los que cambian de opinión», deberías saber que yo te amo a ti, te elijo a ti, y te quiero a ti.
–Ay, Tobías, tanto romanticismo me conmueve el duodeno… Pero decime, ¿y si hubiera balotaje, también me votarías?
En el amor, no hay vueltas, o a veces, hay demasiadas vueltas.