28 de noviembre de 2023
«El agua grande está viniendo», murmuran los vecinos de Antequeras, una pequeña localidad del Chaco, que se desparrama sin un centro definido, en un puñado de casas, la mayoría ahora vacías, entre la ruta que conduce a la Isla del Cerrito y un brazo del Paraná. Una franja de tierra que en el mejor de los casos alcanza una centena de metros de ancho. Tras cuatro años de sequía y por las abundantes lluvias en Brasil, el imponente río que atraviesa el litoral reclama espacio para desaguar sus millones de litros de agua dulce. Lo que antes era una calle ahora se transforma en un río y hasta los altares de Vírgenes y Gauchito Gil quedan vacíos. Solo los carteles persisten obstinadamente en seguir marcando velocidades máximas o delineando caminos sinuosos. El agua grande ha vuelto, y nadie sabe por cuánto tiempo se va a quedar.