8 de febrero de 2017
Algunos rasgos nocivos de la política económica aplicada por Cambiemos en 2016 se desprenden del Balance Cambiario. El informe elaborado por el BCRA contabiliza la totalidad de las operaciones del mercado de cambios. Este arrojó un resultado superavitario de US$13.800 millones, monto que equivale a la suba de las reservas internacionales en el año. Parece un indicador positivo, pero el análisis detallado ofrece un panorama poco alentador.
El principal ingreso fueron los US$25.100 millones del endeudamiento del sector público, destacándose los bonos emitidos para cancelar a los buitres lo reclamado, sin chistar. El Estado a su vez contribuyó al egreso de divisas, al realizar pagos de intereses por US$10.100 millones, monto que duplicó al del año anterior.
Una fuente de fuga que se reabrió fue la compra de dólares para tenencia, potenciada por la eliminación de las restricciones existentes hasta 2015. El atesoramiento sumó US$28.500 millones, atemperado por ingresos por US$18.600 millones.
Otro grifo fue el giro de utilidades de las multinacionales por US$3.100 millones. Ni siquiera compensó el ingreso por inversiones extranjeras directas que alcanzaron US$2.500 millones. Evidentemente la lluvia de inversiones prometida no pasó de una tenue garúa.
Contrariamente, las inversiones que llegaron en exceso fueron las de portafolio, las especulativas. Sumaron US$1.500 millones. Capitales que entraron, cobraron las altas tasas de interés locales y se fueron.
En definitiva, el balance refleja cómo a costa del endeudamiento del Estado se financió el ahorro en dólares de privados, cómo se privilegió al capital financiero por sobre las inversiones genuinas y cómo se reabrieron fuentes de salidas de dólares que parecían aplacadas. Dinámica que, si se perpetúa en el tiempo, dificultará aún más la economía.