28 de enero de 2024
La mayoría de los animales y de los bichos que anda por el mundo nace sabiendo cosas que les son imprescindibles para su vida. Las cosas importantes no las aprenden por ensayo y error, ya las saben desde el momento en que nacen. Saben qué comer, saben defenderse, huir o atacar. Seguramente algún antepasado hizo algo hace cientos de años, le dio buen resultado y la cría que nace hoy ya lo sabe y lo usa. A esto los estudiosos, que se pasan la vida poniéndoles nombres a las cosas, lo han llamado «instinto animal».
El ser humano, pese a que también es un animal, carece de este instinto fundamental. El tipo cuando nace no sabe nada de nada. Tiene miles de años de historia que él desconoce olímpicamente y debe aprender por el espantoso sistema de ensayo y error. Por eso si el tatarabuelo tropezó con una piedra, el bisabuelo tropezará con la misma piedra, el abuelo también, el padre obviamente se dará un flor de golpazo con la misma piedra, y el que nace, al no conocer la historia familiar, irá derechito hacia la piedra, que ya está un poco gastada por la cantidad de giles que permanentemente se parten la cabeza con ella.
Esta es una de las tantas deficiencias de la evolución que hace que el tipo, para dejar de ser un salame, deba aprender.
Veamos que sucede con nuestra política económica. Hoy por hoy, estamos mal y los anuncios oficiales nos dicen que, con suerte, estaremos peor. Para paliar este futuro espantoso, el Gobierno trata de implementar acciones, leyes y proyectos varios, diciendo que con esas medidas el futuro podrá ser menos cruel.
Los que tenemos algunos años, sabemos por experiencia propia que las acciones, leyes y proyectos que se proponen ya se han utilizado y ya han fracasado. Los Martínez de Hoz, los Cavallo y los Menem ya existieron, ya pasaron por nuestra historia, y los resultados pueden verse, vía testimonios o vía libros. Pero no, los que nacieron después no solo lo desconocen sino que, por omnipotencia, lo niegan. Para ellos el mundo existe a partir del día que nacieron. Sin embargo lo que sucede hoy ya pasó antes. Los mismos planes, las mismas promesas, el mismo FMI, los mismos sacrificios, todo, todo ya pasó, los mayores ya lo sufrimos… y no fuimos los primeros.
Un amigo me decía que ahora que se empiezan a ver las consecuencias –funestas– pareciera, por lo que la gente comenta, que nadie votó al melena. ¡Hasta en eso es igual a Menem! A Carlos Saúl, la segunda vez, tampoco nadie lo votó. ¡Igualito! Nada nuevo bajo el sol.
Lástima enorme que los humanos no heredemos nuestra propia historia en forma de instinto animal. Nos ahorraría mucha malasangre.