26 de febrero de 2024
En la reunión de conservadores celebrada en Washington el presidente argentino sobreactuó un romance con la derecha internacional. Histrionismo, liberalismo extremo y cruzadas antiderechos.
CPAC. «A los socialistas los tenemos más que en jaque mate», dijo Milei.
Foto: Getty Images
Si no fuera porque desde sus entrañas salió recientemente el líder de la nación más poderosa del planeta –y otros émulos en distintas partes del globo–, el encuentro al que asistió Javier Milei podría ser como un bullicioso tren fantasma que llega de improviso al siglo XXI desde la oscuridad de los años más duros de la Guerra Fría. Sus consignas principales pasan por combatir todo aquello que sugiera bien común: justicia social, igualdad, derechos de las minorías, interrupción voluntaria del embarazo.
En la Conferencia Política de Acción Conservadora (en inglés, CPAC), en Washington, el presidente Milei dio un discurso que buscó sintonizar con las premisas fundacionales de (según reza la propia organización del evento) la reunión de conservadores más grande e influyentes del mundo. Allí se identifica a la izquierda como el eje del mal, se iza la bandera de la libertad económica irrestricta como panacea, se milita fuertemente la oposición al aborto y se alinea internacionalmente con la extrema derecha de Israel.
El jefe de Estado argentino buscó condensarlo todo en una frase: «A los socialistas los tenemos más que en jaque mate. Naturalmente, cuando uno regula los monopolios, las empresas bloquean los procesos distributivos, esto conduce al estancamiento. Y este estancamiento lleva al empobrecimiento paulatino de este país. ¿Cómo corrigen esto? Con la agenda asesina del aborto. El origen de la agenda asesina como la del aborto podemos encontrarlo con los egipcios queriendo exterminar a los judíos».
Milei diría luego que su presencia en la CPAC fue «como jugar la Champions». Su auditorio estuvo despoblado, como si la cancha fuera de Cambaceres y no del Real Madrid. Tuvo la foto que buscaba con Donald Trump, un diálogo a las apuradas de no más de dos minutos, luego de que el exinquilino de la Casa Blanca elogiara al libertario en su discurso. Expresó Trump que Milei «es un gran caballero y, ¿saben?, es MAGA, “Make Argentina Great Again” (Hacer a la Argentina grande otra vez)». En el breve intercambio, Milei se le acercó como un fan a su ídolo, no lo disimuló y, eufórico, dijo: «¡Presidente! Qué lindo conocerlo. Es un gran placer conocerlo, presidente. Es un gran honor para mí. Gracias por sus palabras hacia mí. Estoy muy contento, es muy generoso. Muchas gracias, es un gran placer».
En noviembre de 2022, un año antes de haber sido electo, Milei participó de un encuentro de la CPAC en México. «Si los viene a correr un zurdo por el lado moral, no se lo dejen pasar. Nosotros somos superiores en lo productivo y en lo moral», había declarado en tierra azteca. Ya empezaba a despertar simpatías en el ala dura del Partido Republicano, que se expresaron contundentemente ahora con las palabras del titular de la CPAC, Matt Schlapp: «Los patriotas estadounidenses lo apoyan para que tenga éxito, y también nos gusta la motosierra».
En los tres días de fiesta de águilas, estrellas y barras, la delegación argentina se esmeró por sobreactuar un romance con el modelo estadounidense en general y con el sello Trump en particular. Por eso Patricia Bullrich había inaugurado el cortejo celeste y blanco esgrimiendo «la necesidad de ver a América Latina como un socio en la seguridad global». La ministra de Seguridad no lo aclaró, pero el concepto de «global» refería exclusivamente a la seguridad de Estados Unidos o, lo que es lo mismo, a lo que Estados Unidos entiende como amenaza. Y cerró su alocución, también a tono con el manual de admisión de la CPAC, sosteniendo que «la democracia no se concibe sin libertad ni seguridad».
Efusivo abrazo. Emocionado por el encuentro, Milei agradeció a Trump que lo hubiese nombrado.
Foto: NA
Quizá por su escaso nivel de inglés (en ese idioma hizo su discurso), tal vez porque los expositores de peso no habían concurrido todavía a la cita, pasó de largo el término «democracia», mala palabra en la reunión del CPAC. ¿Qué tan mala? En la previa del encuentro, Jack Posobiec, periodista que haría avergonzar por tibio a Jony Viale o Luis Majul, uno de los influencers que propaga las ideas de Trump y encabeza su defensa en las redes sociales, lo describió: «Bienvenidos al final de la democracia. Estamos aquí para derrocarla por completo. No llegamos hasta el final el 6 de enero (el intento de toma del Capitolio), pero nos vamos a esforzar por deshacernos de ella y sustituirla por lo que tenemos aquí. Toda la gloria no es para el Gobierno, toda la gloria es para Dios». Por las dudas, Schlapp había prometido al Creador que si la extrema derecha recibía ayuda celestial ellos protegerían «nuestros valores, nuestra libertad y nuestros derechos divinos».
Pero la mención a lo ocurrido hace ya tres años, en aquella jornada de Día de Reyes sin regalos, es como haberle puesto un cartel con luces de neón al evento con el nombre de Donald Trump. O, como la bautizan con picardía, la Trumpfest. El magnate había debutado en la escena en febrero de 2011. Todavía no había anunciado su candidatura presidencial, pero fue virtualmente ungido por el CPAC. Aquella vez subió al escenario con el hit del grupo ABBA, «Money, Money, Money». Y adelantó luego que pensaba en competir por la silla en el Salón Oval porque «Estados Unidos se ha convertido en un blanco de azotes para el resto del mundo, es el hazmerreír del mundo. Y hace falta un liderazgo de calidad». Él se convirtió en líder casi seis años después.
Y precisamente desde 2017, el hoy expresidente de Estados Unidos, se adueñó del foro ultraconservador, con asistencia perfecta. «CPAC no es neutral con respecto a Donald Trump, estamos a fondo», había aclarado Schlapp. Uno de los principales oradores del evento fue el primer jefe de campaña del multimillonario, Steve Bannon. Pronosticó que el movimiento «Hagamos grande a América otra vez» gobernará Estados Unidos por los próximos 50 años y que Trump pasará a la historia de ese país como el mejor primer mandatario después de Abraham Lincoln. Como virtual candidato a volver a la presidencia, Trump reiteró su mensaje mesiánico y sentenció: «Nuestro país está siendo destruido y lo único que se interpone entre ustedes y su destrucción soy yo».
De los expositores para la última edición sobresalió Nayib Bukele, recientemente reelegido en El Salvador por más del 85% de los votos. El mandatario refirió que «nosotros logramos lo impensable y limpiamos la sociedad; arrestamos a los terroristas, pero debemos depurar a los jueces y fiscales corruptos». El líder centroamericano puede jactarse de haber triunfado por fuera de la mirada de la CPAC; pero la entidad dio apoyo indispensable a otras figuras para ser bienvenidas en Estados Unidos. Tales los casos de Jair Bolsonaro (luego presidente de Brasil) y Viktor Orban, primer ministro de Hungría. Fue el español Santiago Abascal, vocero de VOX, quien dio un cierre al espíritu imperante del evento: «El socialismo, en sus distintas versiones, sigue amenazando nuestra forma de vida, sigue tratando de esparcir el odio a nuestra civilización en el corazón de nuestros propios hijos», dijo, antes de pedir a Dios que bendiga a «América y a todas las naciones de la hispanidad».