Las personas de origen africano constituían a fines del siglo XVIII entre un 30% y un 50% de la población. Ignoradas por una versión de la historia nacional que reconoce como propio lo blanco y europeo, hoy esas raíces recuperan protagonismo.
26 de julio de 2017
Identidad. Según el Censo 2010 viven en la Argentina 150.000 afrodescendientes aunque en la comunidad creen que la cifra es mucho mayor. (IANDI)Tango, mucama, milonga, candombe, mandinga, bochinche, quilombo, maní. Estas palabras son algunos de los tantísimos vocablos de origen africano que utilizamos habitualmente. Lo negro está en los cimientos mismos de nuestra cultura y también de la conformación de la nación Argentina, pero no como una reliquia del pasado, sino como una presencia viva y palpable incluso en los rasgos físicos que van variando con el mestizaje. Esta realidad ha permanecido invisibilizada gracias, en buena medida, a esa versión de la historia oficial que reconoce como propio lo blanco-europeo. De hecho, cuando se afirma que la argentinidad está forjada por distintas oleadas inmigratorias, se reconoce amablemente que muchos de los antepasados de quienes habitamos estas tierras «bajaron de los barcos». Claro que en el imaginario dominante se da por sentado que esos barcos vinieron de países europeos… no de Angola, Congo, Cabo Verde o Senegal. Por eso no extraña que todavía (¡sí, todavía!) en actos escolares para conmemorar alguna fecha relacionada con la independencia patria a niños y niñas se les pinte el rostro con corcho quemado para que interpreten a mazamorreras o aguateros, en una escena en la que solo les pueden quedar esos roles secundarios excluyentes.
Trabajo conjunto
Con el despunte del tercer milenio, luego de décadas de luchar contra los prejuicios imperantes, las comunidades de afrodescendientes y de migrantes afro de la Argentina han comenzado a ver algunos logros de su trabajo conjunto, como la inclusión –aunque de manera imperfecta– de la variable afro en el último Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas (realizado en 2010); o la promulgación en el año 2013 de la Ley Nacional 26.852, por medio de la cual se instituye el 8 de noviembre como el «Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro» en conmemoración de una heroína negra no reconocida, María Remedios del Valle, a quien el general Manuel Belgrano le confirió el grado de capitana por su arrojo y valor en el campo de batalla.
Pero la Ley 26.852 no se limita a la instauración de una nueva efeméride. También encomienda la incorporación al sistema educativo nacional de la promoción de la cultura afro en los contenidos curriculares, además del desarrollo de políticas públicas que la visibilicen y apoyen. «Queremos que haya un cambio en esos contenidos que ya venimos reivindicando hace años y que el Ministerio de Educación no logra mejorar», señala Carlos Álvarez, presidente de la Agrupación Afro Xangó, una de las organizaciones que tuvo una fuerte participación en la promoción de la ley. «Por otro lado, queremos una política afirmativa que permita la permanencia de nuestros jóvenes en el sistema educativo. A medida que se avanza en el nivel educativo, nosotros tenemos mayor deserción, en el secundario y mucho más en el terciario. Por eso no tenemos ni médicos ni abogados, y esto no se debe a una capacidad o inteligencia inferiores, como decían las teorías racistas. Esto específicamente tiene que ver con un racismo institucional, que se arrastra desde la Colonia, porque no hubo ningún sistema de gobierno que incluyera a la comunidad», denuncia Álvarez.
El censo de 2010 resultó crucial porque hacía 130 años que no aparecía diferenciada en los registros censales la perspectiva afro, lo cual resultaba en el mejor argumento desde el Estado («la falta de datos») para justificar la inexistencia de políticas orientadas a la promoción de esta comunidad. El censo arrojó como resultado un total de 150.000 afroargentinos o afrodescendientes, lo que representa al 0,4% de la población nacional. Pero debido a la técnica de medición utilizada, la cifra resulta bastante sesgada para las organizaciones que vienen bregando por el reconocimiento afro. De hecho, la mayoría considera que ese guarismo debería multiplicarse al menos por diez para acercarse un poco al número real de habitantes afro que existe en la Argentina. «Salimos subrepresentados», indica Miriam Gomes, profesora de Literatura latinoamericana y especializada en literaturas africanas, referente de la comunidad caboverdeana en la Argentina. «La pregunta sobre afrodescendencia estaba contemplada solo en el 10% de los formularios y exclusivamente para ciudades con menos de 50.000 habitantes. Y a esto debe sumarse la inexperiencia y la falta de conocimiento de los censistas en esta temática».
El primer desaparecido
La primera gran oleada migratoria de personas de origen africano hacia nuestro continente se dio de manera dramática durante el proceso de conquista-colonización, cuando llegaban de a miles para vivir esclavizados en estas tierras. De acuerdo con el primer relevamiento realizado en 1778 para todo el territorio del virreinato, la población clasificada como «negros, mulatos, pardos y zambos» libres y esclavizados representaba el 37% de la población, y en algunas jurisdicciones –como Santiago del Estero o Catamarca– esa cifra se elevaba a más del 50%. El mito dice que la población negra de Argentina mayormente se extinguió durante las guerras de la independencia y las posteriores luchas civiles; así como también debido a las múltiples pestes que asolaron al país hacia fines del siglo XIX.
En un libro señero, La presencia africana en nuestra identidad, la filósofa Dina Picotti –una de las grandes promotoras de los estudios sobre este temática en la Argentina–hace referencia a la figura del negro como la del primer desaparecido de nuestra historia –además del indígena–, porque se ha negado su existencia y cuando no se la pudo negar se la consideraba sin importancia. Lo negro había sido bastardeado para justificar lo injustificable, el proceso de esclavitud, por lo que África fue denigrada y ubicada en el lugar de lo bárbaro, sostiene Picotti.
Las organizaciones afro retomaron este año las conversaciones con las autoridades del INDEC para trabajar con el objetivo de incluir en el censo de 2020 a la variable afro en el formulario básico, que es con el que se interroga a todas las personas que viven en el territorio nacional, y realizar una campaña de concientización adecuada que permita recabar información de la manera más certera.
«Para muchos de nosotros el informe que arrojó el resultado del Censo 2010 en el país y en Misiones fue sorprendente», reconoce Nélida Wisneke, referente del Colectivo de Afrodescendientes Misionerxs. «No estábamos enterados de que ese trabajo se había llevado a cabo. Muchos de nosotros no fuimos consultados acerca de nuestras raíces y como no estábamos informados no pudimos preguntar o aportar información alguna con respecto a ese tema». En Misiones fueron censados casi 4.000 afrodescendientes, un dato que para muchos resultó una especie de primicia alentadora que los impulsó a reunirse para compartir experiencias. Así fue como a fines de 2014 lograron juntarse con numerosos integrantes de la comunidad afro de la provincia en un encuentro realizado en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones. Y al año siguiente consiguieron que el Consejo General de Educación adhiriera a la ley nacional 26.852 para que se conmemore el 8 de noviembre y se incluyan en la currícula escolar contenidos referentes a la presencia afro en la historia e identidad provincial.
Tal vez el próximo censo nacional sea una oportunidad para echar nueva luz sobre una parte de nuestra realidad. Una luz que puede irradiar hacia el pasado, pero también hacia el futuro.