2 de junio de 2024
A partir de historias de vida marcadas por el penal de Ezeiza, la dramaturga y directora le dio forma a la obra teatral Los días afuera y a la película Reas.
Experiencia. Arias conoció a las protagonistas en el marco de un taller que dio en la cárcel.
Foto: Prensa
«Cuando salís no sabés cómo pisar el suelo, cómo andar por la calle. El ruido de los autos te aturde, entrás al subte y no sabés por dónde pasar la tarjeta. Todo se hace con el celular y vos no lo tuviste en la mano por cinco años», dice el monólogo de una de las protagonistas de la obra de teatro Los días afuera.
En 2019, la directora, dramaturga y artista multimedial Lola Arias dio un taller de cine y teatro en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza. Allí conoció a Yoseli Arias, Paula Asturayme, Canta Canteros, Estefanía Hardcastle, Noelia Pérez e Ignacio Rodríguez, hoy intérpretes de dos piezas de su autoría: la película Reas y la citada Los días afuera, ambas recién estrenadas, la primera en El Centro Cultural San Martín y la segunda en el Teatro Presidente Alvear.
Inicialmente, había pensado en escribir una película para filmar dentro del penal, con las personas detenidas cumpliendo su condena. Luego llegó la pandemia, los talleres se cancelaron y tuvo que reformular el proyecto. «Además, empezaron a liberar a la gente que había conocido, entonces pensé en trabajar afuera, con los que habían salido, reconstruyendo su estancia en la cárcel en el espacio real de una prisión en desuso», dice Arias sobre la filmación de Reas en la excárcel de Caseros.
Sin embargo, a la autora no le interesaba el realismo carcelario, no quería hacer un espectáculo de la violencia. «Quería retratar los recuerdos, las fantasías, los deseos de esas personas. Y mostrar cómo es trabajar, hablar por teléfono o amar ahí adentro», dice. Que la película tuviera luminosidad era importante. El espacio de encierro es tan oscuro y pesado que incluir canciones, coreografías y una imagen más pop era la fórmula perfecta.
«El musical es un género de la fantasía, el glamour y la belleza. En la cárcel hay hacinamiento, pobreza, violencia, pero también hay amor, comunidad y familia. Y esas relaciones que nacen en el penal son las que te salvan», afirma. Recuerda que cuando estaba haciendo la película volvió a mirar mucho Almodóvar y pensó en el trabajo con el color, el humor y el melodrama tan característicos del cineasta español. «Sentía que estaba en esa dirección», explica Arias, última ganadora del Premio Internacional Ibsen de teatro.
Mecanismos de exclusión
Como dos piezas independientes, que también pueden leerse como caras de una misma moneda, Reas y Los días afuera hacen foco en las historias de vida de un grupo diverso de personas migrantes, autóctonas, de varias edades, mujeres con y sin hijos, una chica y un varón trans. Gente que estuvo presa y hoy está en libertad, que cuenta cómo es estar ahí adentro, si tienen miedos, reciben visitas, estudian, hacen amigos o se casan. Los relatos son testimonios documentales que, en suma, pueden pensarse como respuesta a una pregunta más amplia sobre cómo funciona el sistema penitenciario.
«Hice muchas entrevistas personales donde grabé, tomé notas y fui acumulando archivos. Después hubo un trabajo colectivo donde, por ejemplo, les pedía que habláramos del primer día que salieron, qué hicieron, adónde fueron, con quién se encontraron», cuenta. La propuesta escénica de Arias hace uso de un procedimiento recurrente en sus obras: el reenactment o la reconstrucción de un acontecimiento del pasado.
Entre otros trabajos, había utilizado el mismo recurso en Mi vida después (2009), donde seis intérpretes recrearon las vidas de sus padres durante la última dictadura militar; y en Campo minado (2016), donde reunió a veteranos argentinos y británicos que sirvieron durante el conflicto en Malvinas. Hay en esa recreación una reescritura, una ficcionalización de los testimonios. «Es un trabajo muy progresivo en el que busco el corazón de la escena. La escritura consiste en llegar a un nivel muy grande de síntesis», explica.
Escenas. Reas se filmó en la excárcel de Caseros y Los días afuera hace foco en la libertad. Fotos: Prensa
La obra empieza con un prólogo en donde los personajes están vestidos como si fueran estrellas de Hollywood y cada uno cuenta su pasado: nací en Recoleta, en el conurbano, en Perú. Otra dice «Yo robé a los 14 años» o «Mi padre me raptó y no vi a mi mamá por dos años». Y así se van juntando pedazos de ese tiempo anterior a la prisión. «Ahí ves que la cárcel no llega como una excepción. Parece más un lugar al que llega alguien que ya viene de un camino de violencia y exclusión», dice Arias.
Pero hay una negación, según entiende la autora. «Hacemos de cuenta que es un sistema que funciona», afirma. La ciudad está cerca y sigue su curso ignorando lo que sucede ahí adentro. «La prisión no te enseña nada, y no solo eso sino que te excluye, te abduce y además te infantiliza. Te convierte en una persona incapaz de todo. Hace una operación brutal sobre la subjetividad. Y después te dice: volvé al mundo», agrega.
En algún momento del proceso, Ignacio, uno de los protagonistas, le contó a la dramaturga que enumeraba «los días afuera» desde que estaba en libertad. Y el impacto que le causó esa frase hizo que quedara impresa en el título de la pieza teatral. La cuenta regresiva de los días que faltan para salir no es el único cálculo posible. Para Arias, la causa es que la amenaza de volver es muy fuerte. «La exclusión los puede llevar a cometer un delito y muchas personas, después de años de reincidencia, ya no saben imaginar otra vida posible». Esta es la obra más difícil que le tocó hacer, confiesa. Porque no se trató solo de las problemáticas estéticas que esta artista de larga trayectoria, con base en el teatro Máximo Gorki de Berlín, está acostumbrada a manejar. También había que resolver una serie interminable de trámites burocráticos para que las protagonistas pudieran estar sobre el escenario y viajar por los festivales del mundo ya previstos.
«Cuando se pone en movimiento un proyecto de este tipo se genera una red para personas que no la tienen», reflexiona. «Una serie de contactos, de posibilidades de trabajo, contratarlas a través de la Asociación Argentina de Actores. Salir de las changas, entrar en el mercado formal, que para estas personas es muy difícil». Y eso ya es una transformación de la realidad producida por el trabajo artístico colectivo. «El arte cambia cosas en lo real, no es solo una representación», concluye.