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Antihéroes unidos por necesidad

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Emiliano Basile

Deadpool & Wolverine
Director: Shawn Levy
Intérpretes: R. Reynolds, H. Jackman, M. Baccarin y M. Macfadyen
País: Estados Unidos

Socios. En el comienzo, Wolverine es reacio a formar dupla con Deadpool.

Foto: Prensa

Hace unos años parecía imposible que Deadpool, el eterno antihéroe dentro de los superhéroes, fuera el caballito de batalla de Marvel. Sin embargo, por esas cosas del destino, la tercera película del enmascarado interpretado por Ryan Reynolds se ha convertido en el evento más promocionado por el estudio en la temporada en curso, depositando en el irreverente personaje la misión de revitalizar el universo cinematográfico de Marvel.

La trama comienza con Wade Wilson (Reynolds) intentando adaptarse a la vida civil junto a su prometida Vanessa (interpretada nuevamente por Morena Baccarin). Sin embargo, Paradox (Matthew Macfadyen), un agente de la Autoridad de Variación Temporal, una organización burocrática que monitorea la línea de tiempo explorada en la serie Loki, se presenta para reclutar al mercenario enmascarado para una misión secreta en la que debe unir fuerzas con Wolverine (Hugh Jackman). La amenaza que los convoca proviene de la villana Cassandra Nova (Emma Corrin), la hermana de Charles Xavier, quien posee la capacidad de manipular mentes. Además, aparece Dogpool, un perro sometido a experimentos que se convierte en una versión canina de Deadpool.

La química entre Deadpool y Wolverine es el gran atractivo de la película. Jackman retoma su papel del guerrero chapado a la antigua, tras su despedida en 2017 con Logan. El guion, escrito por el director Shawn Levy (Free Guy, El proyecto Adam) y el propio Ryan Reynolds junto a Rhett Reese, Zeb Wells y Paul Wernick, le da forma a un dúo digno de una «buddy movie» (película de compañeros desparejos). Los contrastes están a la orden del día: el rojo versus el amarillo en los trajes, diseñados en función de los cómic originales; un personaje verborrágico, de estilo histriónico, en contraposición a un hombre rudo de pocas palabras. 

Tanto Deadpool como Wolverine son outsiders dentro de los X-Men y, por qué no, dentro del multiverso Marvel. El primero es un personaje netamente posmoderno, con múltiples referencias sarcásticas a la cultura pop. Rompe la cuarta pared para dialogar con el público y hace referencia a toda la saga de superhéroes de Fox y de Disney desde una actitud subversiva, con sus chistes ácidos y malas palabras. Por otro lado, Logan siempre fue un exponente físico que parece salido de un western, carente de gracia y con su poder en sus famosas garras. Uno es un claro antihéroe y el otro, una figura olvidada en el tiempo. La paradoja del destino es que juntos tienen que salvar el mundo y rescatar a Marvel de su estética naif apta para todo público.

Al igual que en el clásico de Walter Hill, 48 horas, los protagonistas dispares primero confrontan entre sí (Wolverine es reacio a formar dupla con Deadpool), para luego unirse contra el villano de turno que pone en peligro al mundo. En una épica batalla final, ambos forjan una entrañable amistad, con diálogos graciosos y frases memorables en medio de espectaculares escenas de acción. No faltarán las persecuciones a toda velocidad, algunas reminiscencias de la saga Mad Max, ni tampoco el humor negro de Deadpool en toda su dimensión. La parábola temporal recupera a Wolverine en una película tan violenta y cruda como divertida.

Marvel Studios, que necesitaba reinventarse después de las decepcionantes The Marvels y Madame Web, acierta en no crear nada nuevo, sino en, simplemente, rescatar las buenas ideas del pasado y encontrar una manera ingeniosa de potenciarlas.

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