4 de agosto de 2024
La presión de Milei para que la planta de YPF y Petronas se instale en Río Negro marcó un antes y un después en un vínculo difícil. El gobernador profundiza su estrategia de nacionalización.
Conferencia de prensa. El mandatario bonaerense explicó ante periodistas su visión acerca del traslado de la inversión petrolera a la provincia de Río Negro.
Foto: Captura
Javier Milei eligió a Axel Kicillof como su principal adversario político. El gobernador bonaerense fue desde el primer día un blanco previsible de la Casa Rosada por su contraste ideológico, pero la discusión escaló a otro nivel en las últimas semanas cuando el presidente presionó para que la planta de Gas Natural Licuado (GNL) de YPF y Petronas no se instalara en Bahía Blanca, como estaba acordado de palabra, sino en Punta Colorada (Río Negro). A raíz de esa jugada política, la provincia de Buenos Aires se perdió una inversión multimillonaria.
Cuando se confirmó la decisión, la reacción inmediata de Kicillof fue convocar a una conferencia de prensa en la que culpó a Milei por haber condicionado al CEO de YPF, Horacio Marín, y al resto del directorio, a quienes describió como «funcionarios» del Gobierno nacional. En términos políticos, consideró que se trató de una «venganza» de Milei contra la provincia por haber sido uno de los pocos distritos en los que perdió la elección de 2023. «Su campaña es perjudicar y hacer daño para castigarla a ver si lo votan», denunció. Según Kicillof, ese es el motivo principal por el que Milei «entró en una disputa permanente» con su gestión.
El presidente encontró en Kicillof a un adversario hecho a su medida: gobierna la provincia más grande del país y fue revalidado en las urnas con un triunfo holgado, luego de una campaña que se basó en valores opuestos a los que pregonan en la Casa Rosada. El gobernador respondió a los agravios, en un juego político de espejos que también le resulta funcional. Durante la conferencia de prensa por el revés con YPF, aclaró que no entraría en el juego de pelearse con su par rionegrino, Alberto Weretilneck, y subrayó que «el responsable es únicamente el presidente». No fue una novedad, desde hace tiempo que elige cuestionarlo en cada una de sus intervenciones públicas.
Cruzar las fronteras
Con una oposición fragmentada, sin líderes indiscutidos, Kicillof asoma como una figura de peso que no oculta su voluntad de conducir al peronismo. Su reelección automáticamente lo posicionó en la vidriera de los «presidenciables», aunque su mayor escollo radica en la propia interna partidaria, donde tensiona con La Cámpora, de Máximo Kirchner, y con la propia Cristina Fernández, que hace equilibrio entre ambos, pero suele inclinarse por defender las posiciones de su hijo.
Existe entre Kirchner y Kicillof una rivalidad histórica, que en los últimos meses decidieron dejar de ocultar. A raíz de la escalada discursiva, alcanzaron un pacto de no agresión que por ahora sostienen, aunque está atado con alambre porque sus diferencias no fueron saldadas.
Kicillof empezó a cruzar los límites de la provincia para caminar el país. Arrancó con visitas a provincias gobernadas por otro signo político: visitó en Chubut al macrista Ignacio Torres y en Santa Fe al radical Maximiliano Pullaro. Luego sumó fotos con algunos «propios», como el pampeano Sergio Ziliotto y el riojano Ricardo Quintela, que viajó a Buenos Aires el 1 de julio para participar en San Vicente del homenaje por los 50 años del fallecimiento de Juan Domingo Perón.
Fue precisamente en ese acto, que reunió a toda la tropa peronista, donde Kicillof se probó el traje de candidato nacional. Como principal orador y ante una audiencia que incluyó a Máximo Kirchner, enfocó su discurso en la necesidad de construir una «alternativa» contra Milei. «Algunos pensarán que estamos para recordar el pasado. Si vinimos tantos es porque estamos para construir el futuro», expresó.
El territorio
Para esquivar la maldición de que «ningún gobernador bonaerense llega a la presidencia», Kicillof decidió nacionalizar su discurso, hablar sobre el federalismo y, sobre todo, planificar su construcción territorial. En el último tiempo, el gobernador se acercó al Movimiento Evita, la organización de Emilio Pérsico, que tiene representación en todas las provincias. Su «buena sintonía» con los dirigentes de la agrupación fue creciendo e incluso algunos se sumaron a la gestión, como Gildo Onorato, presidente del Instituto Provincial de Asociativismo y Cooperativismo (IPAC).
Incidencia. El presidente Milei había anticipado que la megaobra no se haría en Bahía Blanca porque no se puede «confiar en un comunista».
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El gobernador compartió algunas semanas atrás un almuerzo en Moreno con la Mesa Ejecutiva Nacional de esa agrupación. Lo hizo para demostrar que puede tener una estructura nacional. En ese encuentro, acompañado por sus ministros de Infraestructura, Gabriel Katopodis, y de Trabajo, Walter Correa, describió el escenario económico y los desafíos de la provincia. Casi toda la jornada giró en torno a las políticas de Milei y cómo convertirse en la «contracara» del ajuste. El gobernador se llevó el compromiso de que el Evita defendería a su gestión frente a los futuros embates del presidente.
Se convirtió en el principal rival del presidente, pese a que hay otros cuatro gobernadores con perfil decididamente opositor: el pampeano Ziliotto, el riojano Quintela, el fueguino Gustavo Melella y el formoseño Gildo Insfrán. Los motivos del presidente tienen que ver con el peso de la provincia de Buenos Aires en el esquema nacional, pero también responden a características personales del mandatario bonaerense, como su origen kirchnerista, su estilo para gestionar y su perfil combativo dentro de la interna.
Milei y Kicillof, ambos economistas, son exponentes de una nueva generación de dirigentes con propuestas y concepciones antagónicas entre sí. El presidente comprendió el perfil presidenciable de su rival. Eligió subirlo al ring porque lo consideró un enemigo útil, que unifica muchas de las cosas que critica. En esa dinámica, lo prefirió antes que a otros opositores para generar una nueva polarización. Pero también lo asfixió económicamente, para no dejarlo crecer demasiado.
La presión a YPF no fue un hecho aislado, en el entorno del gobernador creen que existe desde el principio de la gestión libertaria un «ensañamiento» con la provincia. Sin embargo, este tema parece un punto de inflexión por la magnitud del perjuicio. Si Kicillof no tenía problema en rivalizar, el revés por la planta de GNL podría acelerar su propia construcción nacional anclada en su diferenciación con las ideas y formas que se pregonan en la Casa Rosada.
Pero Río Negro también queda en Argentina