Opinión

Ezequiel Fernández Moores

Periodista

El partido de los hinchas

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Negocios, no. Fanáticos del Friburgo arrojan monedas, una acción de protesta contra el ingreso de capitales de EE.UU. en la Bundesliga alemana.

Foto: Getty Images

La escena es surrealista: unos doscientos hinchas bajan de los micros con su canto de guerra, se colocan máscaras y rescatan a un pobre hombre de las garras de un mafioso. Los hinchas son de Manchester United, las máscaras son del gran Eric y el canto es «oh ah Cantoná». Sucede en «Looking for Eric», una película cuyo héroe es Eric Cantona, el crack de Manchester United. Coincidí en Londres en 2009 cuando fue estrenada. La vi en una sala de Notting Hill. El grito de «oh ah Cantoná» es el momento clave del filme. Segundos de pura adrenalina futbolera y justiciera. Todos en la sala nos subimos a los asientos agarrados. También gritábamos «oh ah Cantoná». 

Eran hinchas que nunca dejarían solo a su ídolo. Como mucho menos abandonarían jamás a su equipo del corazón. ¿No sucede lo mismo con nuestros equipos en Argentina? Hablamos de clubes fundados por socios pioneros para unir pertenencia, sentimiento, identidad. Y que hoy, un siglo después, en medio de la jungla de que «siempre hay que ganar», deciden mantener ese ideal. Es una resistencia que superó dictaduras y gobiernos de todos los colores. Liberales y neoliberales. La lista de Carlos Menem, Mauricio Macri y ahora Javier Milei no es casual. Son presidentes que quisieron (y quieren) usar el poder del fútbol en nuestro país como símbolo de su supuesta nueva era. «Si podemos con el fútbol –afirman–, podemos con todo». 

Milei se jacta de derrumbar en apenas meses trincheras que Macri no pudo en años. Decidió que hay razones de «necesidad y urgencia» para exigirle a la AFA (Asociación Civil, autónoma) que modifique su Estatuto y acepte a los equipos cuyos socios voten ser un club SAD. La ofensiva, es cierto, nunca fue tan fuerte como ahora. La crisis económica (que por supuesto afecta a los clubes) es arrasadora, como tampoco lo es el fenómeno de la pelota globalizada y amaestrada por la TV. 

Las viejas opiniones pueden cambiar. Y las generaciones se renuevan. Además, hay crisis de liderato. La AFA resiste tanta presión, pero Chiqui Tapia no parece exactamente San Martín. Y los campeones mundiales eligen no involucrarse (extrañamos a Diego). Surgió el jueves la FIFA como dique de contención: le recordó a Milei que no puede obligar a la AFA a cambiar su Estatuto. Asumido el cachetazo, el Gobierno apuesta como bandera al Estudiantes de Juan Sebastián Verón. Ya no como club SAD, sino «Club SADE (Sociedad Anónima Deportiva Encubierta)», como ironizó en su Facebook el colega Walter Vargas.

En lucha. La Coordinadora de Hinchas encabezó una marcha contra los clubes SAD, en la puerta de AFA.

Foto: Jorge Aloy

¿Y los hinchas? ¿Y los socios? El miércoles último, la Coordinadora de Hinchas lideró una marcha contra los clubes SAD. ¿Habrá coros en las canchas? Los hinchas, claro, ante todo quieren ganar. Y los supuestos Reyes Magos prometen dinero, nuevos cracks y posibles títulos. Son promesas tentadoras para ganarle a River y Boca. Pero los hinchas también quieren estar juntos. Celebrar. Abrazarse felices o doloridos, pero abrazarse. Compartir. ¿Reclamarán en las tribunas por el derecho del fútbol a seguir jugando y compitiendo como al mismo fútbol le plazca? La Bombonera, territorio de Juan Román Riquelme, destrató ya en sus últimas elecciones a Milei. Y Gimnasia repitió con Federico Sturzenegger, el ministro desregulador que se confundió diciéndole Leonardo a Leo Messi. 

Cada país, cada Liga, tiene sus lógicas. Sus pro y sus contras. Pero hay algo de ese primitivo deseo de libertad de los hinchas que sigue intacto. Y que es universal. Lo expresaron en 2021 hinchas de los equipos más opulentos de Inglaterra cuando frenaron autobuses de sus planteles y bloquearon calles para oponerse a la creación de la elitista Superliga europea, un proyecto para pocos y para ricos, que descartaba a los más pobres. Esos hinchas defendieron seguir jugando contra un pobre rival del ascenso, en su cancha mínima y lejana, y bajo riesgo de derrota y papelón. Eligieron eso antes que tener como rivales permanentes a sus primos ricachones. Lo expresaron también hinchas alemanes. Imposible olvidar la protesta masiva de 2013, cuando la policía quiso recortarles derechos. Silencio, aun cuando hubiera goles, en los primeros «12» minutos y «12» segundos de cada partido. «12» porque son «el jugador número 12». Esos mismos hinchas alemanes, apenas meses atrás, interrumpieron los partidos de modo coordinado, aun cuando ello frenara una jugada de gol de su propio equipo. Se oponían a que la Bundesliga fuera administrada por un fondo de inversión de Estados Unidos. Los hinchas tiraban al campo cientos de monedas de chocolate doradas. Símbolo de codicia.

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