29 de septiembre de 2024
Casi 25 millones de personas a nivel nacional no llegan a satisfacer sus necesidades fundamentales y la brecha entre ingresos y canasta básica continúa creciendo. Debates sobre la medición.
Señal de alerta. 2 de cada 3 niños de entre 0 y 14 años se encuentran en una situación dramática.
Foto: Juan José García
El presidente Javier Milei se vanagloria de llevar adelante el ajuste más grande de la historia. La difusión de los datos oficiales de pobreza e indigencia parecen darle la razón. Es la primera vez, en la historia reciente, que se registró un deterioro social tan brusco en apenas seis meses. El dato previo del INDEC, correspondiente al segundo semestre de 2023, marcaba una pobreza del 41,7% y una indigencia del 8,7%. Mientras que, en el primer semestre de 2024, la pobreza escaló al 52,9% y la indigencia al 18,1% de la población. Con un triste destacado: el 66% del universo de niños y adolescentes (0-14 años) son pobres. Comparando con el primer semestre del año pasado, la pobreza creció un 30% (del 40,1% al 52,9%). Y la indigencia casi se multiplicó por dos: pasó del 9,3 al 18,1%.
Sin embargo, las malas noticias no terminan ahí porque también creció la profundidad de la pobreza, entendida como la distancia entre el ingreso promedio y la Canasta Básica Total. La denominada brecha de la pobreza alcanzó al 41,7% en el primer semestre de 2024. Esa relación ascendía al 37,8 y 39,2%, en el primer y segundo semestre del año pasado. No solo hay más muchos más pobres, sino que ahora son más pobres que en 2023.
En ese contexto, la pobre justificación ensayada por el vocero presidencial Manuel Adorni fue que «la mejor lucha contra la pobreza es luchar contra la inflación». Más allá de la importancia que tiene la lucha antiinflacionaria, la historia argentina revela que no siempre se cumplen los dichos del vocero. Por ejemplo, la pobreza comenzó a subir a partir de 1995 con plena estabilidad de precios. Es más, la deflación (caída de precios) no impidió un importante aumento de la cantidad de pobres en los últimos años de la convertibilidad.
Manzanas con manzanas
Las redes sociales fueron escenario de espadeos interpretativos entre oficialistas y opositores, tras la publicación de los datos del INDEC. Eso incluyó desde la atribución de culpas cruzadas hasta comparaciones de datos históricos. El problema es que, muchas veces, ese debate/intercambio está intoxicado al comparar «peras con manzanas». En una entrevista publicada en Página/12 en 2017, el sociólogo Daniel Schteingart explicaba que «muchas veces consumimos los datos como cuando comemos un alimento preprocesado, sin observar la información nutricional. Es necesario saber que “dato” no equivale a “realidad”, sino que es una manera de comprenderla y de aproximarse a ella. Ese trayecto que va de la realidad al dato puede denominarse “metodología”, la verdadera letra chica de todos los análisis económicos. Es indispensable que los argentinos sepamos que cuando se habla de cifras de pobreza, se está empleando un conjunto de técnicas y métodos muy puntuales para establecer los cálculos». ¿Por qué esta interpretación es importante? Porque el macrismo modificó la forma de medición de la pobreza tornando incomparable los resultados con los años anteriores, salvo que se realicen las correcciones pertinentes.
Lejos de revertir. En promedio un hogar pobre tuvo ingresos 42,6% por debajo de lo necesario para dejar de serlo.
Foto: Jorge Aloy
El Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata (CEDLAS) reconstruyó la serie temporal replicando la metodología actual hacia atrás para comparar «manzanas» con «manzanas». Los resultados de ese trabajo revelan que, con el estallido de la convertibilidad, la pobreza escaló al 65,5% en 2002. A partir de entonces, y hasta 2011, se verificó una fuerte caída en la tasa de pobreza que llegó al 25%. El relativo estancamiento económico posterior, sumado al efecto devaluatorio de 2014, implicó un salto al 30%. Los gobiernos de Mauricio Macri y de Alberto Fernández finalizaron con el 35,5% y 41,7%, respectivamente. El contraste con lo que pasó en el tramo inicial del Gobierno libertario es muy fuerte: la pobreza aumentó nada menos que un 27% en apenas seis meses.
El inolvidable Mario Wainfeld decía que «a lo largo de su carrera, el periodista político, por su práctica cotidiana, termina conociendo más ministros de Educación que maestros, más ministros de Salud que médicos de barrio. Escuchar al médico, al maestro, poner la oreja ahí, ayuda a salir del frasco palaciego». Esa lección de periodismo también es aplicable a la dirigencia política. El saludo desde el balcón de la Casa Rosada del presidente Javier Milei con Susana Giménez en simultáneo con la difusión de las cifras récord de pobreza y el asado en la Quinta de Olivos con los «héroes» que vetaron la actualización jubilatoria son rasgos típicos del aislamiento del frasco palaciego.