Opinión

Juan Carlos Junio

Dirigente cooperativista

Dos caras de la Argentina

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Coloquio de Idea. Grandes empresarios respaldaron al Gobierno.

Foto: NA

Nuevamente la coyuntura política del país está atravesada por disputas de las principales fuerzas políticas que coinciden con un retroceso del apoyo al presidente Javier Milei, incluyendo el creciente rechazo a su otrora exitoso relato tan destacado por los medios de comunicación.

Sin embargo, tras las brumas de esas discordancias, emerge una gran novedad política: la transformación de «los pibes y pibas» en un movimiento estudiantil con carácter de sujeto político, y que por el dinamismo propio de los jóvenes y la creatividad en sus manifestaciones, genera una influencia social y cultural hacia el conjunto de la sociedad.

Lo cierto es que en esta polémica ideológica con el Gobierno lo que queda claro es que sin salarios dignos para los docentes y los trabajadores no docentes y sin presupuesto para la infraestructura, resulta insostenible la universidad pública. O sea, ya no se trata de un proyecto gubernamental que busca remodelar y eficientizar a la universidad y la educación pública, sino, lisa y llanamente, transitar un proceso de verdadera extinción.

Mientras en el tema universitario se discute el aporte de solo el 0,14% del PIB, en Mar del Plata se realizó el 60º Coloquio de Idea, bajo el apotegma «Si no es ahora, cuándo». Tal enunciación constituye una verdadera confesión pública por parte del poder económico que siente que está ante un escenario propicio para el cambio estructural de la matriz productiva y social del país, y que es el momento en que se definirá la explotación de las riquezas naturales por parte de las grandes corporaciones extranjeras y locales, así como la restricción de derechos sociales y laborales de trabajadores y clases medias.

El evento de los supermillonarios, cuyos asociados pagaron $1.400.000 y los invitados $3.000.000 por el cubierto, resulta más contrastante que nunca no solo frente al debate de los fondos para la universidad, sino ante la ominosa existencia de 25 millones de pobres en la Argentina.

Clase pública. El movimiento estudiantil plantea actividades y movilizaciones para visibilizar el reclamo de un presupuesto acorde a las necesidades de las universidades.

Foto: NA


Clima de violencia
Finalmente, hay que consignar otro hecho preocupante: los discursos que esgrimen la violencia por parte de representantes del oficialismo. El más trascendente es el del presidente de la Nación, quien dijo en una entrevista televisiva: «Me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro». Se trata de un discurso peligroso desde el punto de vista del imprescindible clima que debe transitar una sociedad democrática y de convivencia entre todos sus afluentes sociales y culturales. Ese clima se ve alterado por la recurrencia de agresiones y amenazas a quienes son críticos con el Gobierno.

Los dichos del presidente no fueron los únicos. Días antes, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, señaló que «en la década del 70 también se tomaban universidades y después se generaba un movimiento que utilizaba la violencia para expresar sus posiciones, que se convirtió en guerrilla subversiva y generó después la represión». No le fue en zaga la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien habló de intentos de desestabilización por parte de los estudiantes. «Están haciendo una provocación que la llevan al límite y conocemos bien el objetivo: generar una revuelta y tratar de desestabilizar», dijo la ministra y agregó que en las próximas manifestaciones los estudiantes «llevarían molotovs».

El presidente y sus funcionarios deben asumir en plenitud que las controversias políticas en una sociedad plural se dirimen con respeto y protegiendo el sistema institucional, sostenido en la convivencia democrática desde 1983, una conquista del pueblo que no se puede soslayar.

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