Opinión

Atilio Boron

Politólogo

Trump modelo 2025

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Regreso. El mandatario rumbo a una reunión con gobernadores de su partido, el 9 de enero.

Foto: Getty Images

El lunes 20 de enero de 2025 Donald John Trump será juramentado como el 47º presidente de Estados Unidos. Hay un curioso paralelismo que no puedo pasar por alto: Trump, como el Che, nació un 14 de Junio. En el caso del magnate, del año 1946; el Che en 1928. Por supuesto que ahí se acaban las similitudes. Trump es una suerte de «Rambo» ultraconservador –pero proteccionista, para disgusto de Javier Milei– que se ha arrogado la misión de hacer que Estados Unidos recupere su primacía mundial como imperio. «Lograr la paz por la fuerza» es una de las frases favoritas de sus consejeros para retomar el predominio que ese país supo retener desde las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. 

El Che, en cambio, fue uno de los más grandes luchadores antiimperialistas de la historia y un hombre de una integridad personal y política insuperables. El neoyorquino, en cambio, es su perfecta antítesis: un empresario corrupto hasta la médula, experto en fabricar bancarrotas y estafar inversionistas ingenuos, y un incurable aficionado al alquiler de sexo y al consumo de drogas. Llega a la Casa Blanca, para eterna deshonra de su nación, habiendo sido encontrado culpable de la comisión de 34 delitos de diversos órdenes. Se imponía una sentencia mínima de cuatro años de cárcel y una millonaria indemnización. Pero en un alarde de irrespeto por el derecho el juez de Manhattan, Juan M. Merchan, decidió olvidarse de ambas cosas y se abstuvo de ejecutar la sentencia, habilitando así el ingreso de Trump a la Casa Blanca. Los memoriosos recuerdan que es el primer delincuente probado y sancionado que llega a la presidencia de Estados Unidos, un dato que demuestra con elocuencia la profundidad del proceso de putrefacción del orden político y judicial de ese país.

Marco Rubio. Futuro canciller de Trump, comparte un acto junto al magnate en Pensilvania.

Foto: Getty images

Distinto tiempo
El personaje que retorna a la Oficina Oval es ocho años más viejo, a pocos meses de cumplir 79 años de edad. Si antes, en su primer mandato (2017-2021), se caracterizó por su prepotencia, su desprecio por el diálogo y por su racismo, tales rasgos se acentuaron a medida que envejecía. Ya en su momento calificó a algunos países latinoamericanos como «shit holes» (hoyos de mierda, en castellano) y a los migrantes como ladrones, narcotraficantes y violadores. Aunque parezca imposible, hoy ha escalado esa virulencia verbal preparando el clima ideológico para la expulsión de millones de inmigrantes indocumentados, algo que, de concretarse siquiera en una mínima extensión, provocaría una crisis humanitaria de enormes proporciones. 

Pero además del riesgo que significa que Trump pudiera correr la suerte de Joe Biden y su senilidad, hay otro elemento que torna mucho más peligroso su retorno a la Casa Blanca: el elenco que constituye su primer círculo de asesores y ejecutores de sus políticas está constituido por halcones agresivos y especialmente interesados en precipitar un «cambio de régimen» en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y también acosar a China manipulando a Taiwán, amén de ser decididos partidarios de las políticas del sionismo en Palestina. Hay dos nombres clave en este tenebroso entorno: el del futuro secretario de Estado, Marco Rubio, y el del enviado especial para América Latina, Mauricio Claver-Carone. Ambos nacidos en la Florida y representantes de la mafia anticastrista que, apelando a los peores métodos, domina la política de ese crucial «estado fluctuante» cuyos votos pueden decidir una elección, como lo hicieran en el 2000. En esa ocasión el candidato demócrata Al Gore fue el ganador por el voto popular a escala nacional, pero perdió en el estado de Florida en donde los jueces luego de un par de meses de examen de un puñado de votos y actas de los distritos con mayoría de afroamericanos en ese estado dictaminaron que en Florida había ganado George Bush (h). El hermano de George, «Jeb», era casualmente gobernador de ese estado. Con estos antecedentes, poco bueno se puede esperar del dúo Rubio-Claver Carone, nacidos y criados en ese ambiente mafioso. Se sabe que Rubio hace años que sueña con una reedición de la invasión a Playa Girón y que Trump se entusiasma con la idea de combatir al narcotráfico en México bombardeando con drones sus enclaves territoriales, especialmente en Sinaloa. Pero el mundo ha cambiado y mucho desde la primera presidencia de Trump y hoy el multipolarismo es una pétrea realidad. Hay nuevas y muy poderosas reconfiguraciones de poder a escala internacional –el BRICS es solo una de ellas– y Estados Unidos no podrá hacer lo que a Trump se le venga en gana. Por eso parece poco probable que su incendiaria palabrería pueda traducirse en hechos concretos y duraderos, más allá de algunos gestos espectaculares. En todo caso, en pocas semanas podremos someter a prueba estas hipótesis. Mientras, la voz de orden en Latinoamérica y el Caribe debe ser: «¡En guardia!».

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