9 de octubre de 2013
El director artístico del Centro Cultural de la Cooperación dio a conocer su nuevo libro, que conecta a su universo personal con la realidad. La mirada de los presentadores sobre la obra.
Lo público y lo privado se pueden presentar como pares de una antinomia, pero el límite entre ambos se desdibuja frente al prisma de la realidad desde la que se los percibe o vivencia. Esto lo sabe bien Juano Villafañe, nacido en Quito en 1952, en plena gira de la inigualable troupe conformada por sus padres, Javier Villafañe y Elba Fábregas, artistas del retablo, de la palabra y de la imagen. 60 años más tarde, Villafañe viene a dar cuenta de lo vivido y aprendido con Públicos y privados, poemario editado por el sello independiente Melón Editora.
Desde 2001, Villafañe se desempeña como director artístico del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, lugar elegido para dar a conocer públicamente su último libro. Pero toda su vida estuvo dedicada a la cultura: participó del taller literario «Mario Jorge De Lellis» en los años 70; fue cofundador de las revistas de literatura Tientos y diferencias (Quito, 1979) y Mascaró (Buenos Aires, 1983); y dirigió el espacio Liberarte, Bodega Cultural desde 1987 hasta 2002.
El pasado 25 de setiembre, frente a una sala Solidaridad colmada, se llevó a cabo entonces la presentación de Públicos y privados. «Yo me pregunté por qué Juano nos convocó a nosotros a esta presentación, sus compañeros del departamento Artístico: Carlos Juárez Aldazábal al frente del Espacio Juan L. Ortiz, Mariela Ruggeri al frente del área de Danza y yo al frente del área de Investigaciones en Ciencias del Arte», planteó Jorge Dubatti durante el encuentro. «Y se me ocurrió pensar que Juano lo hizo porque piensa la poesía como una actividad contigua a la gestión y a la política cultural», completó el escritor y crítico teatral.
Para Dubatti, lo anterior «tiene que ver con el problema del artista pensador, lo que podemos llamar el artista-investigador o el investigador-artista. Es decir, el que produce pensamiento en su obra, para hacerla o a partir de ella: el artista como un productor de pensamiento y de saberes específicos, como intelectual. Un pensamiento producido desde el arte, que articula la producción artística con la política y la acción de gestión. Podríamos hablar entonces de un poeta teórico del arte, poeta gestor artístico, poeta político cultural o, simplemente, poeta político».
Más allá de cualquier definición, Villafañe es un escritor que ha publicado libros como Poemas anteriores (Editorial de la Universidad del Ecuador, 1982), Visión retrospectiva de la botella (Libros de Tierra Firme, 1987), Una leona entra en el mar (Ediciones del Dock, 2000), Deconstrucción de la mañana (Ediciones Atuel, 2006) y Los Villafañe. Poesía Familiar (Ediciones Colihue, 2012), compilación de poemas propios y de sus padres.
En Públicos y privados, señaló Juárez Aldazábal a su turno, «aparece un juego de miradas, de recorridos, que van fragmentando una realidad para reconstruirla y rearmarla en otra parte. Y esa otra parte es el lugar de la poesía, que funciona como un dispositivo de la memoria, que va juntando los recorridos que hace el poeta, desde su Ecuador natal hasta llegar a este lugar, que es también el de gestor cultural. Una cuestión que, en mi opinión, no es más que una fachada, un disfraz del poeta que, en realidad, está captando ese mundo desde la experiencia política y vital que se transmuta en poesía. Pensar este libro es pensar una poesía que hable de lo entrañable, de la vida».
La poesía de Villafañe busca rascar la cáscara de las cosas para encontrar una verdad o lo que puede llegar a serlo: sabe que el mar no divide continentes sino que los une, y son las personas las que deben rediseñar las fronteras entre lo público y lo privado, entre lo propio y lo colectivo, entre el ser y el hacer. En uno de sus poemas, dice: «Antes de mi ingreso a la eternidad / iré hacia los días / para aprovecharlos en los asuntos y en los pendientes (…) Por eso antes hay que estar, consumir los días, lo que se sabe. / Se instala por necesidad, por bien de uno, por estima profunda. / No se abandona a la calle, a los suburbios, pero es ese el sitio». Para Villafañe, la poesía es refugio y barricada al mismo tiempo: es el lugar donde pensar el mundo, el prisma desde el que se ve el camino recorrido pero, sobre todo, hacia dónde se quiere ir.
En cierto momento, Dubatti precisó la génesis del libro con una anécdota: «En el poema que abre el libro, aparece una situación fabulosa que es la de leer ese poema frente a 15.000 personas en el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Juano se encuentra con esa situación, lo coloca a este dato en el comienzo del poema y dice que, frente al pánico, le pregunta al poeta Armando Orozco qué hacer. Y el poeta le dice como consejo: “Dedícaselo a una mujer del público”. Lo notable es que Juano lo hace, y entonces 10.000 minas levantan la mano, apropiándose del poema como destinatarias. Y a esto se le suma el chiflido de los hombres del público. Lo que aparece en el poema es algo muy interesante: no habría comunicación, en realidad, sino más bien una estimulación, un contagio, como decía Artaud».
—Jorge Freidemberg