Voces | ENTREVISTA A JULIA MENGOLINI

«La lucha es contra el odio organizado»

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Pablo Tassart

La coyuntura política, el impacto de las redes sociales y el feminismo bajo la filosa mirada de la periodista, fundadora de una radio que se instaló como alternativa informativa en los últimos años. 

Foto: Jorge Aloy

La periodista y conductora radial y televisiva, Julia Mengolini, mira a los ojos y no pierde tiempo al contestar: «la historia peronismo/antiperonismo se repite en los mismos términos. La gente que festeja este fallo es la que festejó a la Libertadora en su momento», reflexiona sobre la confirmación de la condena a Cristina Kirchner.

Mientras que sobre la posibilidad de que el Gobierno nacional vuelva a triunfar electoralmente, asegura contundente: «Si Milei, además de estar medio chiflado, resulta empoderado, es la peor noticia posible».

Esta mirada filosa, que le valió seguidores, pero tambien duros ataques en redes sociales, se ve reflejada en su libro Las caras del monstruo, escrito cuando iniciaba el gobierno de Javier Milei como un registro de sus ideas en ese duro momento, pero no tan solo a modo de catarsis, sino con variadas fuentes argumentales.

Referente feminista, asegura que la lucha de este sector puede dar «lecciones sociológicas» para alimentar otras luchas y teme por el efecto que las redes sociales pueden tener en los más chicos: «El ver siempre los mismos cuerpos puede deformar la percepción de la realidad».

–¿Qué te sugiere la condena contra Cristina Fernández?
–Es sumamente preocupante en términos institucionales. No solo para los kirchneristas. Porque es un golpe al estado de derecho, a la república y a las instituciones. También, incluso, a la política, porque esto es un golpe del poder judicial y económico. Por eso también me parecen muy torpes los festejos de un sector. Pero deben saber que el peronismo no se termina. Cada vez que le asestan un golpe termina reinventándose o fortaleciéndose. Sigue siendo una mala noticia para nuestro país, pero creo que por lo menos hay algunos signos de una nueva organización de algunos movimientos que pueden llegar a una mayor unidad y mayor consenso alrededor de Cristina. También hay que saber que esto no se resuelve de un día para el otro. Hay que moverse para reconstruir la organización y el poder popular, pero sabiendo que la pelea es de largo aliento.

–La marcha a 10 años del primer Ni Una Menos confluyó en apoyo con la de los jubilados y otros sectores. ¿Es un buen momento para rescatar aquella fuerza de movilización y relanzar el movimiento?
–Espero que no sea solo algo aislado. Me parece muy importante porque la lucha es una sola. Porque el monstruo es uno. En algún momento, buscando el título al libro, pensaba en distintas opciones, pero que en definitiva tendrá muchas caras, pero es uno solo el monstruo. Es de alguna manera el odio organizado. Que luego se expresa en distintas formas. Por eso es que la lucha tiene que ser una sola y por eso la marcha unificada es muy importante. Y en efecto está pasando. Porque la conmemoración de Ni Una Menos era un día antes, se corrió la marcha para que coincida y convocó a todos los sectores en lucha. Sin ninguna duda hay una voluntad de confluencia. Siempre hay que entender que la lucha es larga y que van a haber momentos de flujo y de reflujo. Yo no pierdo fe en que la lucha feminista es una lucha justa y contiene una lección sociológica para irradiar a todas las otras. Cómo esas pibitas con su pañuelo en la mochila terminaron siendo el motor por las condiciones edilicias de una escuela. Ahí está la lección sociológica. Ya con la sola organización las pibitas podían reclamar muchas otras cosas.

–En un capítulo del libro dedicado al feminismo aparecen los nombres de Shakira, Kristalina Georgieva y Christine Lagarde. ¿Cómo es que llegaste a ese cruce?
–Con la discusión feminista empezó a haber mucha confusión. Se confundió muchas veces la realización personal con un logro feminista. Al triunfo de una millonaria que hace buenas canciones y evade impuestos yo le veo muy poco de expresión feminista. Si no es para todas, no es feminista, es tuyo. Esto también con respecto de Lagarde y Georgieva, que por que sean las jefas del FMI, a mí no me parece un logro feminista. El FMI es una institución sumamente opresora de países como el nuestro. Entonces su logro qué me importa. Ellas son mis enemigas. Además, la letra: «Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan», a mí me dio mucha rabia, porque muchas compañeras lo tomaron como una especie de expresión propia. Pero la que factura es Shakira, no todas las mujeres. Hay toda una hipocresía y confusión. Lo que no implica negar el techo de cristal. Mirá el Poder Judicial, por ejemplo. Pero esas preocupaciones poco tienen que ver con las señoras que paran la olla en los barrios populares. Entonces ahí quería hablar de un feminismo popular para América Latina.

–Tuviste una controversia con Jimena Barón y su exposición de su cuerpo. ¿Qué reflexiones te deja a la luz de la sobreexposición en las redes sociales?
–En realidad, tiene que ver con los mandatos de belleza. Sobre el que el feminismo no aportó nada y sigue eligiendo mirar para otro lado. Es sumamente patriarcal y opresor. Es una jaula que los varones no tienen. Y yo creo que estamos cada vez peor. El mercado de la belleza está inventando cada vez nuevos mandatos para generarnos nuevos complejos y eso nos distrae mucho de lo importante. Porque el problema no es la vanidad ni la coquetería. El problema es estar perdiendo el tiempo en tratar de ser más flaca y más joven en vez de estar haciendo algo más significativo por mi vida y por la de los demás.

Foto: Jorge Aloy

–Pero también existe una presión social de tener cuerpos perfectos y vidas perfectas a partir de las redes y eso los chicos y las chicas son los que más lo sufren.
–Bueno, claro que se suma un aditivo epocal, que es Instagram, que empeora todo. Vos escroleás y ves solo un tipo de cara, un tipo de cuerpo y de una determinada manera, y si vos no encajás con eso que ves todo el día te vas a sentir acomplejado y excluido. Nosotros, ya grandes, lo podemos llegar a manejar. Pero yo no puedo entender cómo es criarse en ese ámbito digital donde existe un solo tipo de cara. Porque en la vida real somos más diversos. Esta uniformidad debe deformar finalmente muchísimo la percepción que tenemos sobre quienes queremos ser nosotras mismas.

–En tu libro le dedicas largos párrafos a X (ex Twitter). ¿Finalmente está sobreestimado o no?
–Creo que el problema es la sobreestimación. Que alguien «heateado» se haga demasiado problema con eso y termine lastimado. A mí me pasó y dentro de todo lo manejo. Y además creo que hubo una incidencia en las formas del debate público, que son muy dañinas. Hubo barreras que las comenzaron a romper los trolls en Twitter y termina habiendo un presidente que insulta como un chiflado y no pasa nada. Si le hubiéramos dado menos bola a las redes sociales, entonces no nos hubieran arruinado tanto la vida. Tanto lo individual como en lo público. Yo creo que hay que darle menos bola. Para tener una conversación normal sobre la realidad. Porque las fake news también son producto de las redes.

–Sobre los trolls hay dos frases dando vuelta: «En persona son cobardes» y «una sociedad cada vez más violenta e insensible ante la violencia». ¿Se contradicen o complementan esas dos ideas?
–Es que se dan las dos cosas. Hay una sociedad más violenta y cada vez más insensible ante la violencia. Y creo que las redes tienen un papel muy importante. Y el hecho de que los trolls, cuando los ves cara a cara arrugan, por supuesto que es así. Es más fácil patotear si no estas poniendo el cuerpo. Antes el anonimato los impulsaba. Ahora, desde que tenemos un presidente troll, asumieron cargos públicos y están en la Casa Rosada, entonces a algunos incluso les conociste la cara y el nombre. Sin embargo, cuando te los cruzás son unos cobardes. Porque en la vida real existen las consecuencias si vos me insultas en la cara. Esa es una verdad que no se la bancan, porque fueron criados también en la comodidad del anonimato. Hay que ver qué va a pasar cuando dejen de tener poder. 

–¿Te genera temor la deriva autoritaria del Gobierno? ¿Cómo lo creés más peligroso: ganando una elección o perdiendo y reaccionando descontroladamente?
–Yo no me puedo anticipar a la locura de Milei. Pero prefiero que pierda, sin ninguna duda. Tiene que ir perdiendo poder porque la sociedad tiene que ir reaccionando. Tiene que haber un freno a la «facistizacion» de la sociedad también. Tenemos que reestablecer los vínculos y la sensibilidad ente pares, más allá de la superestructura y la representación. Esa es la primera tarea. A mí lo que más me entristece cada vez que una elección resulta favorable a los libertarios, es pensar en que hay mucha gente votando eso, cuando ya se reveló lo que era. Porque es como ir al curandero. Te falló el médico y vas. Pero ahora ya viste que el curandero era un desastre. Seguir votándolo para mí es lo más triste de todo.

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