25 de julio de 2025
El nuevo director ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales analiza el avance de las ultraderechas, la integración regional y la importancia de los movimientos sociales y del cooperativismo.

En un contexto signado por un «retroceso democrático preocupante» y en medio de un «cientificidio» agresivo y permanente por parte del Gobierno, «Clacso propone tender puentes entre academia, movimientos sociales y políticas públicas. Queremos un Clacso más politizado, que se involucre en las dinámicas sociales, en los procesos de cambio y mucho más articulado con los movimientos sociales, con las organizaciones, los territorios y las comunidades», comparte Pablo Vommaro, a quien, en junio pasado en Bogotá, Colombia, la XXVIII Asamblea General Ordinaria del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) lo designó, por amplia mayoría, como director ejecutivo para el período 2025-2028.
Institución internacional no gubernamental con estatus asociativo en la Unesco, Clacso fue creado en 1967 y actualmente reúne 927 centros de investigación y posgrado en el campo de las ciencias sociales y las humanidades en 56 países de América Latina, el Caribe y otros continentes. «Como red del pensamiento crítico latinoamericano y caribeño, Clacso cumple un rol importante en la disputa política, social y cultural que estamos librando; no solo en la batalla contra el avance de las ultraderechas, sino también en la disputa por poder construir las herramientas interpretativas que contribuyan a una comprensión mayor de la realidad, con sentido transformador», sostiene Vommaro, posdoctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, doctor en Ciencias Sociales, investigador Asistente del Conicet y profesor de Historia (UBA).
«A veces estamos pensando en un discurso más nostálgico, más de volver a lo que era y para las juventudes “un regreso a” nunca va a enamorar.»
–¿Cuáles son los principales desafíos de Clacso en esta nueva etapa?
–Uno de los principales compromisos tiene que ver con fortalecer cada uno de los centros miembros que forman parte de Clacso; hacer una red mucho más capilar y participativa. Fortalecer la red Clacso como institución, pero además fortalecer el pensamiento crítico latinoamericano y caribeño, un pensamiento crítico, desde América Latina y el Caribe, situado también en una perspectiva Sur-Sur, desde el sur global, que pueda incidir en los procesos mundiales. Y eso tiene que ver con construir herramientas innovadoras de interpretación, explicación y comprensión del mundo para poder transformarlo e incidir en la transformación concreta. Queremos un Clacso que siga profundizando un feminismo transversal y un Clacso antirracista; un Clacso que sea capaz de enfrentar, pero ojalá también de contrarrestar, el avance de las ultraderechas.
–¿Cuál debe ser el rol de Clacso en lo que hace a la política latinoamericana?
–Sin duda un tema central son las democracias ante el ascenso de las ultraderechas, desde el norte, con Trump y sus políticas xenófobas, racistas e injerencistas, sobre Panamá, sobre Cuba y sobre otros países a los que les impone sanciones, como a Venezuela. El Gobierno de Trump envalentona a otros Gobiernos en la región, como al de Bukele, en el El Salvador; al de Milei, en la Argentina; como a los grupos bolsonaristas en Brasil; como a la ultraderecha en Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica, Colombia, Chile. Estamos en un continente en fuerte disputa. Clacso tiene que ser capaz de contrarrestar política e intelectualmente esos avances y dar una disputa de sentido.
–¿Por dónde debería pasar la agenda de las ciencias sociales en esta coyuntura?
–Los ejes más urgentes son trabajo, desigualdad, democracia, movimientos sociales, ambiente, desarrollo. Hay una agenda urgente también que tiene que ver con interpelarnos a nosotros mismos. Hay un desafío en estas agendas urgentes que es reconectarnos con la sociedad, con el movimiento social, asumir la cuestión social, saber que rigurosidad académica y compromiso sociopolítico no van enfrentados, sino que van de la mano. Hay que profundizar la articulación con los movimientos sociales, con las organizaciones, con los territorios, con las comunidades, porque en América Latina una de las tantas agendas pendientes tiene que ver con la integración regional.
«La importancia del cooperativismo tiene que ver con proponer un modelo alternativo no solo económico, sino también social.»
–¿Cómo debería configurarse una mayor integración regional?
–Una integración real desde los pueblos, no solamente de los Estados o desde los Gobiernos. En esa integración desde los pueblos las organizaciones sociales juegan un rol fundamental. Eso genera un posicionamiento mucho más autónomo, más soberano, mucho más poderoso de la región en la geopolítica internacional. Otro desafío, urgente también, tiene que ver con la cooperación internacional. Porque parte de las transformaciones –muchas veces regresivas– en la dinámica de la geopolítica internacional repercuten en la cooperación internacional. Es fundamental descolonizar la cooperación.
–¿Cuál es la importancia del cooperativismo en los tiempos que corren?
–La importancia del cooperativismo tiene que ver con proponer un modelo no solo económico, sino también social alternativo. Es decir, un modelo basado en la colaboración, la reciprocidad, en cooperar y no en competir. Un modelo de asociatividad que es incluyente, que no se basa en excluir al otro, sino que se basa justamente en la colaboración. Y creo que es un modelo no solamente económico, de producción o de producir bienes y servicios, sino también un modelo social, un modelo de organización social y una alternativa política a los tiempos que corren, a la dominación del mercado, pero también a una dependencia del Estado.

–Clacso participa con frecuencia en actividades y debates organizados por el Centro Cultural de la Cooperación (CCC). ¿Qué tipo de vínculo mantiene el Consejo con el movimiento cooperativo?
–Tenemos un vínculo muy estrecho y muy cercano con el movimiento cooperativo. Por un lado, el Centro Cultural de la Cooperación es centro miembro de Clacso, es parte de la red y eso realmente es muy valioso para nosotros. Pero, además, hay un vínculo orgánico, porque la propuesta de Clacso, de pensamiento crítico, transformador, emancipatorio, situado y propio, latinoamericano y caribeño, se entronca mucho con el movimiento cooperativo, que también propone una práctica y un pensamiento crítico para incidir o para trabajar en la realidad con vías a su transformación. Es una relación de estrecha cercanía; un vínculo orgánico entre una red como Clacso, de investigación, de formación, pero también de práctica para la acción, y el movimiento cooperativo, que propone modelos alternativos de producción y de organización social y también propone la transformación social, a partir de incidir en la realidad, poder transformarla de modo positivo.
–¿Cómo incidir desde las ciencias sociales en políticas públicas progresistas?
–Ahí también hay un desafío en cuanto a los formatos y los lenguajes. Es decir, cómo co-construir el conocimiento, o sea, cómo hacerlo mucho más participativo. Y cómo lograr que ese triángulo de academia, organizaciones sociales, políticas públicas dialogue más. Hay que trabajar mucho más colaborativamente. Es fundamental recuperar el pensamiento estratégico.
–¿Qué lectura hace del ataque del Gobierno a la ciencia?
–El ataque a la ciencia es un cientificidio y, también, en Argentina, un argentinicido, porque un país sin ciencia, sin tecnología, sin innovación, hoy no sobrevive. Estamos en una coyuntura adversa porque los Gobiernos de las ultraderechas lo que menos quieren es colaborar con el pensamiento crítico. Por eso me refiero a un continente en disputa. Están las ultraderechas, pero también tenemos a Brasil, Colombia, México, Chile, tenemos a Uruguay, tenemos una Bolivia en disputa, a Guatemala, a Honduras. En esa disputa tenemos que poder visibilizar estos escenarios también y ver cómo expandimos esas condiciones de posibilidad y cómo avanzamos entonces hacia un conocimiento crítico, emancipatorio y transformador que esté orgánicamente articulado al movimiento social y a los procesos de cambio y de transformación.
«Volver a encantar a las nuevas generaciones»
–«Muy hablados, poco escuchados», dice sobre los jóvenes. ¿Cómo incorporarlos al debate de ideas?
–Queremos un Clacso mucho más abierto a las juventudes; hay que incorporar a las juventudes, que nos están hablando a gritos y somos nosotros desde el mundo adulto los que no las escuchamos. Hay que volver a encantar a estas nuevas generaciones con un pensamiento crítico, transformador, emancipatorio, porque sin duda también hay una disputa en las juventudes.
«Hay que reconectarse con la sociedad, con el movimiento social, saber que rigurosidad académica y compromiso sociopolítico no van enfrentados, sino que van de la mano.»
–¿Cuál es esa disputa, específicamente?
–Las juventudes disputan sentido, política, lenguaje, códigos, disputan formas de participación y son disputadas también. Muchas veces las habilidades para interpelar y seducir a esas juventudes están más del lado de las ultraderechas que de los grupos progresistas, de las izquierdas o populares. Hay que poder reconocer un malestar que es generacional. Creo que la pandemia hizo mucho para afectar subjetivamente a las juventudes y esos malestares a veces no son tan interpelados por las fuerzas progresistas, sino que son más reconocidas e interpeladas por la ultraderecha, que se disputa el término «cambio» para pensar que el statu quo son los derechos adquiridos y que el cambio es retroceder con esos derechos.
–Una gramática en disputa.
–Hay una gramática en disputa, que es resignificar los derechos por privilegios. Esa reconfiguración tiene que ver con una disputa de sentido que hay que dar fuertemente en las juventudes. A veces estamos pensando en un discurso más nostálgico, más de volver a lo que era y para las juventudes «un regreso a» nunca va a enamorar. Lo que enamora es una perspectiva de futuro. Muchas veces los discursos más progresistas dicen: «Estuviste mejor en el pasado; acordate de lo bien que estábamos antes»; pero, ¿cuál es el proyecto de futuro? Hay que poder incidir en esas disputas subjetivas.