Sociedad

Nacer bajo el agua

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Un hospital público de Mendoza inauguró su primera sala de parto acuático que permite un mejor manejo del dolor, reducir el uso de la anestesia y de la episiotomía. Un modelo que respeta la libertad de las mujeres para tomar decisiones a la hora de dar a luz.


La nueva sala.
En el primer año hubo 31 alumbramientos, todos ellos sin complicaciones. (Gentileza Min salud Mendoza)

Parirás a tus hijos con dolor». El mandato bíblico muy de a poco retrocede, no solo frente al avance de la ciencia, sino también de la conciencia a favor de los derechos de aquellas mujeres que van a atravesar la experiencia de parir. Así, el concepto de parto respetado se pone en práctica al darles la posibilidad a las futuras madres de elegir de qué manera quieren vivir el trabajo de parto (deambulación, posición, analgesia y acompañamiento) y también la vía de nacimiento.
En concordancia con esto y alineados bajo la Ley de Parto Humanizado, Nº 25.929, sancionada en 2004 y reglamentada en 2015 por la entonces presidenta Cristina Fernández, los profesionales del Hospital Carrillo de Las Heras, Mendoza, inauguraron la primera sala de parto acuático de esa provincia, que cuenta con una bañera especialmente acondicionada, donde las mujeres pueden elegir dar a luz rodeadas de los profesionales y del familiar o acompañante que elijan. Mediante esta modalidad se procura que la llegada del bebé a este mundo sea lo más natural posible, se trata de evitar el uso de la anestesia y la realización de la episiotomía, es decir, el corte que se hace en la zona del periné para facilitar la salida del bebé.
«Este modelo permite que tengamos una sala donde se realiza todo el trabajo de parto y recuperación en un mismo espacio, amplio, donde hay además una bañera, que se va a utilizar también para hidroterapia y manejo del dolor en las contracciones del parto. El agua tiene múltiples beneficios, como por ejemplo permitir una disminución en el uso de analgésicos, acortar los trabajos de parto y disminuir los índices de episiotomía», sostuvo Diego Irigo, director del centro asistencial.
Según informó el profesional, la bañera se llena con agua a unos 37 grados, y se ubica a la madre recostada, semi flotando. Ella no solo está acompañada de sus afectos, sino que desde afuera los médicos, obstetras y enfermeras la asisten controlando que todo esté bien. De esta manera, los partos acuáticos conectan a los protagonistas con la forma primitiva de parir, alivian el dolor de la parturienta, ya que el agua funciona como analgésico, y hacen que el nacimiento sea lo menos traumático para el bebé, debido a que la temperatura de la bañera es igual a la que hay en la panza de la mamá. A su vez es fundamental que apenas nacido el niño tome contacto con su madre durante la primera hora sin que ninguna práctica invasiva se interponga, salvo cuando la vida del niño o la mujer corran algún tipo de riesgo.

Un encuentro feliz
Uno de los posibles temores de las embarazadas es que el bebé trague agua al nacer, pero esto no ocurre ya que al estar dentro del vientre materno rodeado de líquido amniótico el niño no respira, por eso cuando sale al agua tampoco lo hace, la respiración solo se producirá una vez que tome contacto con el aire.
«Este proyecto lleva cuatro años, un equipo de obstetras y ginecólogas de este hospital viajaron a capacitarse, a través de la Organización Panamericana de la Salud, al hospital Sofía Felman de Brasil, referente en esta materia, donde se está aplicando este modelo de trabajo de parto respetado con múltiples ventajas para la mamá», contó Irigo.
Claro que no todas las mujeres pueden realizar un parto bajo el agua ya que se deben respetar ciertas condiciones: ser una paciente de bajo riesgo, tener más de 16 años y menos de 45, haber tenido cinco controles prenatales como mínimo y que el bebé no pese más de 4 kilos ni sea prematuro.
Un informe de la Defensoría del Pueblo porteña advirtió que pese a la existencia de la Ley, solo en cuatro hospitales de la Ciudad de Buenos Aires se cumple con los lineamientos del parto respetado –hospitales Álvarez, Fernández, Penna y en la Maternidad Sardá– situación que «no termina en hablarle con amabilidad a la parturienta, sino en garantizarle a esa mujer un encuentro feliz con su hijo». Es fundamental que cada vez más centros asistenciales adhieran al modelo de maternidad segura y centrada en la familia, solo así se podrá poner fin a la violencia obstétrica, que va desde la soberbia profesional o la falta de contención hasta los comentarios irónicos y el uso de anestesia innecesariamente.

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