28 de octubre de 2025

Decisión. Sufragio en Chaco. Sorpresivo resultado a nivel nacional.
Foto: Pablo Caprarulo PDC
Sin dudas el del domingo 26 fue un inesperado triunfo electoral del mileísmo. La mayoría ciudadana que decidió ir a votar le otorgó un nuevo tiempo político al presidente, a pesar de su gestión cada vez más ligada al presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, y a los intereses de la gran potencia capitalista. Es dable aclarar que una parte muy importante de la ciudadanía no concurrió a las urnas, sosteniendo un fenómeno cada vez más severo de distanciamiento del sistema democrático y de la propia política. Pero más allá de este dato, a la hora de desentrañar las causas de este pronunciamiento hay dos elementos importantes a tener en cuenta, en el marco de un fenómeno multicausal que supera la posibilidad de esta columna.
Uno es que funcionó el relato del odio al peronismo, que es un modo de identificar a un culpable de los males que sufre el pueblo. Una vieja estrategia que vuelve a tener vigencia. El otro factor es el miedo al abismo que ocurriría si el plan «salvador» de Javier Milei, asociado ahora al Departamento de Estado de EE.UU., se estrellara contra la realidad. Algo así como «hay que sufrir un poco más hasta llegar a la meta que plantea el presidente». Precisamente ese esquema es el que logró atraer a un electorado de centro y de derecha que se había alejado el 7 de septiembre en la elección de la provincia de Buenos Aires. Ciertamente, se volvió a constituir el 40% histórico que conforma todo el espectro conservador en la Argentina.
Es palpable que la situación económica es mala para la mayoría de los sectores más humildes y buena parte de la clase media, que incluso está en plena caída libre de su nivel de vida y sus expectativas sobre el futuro. Pero así y todo la derecha política y mediática logró recuperar un voto de carácter ideológico que abreva en el antiperonismo –ahora transformado en antikirchnerismo– y en sectores sociales que han ido perdiendo su lugar en la escala social y no tienen anclajes en identidades políticas partidarias. Fenómeno este que no es nuevo, que en otros tiempos se caracterizaba como pérdida del sentido de clase y que también se expresa en otros países del mundo.
A esta situación contribuyó la frustración que se arrastra de Gobiernos anteriores, tanto los de derecha conservadora, como fue el macrista, como de Gobiernos populares que no respondieron a la expectativa de mejorar su vida, argumentando que «no hay condiciones» para generar políticas de verdadera distribución del ingreso a favor de las mayorías, extrayéndolo de las minorías enriquecidas.

Milei. El presidente intentará avanzar con las reformas laboral, previsional y tributaria.
Lo que vendrá
La oposición de Fuerza Patria fue firme y coherente en el Congreso Nacional, pero no presentó un programa de alternativa como forma de expresar una nueva perspectiva política que saque a la ciudadanía y al país de la emergencia social a que la ha llevado este Gobierno.
Ahora que el presidente de la Nación y la derecha orgánica a la que representa salieron fortalecidos es previsible que intenten ir por todo. O sea, por lo que llaman las reformas de base: la reforma previsional, la reforma tributaria y la reforma laboral.
Otro tema que surge tanto desde el Departamento de Estado como de los voceros mediáticos locales y las grandes organizaciones que representan a las corporaciones argentinas, es que les resulta imprescindible asegurar lo que denominan «gobernabilidad». Un eufemismo que en realidad expresa el sostenimiento sin sobresaltos peligrosos del actual modelo económico y político.
Este resultado, entonces, también conlleva la continuidad de la política de reducción de lo que se denomina «gasto social» para asegurar el pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y los prestamistas privados.
Por último: este apoyo de Estados Unidos fue el más manifiesto de la historia, por lo tanto favorece los planes estratégicos de la gran potencia, que se expresan en una base militar en el sur, una política de enfriamiento del vínculo con China y que nuestro país se transforme en ariete en su táctica general para América Latina, con epicentro en Venezuela, Colombia, Nicaragua y Cuba, aunque también de hostilidad hacia los Gobiernos progresistas del México de Claudia Sheinbaum y el Brasil de Lula da Silva.
Esta inesperada derrota electoral del peronismo y sus partidos aliados desnudó un conjunto de situaciones que estaban soterradas, esencialmente mutaciones ideológicas que vive la sociedad. Así, el reto de los sectores progresistas es parecido al de siempre: interpretar la demanda de las mayorías para representarlas en las luchas sociales y políticas que inevitablemente van a venir, construyendo una auténtica unidad, sustentada en ideas y propuestas programáticas.
