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Detrás del «récord» exportador

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Cristian Carrillo

Anclado en la performance de los commodities, el perfil del crecimiento de las ventas al exterior no hace más que poner en evidencia la debacle del conjunto del aparato productivo.

Agro. Los granos concentran casi el 40% del total; el 26% corresponde a soja.

Foto: Marcelo Manera

Declaraciones recientes del ministro de Economía, Luis Caputo, volvieron a disparar críticas por la liviandad con que analiza el tipo de cambio y la «salud» del comercio exterior argentino. En un posteo en redes sociales, el funcionario celebró que el país atraviesa «niveles récord de exportaciones» aun con un tipo «de cambio atrasado», como respuesta a los economistas y empresarios que advierten que el dólar oficial se encuentra atrasado y erosiona la competitividad.
Caputo publicó un gráfico general, sin desagregar por sectores, ni detallar qué complejos productivos están impulsando esos supuestos récords. Tampoco respondió preguntas. Pero los datos oficiales –incluidos los del propio INDEC– muestran un cuadro mucho menos contundente del que el ministro intenta instalar: las exportaciones crecen porque crecen los granos y crece la energía, actividades de bajo valor agregado y escasa generación de empleo.

Si se descontaran esos dos motores, el saldo comercial argentino sería deficitario, en particular por la caída de exportaciones industriales y la creciente dependencia de importaciones de bienes finales, equipo durable y tecnología.

En consecuencia, la «revolución exportadora» a la que alude Caputo no es un fenómeno generalizado de la economía, sino el resultado de dos sectores basados en recursos naturales que operan bajo lógicas propias –altamente dependientes del clima, de los precios internacionales y de un nivel de inversión ajeno al resto del aparato productivo– y que no compensan la fragilidad del resto del entramado productivo.

La economía local está lejos de haber logrado una recomposición en su estructura exportadora que habilite el optimismo oficial. Por el contrario, la concentración es hoy mayor que hace una década.

Producción hidrocarburífera. Gracias a Vaca Muerta, el año cierra con saldo superavitario en la balanza energética.

Foto: NA


Los ganadores
El agro y la energía explican alrededor del 70% de las ventas externas, según los últimos números acumulados entre enero y octubre. El complejo sojero por sí solo representa el 26% del total exportado en 2025, unos US$ 17.000 millones. Si se suman maíz (9%) y trigo (4%), los granos concentran casi el 40% del total.
El otro gran actor es el sector energético, cuya transformación a partir de Vaca Muerta generó un salto exportador histórico. Pasó del 6% al 11% del total en apenas tres años, y sigue creciendo. En 2024 marcó ingresos por US$ 9.700 millones y en 2025 ya superaba los US$ 6.000 millones hasta octubre, consolidando un saldo superavitario en la balanza energética que no se veía desde principios del año 2000.

Así, cuando Caputo habla de «exportaciones récord», en realidad exhibe una cosecha muy buena –en un mes en que además se eliminaron las retenciones para las ventas externas de granos– y una producción hidrocarburífera en expansión. Pese a la mejora de estos dos sectores, las exportaciones del resto de los complejos industriales argentinos se encuentran estancadas o directamente en retroceso.

La discusión sobre el tipo de cambio, entonces, debería basarse en la competitividad del conjunto del aparato productivo y no solamente en la performance de commodities. Un tipo de cambio apreciado puede ser funcional a un país que exporta energía y alimentos con bajo valor agregado, porque su competitividad depende más de la disponibilidad de recursos que del costo local en dólares.

Pero para el resto de la economía argentina –especialmente la industria manufacturera– la apreciación cambiaria es un golpe directo. La evidencia empírica del último año lo muestra: cierres de plantas, reducción de líneas de producción, sustitución de bienes nacionales por importados y caídas de las exportaciones industriales.
Los informes privados que circulan en la propia Secretaría de Comercio describen una tendencia ya conocida en períodos de apreciación cambiaria: aumento significativo de importaciones de bienes finales y caída de la producción local en ramas intensivas en mano de obra o con márgenes ajustados. De hecho, varias firmas multinacionales decidieron cerrar plantas locales o reemplazar producción argentina por importaciones, con la consiguiente pérdida de empleo industrial. Ese fenómeno no aparece en los gráficos celebratorios de Caputo, pero sí en los balances del sector privado.
El tipo de cambio barato abarata la compra de insumos y bienes finales importados, pero también hace más costosa –en dólares– la producción nacional, presionando sobre los márgenes y reduciendo las exportaciones industriales, que ya venían debilitadas.

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