25 de diciembre de 2025
Con la crisis económica como telón de fondo, los sellos independientes afinan el lápiz y ensayan estrategias alternativas para que sus títulos finalmente lleguen a los lectores.

Resistencia. Para Marín, de Desde la Gente, a pesar de las dificultades los «lectores no renunciamos a los libros».
Foto: Jorge Aloy
Antes de fin de año la Cámara Argentina del Libro publicará, como todos los semestres, su informe sobre la actualidad del mercado editorial. Serán los números duros –en todo sentido– pese a que no releven exactamente cuántos libros se vendieron en la segunda mitad de 2025, ya que abarca solo los canales formales. Como toda estadística, tiene deficiencias. Frente a este menú de datos, los editores pueden tener perspectivas variadas y una mirada cualitativa a partir de diferentes catálogos, respaldo económico, tamaño relativo y otros factores.
Al frente de Ampersand, Diego Erlan sostiene que «editoriales independientes, como la nuestra, tienen una pequeña comunidad de lectores y es un desafío constante ampliarlo y llegar a nuevos públicos. Los precios se han “estabilizado” y sabemos que, para gran parte de nuestra comunidad, el libro no es tan accesible como antes. Naturalizamos esos precios, pero también sabemos que son más altos que el precio del mercado internacional».
Miguel Balaguer disiente: «Me encantaría decir que la caída que se inició en diciembre de 2023 encontró el piso, pero no quiero ser optimista, creo que todavía se sigue cayendo». Por su parte Javier Marín, de Desde la Gente, considera que «más allá de lo que digan los índices de inflación, el aumento de cuestiones básicas como prepagas, estudios, servicios, etcétera, hace que los consumos de cada uno tengan que competir entre sí. Y tanto lectores como editoriales nos vamos adaptando a ese contexto».
Bastión cultural
La ecuación entre la crisis económica generalizada y el libro no es lineal. Para Manuel Álvarez, de Marciana, «por suerte todavía sigue siendo un bien preciado en el país: aunque el ajuste pegue en el bolsillo, el que es lector siempre se guarda algo, lo que sea, que le alcance para un libro. El libro hoy va contracorriente, es como el último bastión de una época para muchos mejor, que ya no existe». En la misma sintonía, Marín agrega que «en general, el público interesado compra más de lo que lee, no solo por las ventas, sino porque es parte de la dinámica por la que un libro suma nuevos lectores». Para Erlan, «son tiempos de consolidación de la comunidad de lectores, y en ese sentido los catálogos editoriales pueden ser verdaderos refugios y espacios de discusión, pero a su vez de atomización».
En los últimos años han aparecido mecanismos de comercialización que suscitaron esperanzas en el sector, como la venta online y las ferias. Aquí de nuevo las experiencias difieren. «Las ferias pueden tener hoy un poco más de peso para nosotros, pero sobre todo porque el canal natural, las librerías, acusan una caída pronunciadísima. El único canal que creció y puede hacer una diferencia importante son los clubes del libro», señala Balaguer. A su turno, Álvarez cuenta que con Marciana «estamos en varias ferias, pero con la que siempre damos un salto es la FED. Después, algo que nos viene impactando positivamente en los últimos años son los clubes de lectura que eligen algún libro nuestro, eso también ayuda mucho porque suelen pedir varios libros y te cambia la ecuación». Erlan detecta un fenómeno diferente: «Notamos que, a diferencia del año de pandemia y los posteriores, vuelven a tener un gran caudal de ventas las cadenas. Los circuitos alternativos tienen mucha fuerza, pero también convocan a sectores muy golpeados económicamente».
En cuanto al futuro más o menos inmediato, Balaguer es categórico: «No espero demasiado si no hay un cambio en la economía de los grupos sociales que tienen formación y acceso a los libros. Sin una mejoría en esos sectores no veo demasiadas posibilidades para el mercado del libro». En tanto, Erlan plantea que «siempre el foco está puesto en que nuestros libros generen una conversación. El desafío es que en esa conversación participe la mayor cantidad de gente posible y no solo en los espacios de nicho».
Marín considera que es difícil que «vuelvan rápidamente esos tiempos en los que era más fácil apostar a subir la cantidad de títulos o tiradas; pero tampoco creo que vaya todo en picada, no porque tenga esperanzas en que mejore la economía, sino porque como lectores no renunciamos a los libros, aunque haya que rebuscar la estrategia». En una síntesis no empobrecedora, podría decirse que los sellos apuntan a una selección de títulos más meticulosa, ya que el margen de error ha menguado en términos comerciales. No obstante, pareciera ser que los libros siguen teniendo una carga, un valor de uso que los diferencia de otras mercancías.
