Política | ESCENARIO PARLAMENTARIO

Milei, el ajuste y la política

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Lucía Aisicoff

El Gobierno cuenta por primera vez con un presupuesto votado en ambas Cámaras, aunque debió ceder para lograrlo. Entre cuestionamientos internos, aliados circunstanciales y la debilidad de la oposición real.  

Senado. Presupuesto aprobado tras arduas negociaciones con gobernadores y sectores aliados. El rol clave de Patricia Bullrich.

Foto: NA

Con la sanción definitiva del presupuesto en el Senado, Javier Milei logró tachar el objetivo más urgente de su hoja de ruta económica, pero el costo de esa victoria dejó al descubierto las nuevas cicatrices de su construcción de poder. Primero en Diputados, con su traspié al intentar incluir de prepo la derogación de las leyes de financiamiento universitario y discapacidad; luego en el Senado, con el artículo de Educación que encendió las alarmas e hizo que el oficialismo negociara contrarreloj para que no se cayera la ley. El presidente debió aceptar que, pese a su triunfo electoral en octubre, el Congreso aún es un territorio hostil donde debe mantener un sistema de alianzas que no podrá salir a dinamitar.

La aprobación no fue el trámite que imaginaban en la Rosada tras el éxito en octubre. Al contrario, fue un camino de ripio, marcado por la impericia y con varios señalados en la interna a raíz de los traspiés en ambas Cámaras. Al ministro Luis «Toto» Caputo le adjudican la idea de haber incluido en el proyecto de presupuesto la derogación de las dos leyes que encendieron la polémica. Sin embargo, el funcionario hizo su planteo ante la «mesa política» y ninguno de sus siete integrantes planteó objeciones a la posibilidad pese a que la Ley de Administración Financiera establece en su artículo 20 que la Ley de Presupuesto no puede derogar o reformar leyes vigentes. La mala praxis continuó con Martín Menem, a quien se le ocurrió que se votara por capítulos e incluir otros temas para poder blindar el XI, lo que derivó en una caída más fuerte de un conjunto de temas que necesitaba Milei para llegar a su déficit cero.

Después del fallido en Diputados, parecía que en el Senado la ley lograría salir fácil, pero se complicó en el tramo final por un artículo sobre Educación que desató críticas entre los senadores –principalmente los radicales– por el recorte de fondos previsto, mientras que los gobernadores moderados empezaron a presionar por más fondos y el pago de las deudas con sus provincias. El resultado fue que Patricia Bullrich llegó el viernes a la votación sin la certeza de que el presupuesto se convirtiera en ley. Superada la novela del Capítulo XI, la discusión se concentró en la eliminación de los pisos para financiar ciencia y educación propuestos en el artículo 30, y en el malestar de los gobernadores –principalmente los de Provincias Unidas– por el financiamiento de las cajas previsionales. El objetivo oficialista se cumplió finalmente, aunque a un costo más alto que el previsto.

Sin escribanía
Pese al cambio de composición legislativa y la situación mucho más cómoda para los libertarios, se chocaron con la realidad de que el Congreso no será una escribanía. Los gobernadores y aliados, oliendo la sangre de la mala praxis oficialista, subieron el precio de sus manos alzadas. El traspié en Diputados desconcertó al oficialismo, al punto de que muchos dejaron trascender que el presidente evaluaba vetar su propio presupuesto. Milei enseguida recapacitó, entendió el nuevo clima y la amenaza de vetar su propia Ley de Leyes se transformó en la promesa de «reasignación de partidas» para blindar el déficit cero. Una forma elegante de avisar que usará la lapicera para corregir lo que no pudo imponer en el debate, pero ya sin el margen para el desplante a sus aliados. El mercado y el FMI exigían una ley, y Milei, en un giro de realismo, eligió el orden legal sobre la pureza ideológica.

En este contexto, el mapa de alianzas quedó severamente dañado. La relación con el PRO atraviesa su momento más gélido. El «pacto de las cortinas» que se llevó a cabo en Diputados –donde LLA negoció con el kirchnerismo y los gobernadores del Norte la Auditoría General de la Nación (AGN) a espaldas de Mauricio Macri– abrió una grieta con los amarillos. Cristian Ritondo fue el encargado de denunciar la maniobra: aseguró que se trató de un pacto espurio con el kirchnerismo, que llevó a que Mónica Almada, por LLA, Pamela Caletti (alineada al salteño Gustavo Sáenz), Juan Forlón (de cercanía a Máximo Kirchner) esperaran casi hasta las 3 de la mañana detrás de unas cortinas para ser designados en la AGN en detrimento de Jorge Triaca, impulsado por el macrismo. El diputado hizo una denuncia judicial. La desconfianza es total, aunque muchos ponen en duda la puesta en escena: ¿el PRO se cobrará sus votos o sus legisladores seguirán levantando la mano sin más junto a los libertarios como hasta ahora?

Caputo. Al ministro le adjudican la idea de intentar derogar las leyes de discapacidad y financiamiento universitario.

Foto: NA

El foco también está puesto en la relación con los gobernadores. Milei se inclinó por la liga de mandatarios del Norte como garantes de su estabilidad, una decisión que lo llevó a descuidar su vínculo tanto con el PRO como con los mandatarios de Provincias Unidas. Osvaldo Jaldo (Tucumán), Gustavo Sáenz (Salta) y Hugo Passalacqua (Misiones) desfilaron por la Rosada en las últimas semanas. Se llevaron compromisos de obra pública y promesas de más fondos para sus provincias.

Milei decidió negociar hasta el final. La postergación de la reforma laboral para febrero y la marcha atrás con la derogación de la emergencia en discapacidad y los fondos de universidades son signos de un Gobierno que comprendió que debía elegir sus batallas. El presidente tendrá, por primera vez en 2026, un presupuesto aprobado en el Congreso, que tiene la impronta del ajuste brutal, aunque no en su versión original. En la Rosada se consuelan con que la oposición está débil y fragmentada. El peronismo aún no termina de lamerse las heridas de la interna bonaerense y no asoma entre los gobernadores un líder con la capacidad de imponer su liderazgo. En la votación del Senado quedó explícita la fractura del bloque. El PRO se resiste a ser fagocitado, pero su dirigencia se mueve incómoda entre la obediencia a Milei y la lealtad a Macri. La primavera postelectoral no se terminó, pero comenzó a enfriarse. Milei declaró días atrás que no vetaría el presupuesto, aunque admitió que buscará reasignar partidas para cumplir con su meta de «déficit cero». No aclaró si cumplirá con las leyes que buscó derogar, las que pese a estar vigentes se rehúsa a aplicar. El Congreso, tras el recambio de legisladores que favorece a LLA, sigue siendo un terreno hostil. La necesidad de una red de aliados se extenderá hasta el final del mandato. No será fácil, como quedó claro en las negociaciones frenéticas de los últimos días.

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