Cultura

Ficciones en el aire

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Las historias novelescas tuvieron su apogeo en el éter antes del arribo de la TV. El género hoy sobrevive en algunos segmentos de AM y FM. La opinión de Dolina y otras voces autorizadas.

 

Voz famosa. Julieta Díaz, una de las participantes del proyecto de Narrativa Radial. (Gentileza Narrativa Radial)

Mucho antes de que la imagen se convirtiera en el ombligo de casi todas las cosas, el radioteatro también tuvo sus quince minutos de fama. Con un nivel menor de obviedad que su sucesora televisada, la ficción radial supo marcar el pulso del éter vernáculo en la época de esplendor de la radiofonía. Luego llegó la televisión, que vino a patear el tablero del universo mediático. A partir de entonces, pocas historias volvieron a contarse al oído. No obstante, más de medio siglo después, hay quienes aún apuestan por recuperar el encanto de un género que cautivó y estimuló la imaginación de la audiencia local.
Para evitar la extinción de esta subespecie radial, en los últimos tiempos surgieron pequeños focos de resistencia. Por ejemplo, desde 2013, Narrativa Radial, un centro de formación y estímulo del relato radiofónico, impulsa la campaña «+ Voces + Historias», con el fin de reinstalar la ficción en las grillas de las emisoras. ¿El caballito de batalla? Una decena de piezas breves –en las que participaron importantes guionistas, actores y locutores– que se espera que circulen por la mayor cantidad de programas y emisoras posibles.
Si bien la escena actual ofrece algunos chispazos aislados en segmentos de ciclos de AM y FM, e incluso programas enteramente dedicados al género –como Las dos caratulas, con más de cinco décadas en el aire de Radio Nacional–, Marcelo Cotton, director de Narrativa Radial, pone en duda la idea de un «resurgimiento». «No hay muchos espacios nuevos. Sólo se mantienen algunos que ya existían. Muchas veces se trata de ejercicios de nostalgia, cuya referencia está en el pasado», apunta; una tendencia que, según Cotton, remite a un tipo de relación casi anacrónico entre los oyentes y la radio. «Hoy se escucha de otra manera. Por eso, proponemos que el radioteatro se amolde a esas nuevas reglas», agrega.
En tren de adecuarse, algunos realizadores encontraron distintas estrategias para mantener a las ficciones en el aire. Ya sea en vivo o enlatados, los radioteatros ganaron espacio en AM y FM dentro de programas más amplios, junto con las habituales secciones y columnas. En esos casos, el énfasis no está puesto en la historia sino en el rol del conductor, que suele interpretar algún personaje. «Es radioteatro basado en otro atractivo. No se crea una historia verosímil, aunque el oyente se divierte. La radio tendría que ser un espacio de creación de relatos reales, en el que el oyente se olvide de quién interpreta al personaje, como ocurre cuando va al cine», dice Cotton.
La experiencia de Diego Miller combina el gusto por el pasado y el presente del género. Por un lado, supo adaptarse a las nuevas exigencias del medio, como autor y voz de personajes que acompañaron a Mario Pergolini durante los 18 años de Cual és? (Rock & Pop), y los dos que lleva al aire Tenemos malas noticias (Vorterix), donde además se desempeña como conductor y guionista. Con la misma cintura, encaró su propia usina de puro radioteatro, Una gorda en babydoll, que compartió con sus eternos socios en el rubro, Emiliano Goggia y Santiago Bluguermann. «Es una forma de darle algo más producido a la audiencia; otra manera de escuchar un guión, una idea. Hoy en radio no hay mucha ficción, sino más bien consignas, temas y charlas con los oyentes», sintetiza Miller.
Fue mucho antes de La venganza será terrible, siendo niño, que Alejandro Dolina conoció la magia y el alcance de contar historias sólo con palabras. «No había más remedio que escuchar radioteatro. Con la radio en plena vigencia, casi no fue una decisión propia», cuenta el autor de Radiocine (Planeta) y Lo que me costó el amor de Laura (Planeta), dos libros con CD que reúnen operetas y comedias musicales breves, algunas estrenadas en el histórico ciclo que hoy se emite en la medianoche de Radio del Plata.
«Ahora no se escucha ficción en la radio», define. «Y cuando hay, existe un elemento de distanciamiento, al estilo brechtiano, para que uno no crea realmente que es ficción». Según Dolina, las producciones actuales incorporan «siempre algún cable a tierra con la realidad» que hace que el oyente «no las tome del todo en serio». «El radioteatro tal como se hacía cuando yo era chico, o incluso antes, con obras que pretendían dar un mensaje un poco más complejo, hoy no se hace», distingue.
Pero, ¿cuánta culpa tiene la tele de esa ausencia? A esta altura, Cotton sostiene que poca. «Después de tanto tiempo, que la ficción no reaparezca tiene otras razones. A partir de los 90, se produjeron fenómenos de concentración, que implicaron que muchos directivos no fueran gente de radio». Desde entonces, sostiene, la costumbre fue «reproducir formatos ya existentes», apostando todas las fichas a los conductores y ninguna a la producción de contenidos: «Los cambios en la radio no se piensan en función de las ideas, sino de las figuras que sostienen esos espacios». Miller, por su lado, aligera las responsabilidades: «El radioteatro es pura imaginación y, en ese sentido, no puede competir con la imagen. Hoy todo es más dinámico y hay que adaptarse».
¿Cómo aggiornar la ficción al nuevo pulso mediático? En términos prácticos, los consultados coinciden en que la mejor receta es reducir los tiempos (no más de cinco o seis minutos para no perder la atención del oyente), renovar los temas (con más humor y temas más cotidianos que coyunturales) y explotar el poder semántico de los efectos sonoros.
Si para devolverle a la radio su costado más creativo sólo faltan ganas, Dolina aporta las suyas: «Es mi vocación, y, al que tiene vocación artística, la ficción le sienta mucho mejor que el contenido editorial, que dar el clima o que informar un atascamiento en la General Paz». En tanto, Cotton sostiene que la «ficción abre la cabeza. Permite imaginar mundos posibles sin tener que ir a ningún lado».

Daniela Rovina

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