El aumento de la esperanza de vida plantea nuevos desafíos a las familias y los Estados. Dónde y con quién vivir es una de las preguntas más difíciles de responder cuando los problemas de salud menoscaban la autonomía de los adultos mayores.
12 de marzo de 2020
(Foto: Shutterstock)En buena parte del planeta las personas viven cada vez más años. El aumento en la esperanza de vida y la reducción de la fecundidad marcan para el siglo XXI un proceso de envejecimiento demográfico. Esto es válido no solo para los países del Norte, sino también para regiones como América Latina. Por eso resulta cada vez más imperiosa la puesta al día de políticas pensadas para esta franja de la población que crece y además cambia. Una de las cuestiones centrales para las y los mayores es la vivienda. ¿Dónde y con quién vivir a medida que se envejece? En los países nórdicos ya es un hecho absolutamente consumado, pero en otras zonas recién en los últimos años se empezaron a desarrollar emprendimientos habitacionales adaptados para adultos mayores, con diferentes tipos de servicios de acuerdo con las necesidades de cada individuo, lo que les permite vivir de manera autónoma. En Argentina son proyectos orientados sobre todo a un público de alto poder adquisitivo, pero también hay iniciativas estatales que pueden equipararse con otras de países como Suecia, que tiene prácticas modelo en la materia desde hace décadas.
Los mayores de 60 años componen el 14,3% de la población argentina. La proporción de quienes tienen más de 80 años es del 2,4% y este porcentaje creció un 31,9% del censo de 2001 al de 2010. Este cambio poblacional es acelerado, por lo que para el año 2050 se espera un hecho inédito a nivel mundial: las personas de 60 años y más superarán en número a niños y adolescentes. Claro que quienes transitan la llamada tercera edad no tienen las mismas características que esa franja etaria presentaba hace unas décadas. Una mujer o un hombre de 70 años hoy, en general, vive una vida bastante distinta que la de sus abuelos y abuelas en términos de expectativas, de proyectos, de posibilidades. La mirada sobre la vejez ha ido cambiando y hoy ya no son tan hegemónicos los estereotipos que suponen que es una etapa de enfermedad, inactividad, dependencia y libido bajo cero.
Lo cierto es que en Argentina las «viviendas asistidas» o los «hoteles asistidos» son propuestas para un público exclusivísimo, ya que su costo mensual puede superar los 2.500 dólares. En Europa también existen los proyectos de co-housing o viviendas cooperativas, que suelen ser emprendimientos inmobiliarios en donde varios aportantes sustentan no solo las cuestiones edilicias de la vivienda compartida sino también los gastos que tienen que ver con los cuidados, como enfermería o limpieza, por ejemplo. «Me da la sensación de que el co-housing está muy en el orden de lo comercial, suena más a una propuesta arquitectónica y no dice mucho acerca de qué hacer con el envejecimiento», señala la psicóloga Yanina Ceminari, docente en Salud Pública en la Facultad de Psicología de la UBA y especialista en políticas destinadas a la tercera edad. «No queda claro dónde se incluiría la fragilización, la capacidad funcional que empieza a verse afectada, que es inherente al envejecimiento. Pero con esto no quiero decir que la fragilización en la vejez lleve a la dependencia sí o sí. Cuanto más apoyos adecuados y oportunos, más posibilidades de evitar que alguien termine en la dependencia».
Necesidades de cuidado
Otra opción que tímidamente comenzó a implementarse en nuestro país son las llamadas «viviendas tuteladas», donde sus habitantes se manejan de manera autónoma pero con el acompañamiento adecuado para que puedan sostener su independencia. «Cuando empieza a hablarse de la tutela o de equipos de acompañamiento, eso es otra cuestión –reconoce Ceminari–, porque implica una propuesta real, con el diseño de un dispositivo que dé respuesta a las necesidades de cuidado que aparecen durante el envejecimiento».
Un ejemplo modelo de viviendas tuteladas es el que existe en la ciudad de Tapalqué, en la provincia de Buenos Aires. Luego de varios años de trabajo, en 2009 se inauguró el Complejo de Adultos Mayores (CAM), que hoy es un emblema de la ciudad. El CAM consta de tres servicios: un Centro de Día (donde se ofrece desayuno, almuerzo, merienda y actividades comunes como talleres de la memoria o teatro, entre otras), un Centro de Rehabilitación para la población general (con kinesiólogos, terapia ocupacional, psicólogos, profesores de gimnasia, todo lo que tiene que ver con la rehabilitación motriz o neurológica) y las residencias tuteladas para mayores de 60 años autoválidas.
Las viviendas de dos ambientes cuentan con aire acondicionado, heladera, calefacción por radiadores, anafes eléctricos y baños adaptados para personas con discapacidad. Además, los residentes tienen incluido el almuerzo en el SUM, adecuado a las condiciones de salud individuales.
Para la asignación de algunas viviendas se realizan convenios con PAMI y se ofrecen sin ningún costo para los beneficiarios. Otras son ofrecidas por la municipalidad para quienes lo soliciten, y en ese caso el residente abona un costo mensual que involucra un porcentaje de su jubilación. Ese pago, al igual que para quienes residen sin costo alguno, incluye, además de la casa, los servicios de gas y electricidad, el mantenimiento de la vivienda, enfermería diaria y control médico quincenal. «También se dejan viviendas para gente que es indigente y que no tiene ninguna obra social, si lo requiere el área de Acción Social del municipio», informa María Ángela García, una de las empleadas que lleva adelante el CAM. «Aquí todos tenemos conocimiento de cuidado domiciliario y de la tercera edad, desde el cocinero hasta el jardinero». En el CAM viven actualmente 36 residentes provenientes de Tapalqué, pero sobre todo de la Ciudad de Buenos Aires, Olavarría, Azul y Tandil. Algunas viven solas, otras en matrimonio, y algunas comparten la casa entre dos.
Graciela (75) vive en el CAM junto a su marido (73) desde mediados de 2013. Si bien su padre era oriundo de Tapalqué, ella vivía en la Ciudad de Buenos Aires, donde residen sus cuatro hijos y sus nietos y nietas. Luego de la crisis de 2001 Graciela y su familia perdieron su casa y todos los bienes materiales que tenían, por lo que tuvieron que empezar a alquilar y finalmente su marido se enfermó y terminó con un infarto masivo del que pudo sobrevivir en buenas condiciones de salud. Cuenta Graciela que a través de sus primas tapalquenses se enteró del complejo y rápidamente se presentó ante el PAMI para gestionar una casa para ella y su marido.
Por la mañana Graciela se desempeña como secretaria de la Asociación de Jubilados y Pensionados de Tapalqué y por la tarde descansa en su casa, «o salimos a caminar, o hago gimnasia o voy a natación, porque tenemos el natatorio municipal con pileta cubierta en el balneario». Durante las vacaciones de invierno y verano recibe a sus nietos y nietas, que se suelen quedar toda la temporada en su casa. Esta etapa de su vida, asegura, es «algo único, hermoso y divertido».