13 de noviembre de 2021
Julieta Laso
Ultrapop
Ancladas entre los 60 y 70, las canciones de La caldera tienen un hilo narrativo diverso. Uno de ellos es el cine: ahí está la escena de Graciela Borges bailando en La ciénaga mientras suena «Cara de gitana» (Diego Magal–Rubén Lotes); o Sandro con su gesto de seductor en «Corazón de Lobo»; o el faro definitivo de esta guía de selección con «Trapito» (Néstor Dʼalesandro). Sumado a esa decisión, Laso no pierde la mirada contemporánea y agrega además dos temas de Diego Baiardi, su socio compositivo, «Desatanudos» y «Muñecas». Y también uno de Lucio Mantel, «La sombra», que fue escrito exclusivamente para su voz. Una que, como dice Laso, suena a fonola con tierra y, de a poco, se consolida en el centro de una escena que la desea como intérprete. Tan magnética se volvió Laso que por su banda pululan los músicos más destacados del circuito del tango y la milonga. Por caso, en estas canciones dicen presente Noelia Sinkunas en el piano y Alex Musatov en el violín. Forman parte de la línea de fuego de la cantante, que se expresa desde el monte: agazapada, herida, feliz, desatada y enamorada. La caldera alude al pueblo salteño donde vive actualmente y también el lugar donde quemaban a las brujas. Almas dispersas que se reúnen en el fuego de este disco y, con el sonido macerado por el productor Pelu Romero, fundan una nueva línea de pensamiento de la música argentina.