10 de junio de 2015
A 40 años de la muerte del dictador Francisco Franco, el Estado español está a punto de dar vuelta una página. En mayo de 2011 miles de personas salieron a las calles abriendo una gigantesca ola de protesta contra los ajustes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), profundizados por el Partido Popular (PP). Desde el poder central pensaron que era una ola pasajera y que la espontaneidad del movimiento 15M acabaría por diluirse. Al año siguiente, el 11 de setiembre, una marea roja y amarilla inundó Barcelona desafiando al gobierno de Mariano Rajoy por Cataluña como un nuevo Estado en Europa. En Madrid pensaron que la protesta estaba focalizada y que no podría llegar a la capital.
En mayo de 2014 hubo otra ola inesperada, de color violeta, en las elecciones al Parlamento Europeo. Los cinco eurodiputados que consiguió Podemos fueron una sorpresa para propios y ajenos que vieron como esta nueva formación, asociada con el 15M, se convertía en la cuarta fuerza nacional más votada. Los dos grandes partidos no alcanzaron juntos por primera vez el 50% de los votos y se habló del «fin del bipartidismo».
La cuarta ola fue en las municipales y autonómicas. Ni el PP ni el PSOE pudieron mantener mayoría propia en las ciudades más importantes y prácticamente no pueden formar gobierno en ninguna de ellas. El PP, que gobierna con mayoría absoluta y que desde hace 24 años controla Madrid, tuvo en la capital apenas un concejal más que la coalición liderada por la exjueza Manuela Carmena que incluye a Podemos. Y en Barcelona ganó la dirigente social Ada Colau, encabezando una coalición que también incluye a Podemos.
No se puede comprender la actualidad española sin tomar en cuenta estas olas que crecen y crecen. El PP y el PSOE ya se están dando cuenta de que sobre las gigantescas olas viene surfeando Pablo Iglesias, el líder de Podemos, y que las olas pueden convertirse en un tsunami.