Cooperativismo | EL ADOQUÍN

La calle también es nuestra

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Tras superar dificultades, artesanos de Buenos Aires conformaron una cooperativa y ofrecen sus producciones en el tradicional barrio de San Telmo.

Chile al 300. La feria convoca a cientos de visitantes que cada domingo recorren los puestos.

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Cada domingo, el tradicional barrio porteño de San Telmo recibe a los trabajadores de la cooperativa El Adoquín que, ubicados en una feria sobre la calle Chile al 300, comercializan una diversidad de productos que reflejan la identidad cooperativa que los reúne. Pero esto es solo la cara visible de todo el trabajo que conlleva ser trabajadores de la economía popular en las calles.
Desde hace 12 años, la asociación que nuclea a artesanos, artistas, manualistas y microemprendedores recorre las calles del pintoresco barrio porteño, siempre con organización y gestión colectiva para hacer frente a las injusticias que dificultan su trabajo en la vía pública. La persistencia en los espacios, junto con el apoyo de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) –luego devenida en UTEP– lograron una negociación histórica para el sector, que los reivindica y reconoce legalmente como trabajadores de la vía pública. Hoy en día se encuentran en la calle Chile, anteriormente estuvieron sobre Defensa. Recorrer las calles y veredas del barrio también es parte de la disputa que implica llevar adelante una feria popular. Apropiarse de las calles fue para ellos reivindicar su forma de trabajo al igual que cualquier otra considerada como «formalizada».

La organización es la salida
Lo primero que destaca Graciela Olguín, delegada de la cooperativa, es la importancia que tuvo la cooperativa para cada uno de sus trabajadores: «Antes de ingresar al El Adoquín, los trabajadores no éramos considerados como tales y nosotros mismos nos creíamos eso». La organización se transformó en una salida a la falta de acceso a los derechos laborales que la situación que atravesaban les impedía adquirir. De esta manera, detalla: «Encontramos la necesidad de unirnos y organizarnos para hacer notar las injusticias que teníamos, solos éramos más vulnerables a que venga cualquier agente a sacarnos nuestro trabajo. Todo esto cambió cuando llegó El Adoquín; cambió nuestra mentalidad como trabajadores».
A lo largo de los años los cooperativistas enfrentaron desalojos y problemas judiciales. El Gobierno porteño los consideraba una feria ilegal y también tuvieron problemas con comerciantes del barrio. Una de las causas incluso llegó a juicio oral. «Nos hicieron muchas causas, hubo mucho boicot por parte de los grupos poderosos, nos quisieron hacer daño y nos hicieron un favor, porque el mismo juez dictaminó que todo era un invento, hoy nuestros referentes están sobreseídos». Uno de los principales problemas fue con algunos anticuarios del barrio. Para ellos la feria se había transformado en un estorbo, pese al flujo de turistas que producía en las calles: «Cuando se desocupó la calle, todo esto quedó desolado y nadie les compraba. Son locales comerciales pero la gente no iba porque iban a comprarle a los manteros», relata Humberto Oblitas, delegado. Tras estos acontecimientos, todas las causas judiciales de la cooperativa deberán estar por fuero laboral, un mecanismo que protege a los trabajadores y sus derechos. Hoy en día son pioneros en ser una feria con contrato tripartito entre el Gobierno de la Ciudad, el Ministerio de Trabajo y el de Desarrollo Social.
La superación de las dificultades es lo que los lleva a sentirse orgullosos de su trabajo y persistencia. Olguín define a la feria y la cooperativa como generadores de trabajo para ellos mismos y para el resto: «A pesar de que siempre nos quisieron tirar tierra, nosotros vamos a trabajar para llevar el pan a nuestros hogares y a muchos lugares más, los que antes nos decían que molestamos, hoy nos agradecen por hacer resurgir la zona, en especial los bares y restaurantes».
Actualmente la cooperativa está conformada por unos 70 artesanos, aunque Olguín destaca que antes del golpe que implicó la pandemia eran más de 100 los trabajadores. El coronavirus le pegó duro a la actividad: «Fueron meses de no vender nada, pero los pocos que estábamos seguíamos en la calle para no perder el lugar, entonces íbamos a bancar, a ser un puente hasta que las cosas cambiaran, nuestros ingresos dependen de los turistas».

Reinventarse siempre
Acompañados por la UTEP, lograron salir adelante con iniciativas innovadoras como llevar invitados a cada edición de la feria para incentivar al público a conocerlos o generar nuevos productos propios de la cooperativa más allá del trabajo individual de cada uno y así reinventarse de forma constante: «No podemos quedarnos solo con lo artesanal de antes, necesitamos hacer más cosas para llegar a la gente, necesitamos créditos y financiación y de a poco vamos consiguiendo esto», comenta Oblitas.
El panorama cambió. La progresiva salida de la pandemia y los esfuerzos hicieron que hoy la feria funcione con un sello personal, ofreciendo productos distintos. Además de la venta de los domingos, de lunes a sábados hay asambleas, reuniones y una gestión que busca día a día que El Adoquín crezca y funcione.
Toda su lucha y sus conquistas les permiten soñar con la idea de tener un vehículo propio que les permita reducir costos y tener un espacio físico donde cada artesano, artista y emprendedor pueda desarrollar su trabajo individual pero también cooperativo. Así se sostiene una cooperativa que lucha y conquista lo público desde lo colectivo. 

Cooperativa de Trabajo El Adoquín

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