24 de abril de 2022
Mujeres de la villa 21-24 organizadas en cooperativa producen remeras, barbijos y pañuelos con consignas de las luchas sociales de ayer, hoy y siempre.
Taller. Las asociadas destacan los beneficios del asociativismo para las tareas de cuidado.
KALA MORENO PARRA
«¡No sea cobarde! Luche como una Abuela», junto a un pañuelo blanco, «Feminismo disidente plurinacional», «Soy porque somos» o «Nuestro cuerpo, nuestro territorio» son algunas de las frases que se pueden leer en las remeras, sudaderas o musculosas que ofrece la cooperativa textil A pura estampa, que forma parte de Tejiendo Sueños, la cooperativa de la organización social La Poderosa. «Somos seis compañeras –cuenta Lola Tronelli, una de las asociadas– y, si bien tenemos un estatuto interno, al ser parte de La Poderosa en la Asamblea de la Villa 21-24 el estatuto que nos ampara es el consensuado a nivel general. Quienes estamos acá formamos parte de la Casa de Mujeres y Disidencias. Desde allí se pensó en la necesidad de construir de manera cooperativa, como respuesta a la falta de trabajo. Una acción concreta y política que tiene La Poderosa a más largo plazo». Tronelli es la única del grupo que no vive en el barrio, pero se siente totalmente identificada con él y es por eso que, igual que sus compañeras, luce con orgullo una remera con la inscripción «La Poderosa. Femenismo villero».
Una beba que recién aprendió a caminar da vueltas por el taller, es la hija de Dahiana Vargas, encargada de la parte comunicacional de la entidad. «La falta de oportunidades y un bebé en camino en principio y luego la dificultad para dejarla con alguien hicieron que me quede sin trabajo hasta que me sumé a la cooperativa –relata mientras amamanta a su hija–. Acá la puedo traer conmigo, puede estar en el patio jugando mientras yo trabajo, me permite ser madre y trabajar a la vez». Como parte de la tarea de comunicación, responde los mensajes en Instagram, arma los reels, toma pedidos, habla con los proveedores y, a veces, estampa. «Todas estampamos. Cada una tiene un rol y no a su vez», dice.
A pura estampa nació a comienzos de 2019, en un momento de crisis en el barrio, cuando el hambre acosaba. «Ya existían las cooperativas. Nuestra cooperativa “madre” es La Garganta y de ahí elegimos la economía social y popular para producir. Todas militamos en otras postas por la convicción que tenemos de transformar y construir», relata Tronelli. Bernardita «Nana» Dávalos es otra de las orgullosas integrantes de la cooperativa quien, desde la Casa de Mujeres y Disidencias, colabora también en postas de salud. «Antes estaba solo con proveedores –cuenta–, pero ahora me encargo del manejo de la caja: de hacer los pagos, de distribuir los dividendos y de hacer las compras». A la hora de comprar la materia prima «buscamos siempre un precio justo», agrega.
Beatriz García y Norma Martínez se incorporaron muy recientemente a la cooperativa y por el momento se dedican al estampado, un oficio que aprendieron rápidamente. Martínez tiene, a la vez, la aspiración de organizar un taller de peluquería, para lo que se formó, siempre dentro de La Poderosa y para el barrio.
Múltiples soportes
Estampados en batik, serigrafía en cartón, telas o papel son la principal actividad de A pura estampa. «Compramos los pigmentos y hacemos los colores, luego estampamos remeras, barbijos, gorras, tazas, cartón, papel», explica Vargas. Actualmente se encuentran en la búsqueda de formalizar la articulación de una forma más fluida y de reforzar la logística para poder llegar a empresas u otras organizaciones sociales. «Si bien nuestro cliente principal es La Poderosa, queremos distribuir en hoteles o en gastronomía porque tenemos buenas telas, utilizamos tintas al agua que están más comprometidas con la tierra y que no contaminan. Queremos apuntar a la venta por mayor más que a la unitaria», cuenta con entusiasmo Tronelli.
Lo que obtienen todavía no les alcanza para vivir, el ingreso se complementa con el aporte del programa nacional Potenciar Trabajo. Sin embargo, el orgullo de ser parte es inmenso. «Nosotras –cierra Tronelli– estamos acá porque necesitamos independencia económica, contención, redes de trabajo que sean asociadas, que generan empoderamiento y eso nos permite decir: este es mi trabajo, esta es mi máquina y esta es mi socia».