27 de abril de 2022
El actor y director estrena La ronda del trovador, una recopilación de poesía y teatro de época surgida en plena pandemia. La huella de La Banda de la Risa.
Vintage. El intérprete encabeza la pieza en el Espacio Experimental Leónidas Barletta.
PRENSA
Todas las noches Claudio Gallardou se va a acostar con la misma fantasía: que su nuevo espectáculo La ronda del trovador se consolide, crezca, atraiga al público y sume funciones. «Tengo muchas expectativas, a veces demasiadas, por eso trato de bajar los decibeles para no chocar de frente», dice el actor, director y dramaturgo. «Es entendible, hace dos años que me estoy rascando la panza, entonces aparecen los miedos de la juventud, esos nervios que hacía mucho no sentía. Pero aquí estoy con este espectáculo que escribí en tiempos de insomnio, incertidumbre, miedo y preocupación, como fueron los aciagos primeros días de la pandemia», agrega.
Como tantos colegas, Gallardou admite que nunca estuvo tanto tiempo «literalmente parado» en casi 50 años de carrera. «Estaba mal, en los meses más crudos del Covid no me hacía a la idea de cómo podíamos volver a actuar y a ver teatro. Creo que toqué fondo y esa percepción resultó, llamativamente, un impulso: me eyectó para crear y así nació este espectáculo con título vintage, que es una recopilación de textos, poesías y escenas de las comedias clásicas del Renacimiento, el Barroco y el Siglo de Oro español», describe. La obra se estrenó en el Espacio Experimental Leónidas Barletta, el cual durante décadas ocupó El Teatro del Pueblo y que el Centro Cultural de la Cooperación reinauguró a fines de 2021 con una programación que combina producciones nacionales y clásicos universales.
En aquellas veladas pandémicas aparecieron las primeras ideas. «Empecé a entusiasmarme con nada, pero me repetía una y otra vez: “Seguí por aquí, es el camino, no importa si estreno o no estreno nunca más. Hacelo por vos y por papá”. Porque, de alguna manera, esta obra, que finalmente vio la luz, es un homenaje al viejo, el gran José Adolfo Gaillardou, con “i” antes de la doble “l”», puntualiza. «Papá me transmitió sus genes de artista trashumante, que iba por los pueblos de La Pampa recitando sus poemas. Y así empecé a enhebrar la obra, con fragmentos de piezas que yo hice en algún momento como Sueño de una noche de verano, Arlequino y Don Giovanni, además de recreaciones escénicas que se entremezclan con canciones y juegos de vínculo con el público. Porque la pieza es también un tributo a la trova y la juglaría, verdaderos constructores del maravilloso oficio del actor».
Marca de origen
Hijo de actores, nació en Madrid casi por casualidad, cuando sus padres estaban de gira por Europa. Luego se mudaron a Uruguay y finalmente a la Argentina. El intérprete evoca sus orígenes y también sus años de formación. «No puedo no mencionar al enorme Agustín Alezzo, un maestro en el sentido más amplio de la palabra, que me inculcó al amor por el teatro y la admiración hacia el actor. Algo de todo lo que me dio pude devolvérselo cuando, siendo subdirector del Teatro Cervantes, lo convoqué para que montara la obra Jettatore. Y tampoco puedo dejar de destacar a Cristina Moreira, clave en mi vida, ya que me formó a mí y a toda una generación con las técnicas del clown, el bufón y el arlequín, además de la realización de máscaras».
Gallardou afirma que La Banda de la Risa, compañía de la que fue protagonista, forma parte de su ADN. «Me identifica no solo porque ese grupo nació en democracia, sino porque recorrió el teatro clásico en clave humorística. La Banda fue adaptándose a distintas tendencias teatrales. Empezó siendo un grupo de clown que trabajaba en la calle, después pasó al espectáculo gauchesco, de allí al varieté y por último investigamos la comedia del arte», enumera. «Si bien toda mi vida y mis afectos fueron parte de La Banda, que me marcó como intérprete y me lanzó al mundo, también soy de los que siempre miran para adelante. No me aferro al pasado, aprendí a soltar para poder volar sin tanto peso».