12 de agosto de 2015
Después de interpretar a grandes personajes del teatro, Horacio Roca encara un desafío en el CCC: darles vida a los versos del notable poeta, en el marco de un monólogo en el que se funden su vida y su obra.
Horacio Roca es uno de los grandes actores de la Argentina. Tiene una trayectoria notable: ha interpretado decenas de personajes de los más grandes autores de la dramaturgia mundial, de Shakespeare a Bertolt Brecht, de Samuel Beckett a Bernard-Marie Koltés, de Alberto Vacarezza a Mauricio Kartun. Viene de lucirse, en el Teatro Nacional Cervantes, en Mar del Plata y en gira nacional, con su versión del abogado defensor de Sacco y Vanzetti, aplaudido por el público y la crítica. Pero ha llegado en su carrera el momento de dar un giro, ya que a partir del 23 de agosto asume un nuevo desafío: encarnar la poesía de Raúl González Tuñón. Roca «será» González Tuñón, el poeta de La calle del agujero en la media y La luna con gatillo, que nació y murió en Buenos Aires (1905-1974), autor que hoy reconocemos como una de las glorias de las letras nacionales y latinoamericanas. Roca encarnará al poeta en el espectáculo unipersonal Tuñón (esquinas y banderas), que irá todos los domingos a las 20.30, en la Sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación.
–¿Por qué Raúl González Tuñón?
–Porque admiro su persona y su obra. Mi relación con Tuñón viene de la adolescencia. Soy nacido en los años 50 y, a principios de los 70, cuando estaba terminando el secundario, empecé a leer la poesía de Tuñón. Yo tenía 16, 17 años. Me encantó, era uno de los primeros poetas que leía, y su estilo fue determinante para un acercamiento placentero a la poesía: Tuñón me inició en el tema. Recuerdo que lo leía en una antología publicada por Losada a comienzos de los 70, que luego perdí. Después dejé de leerlo, pero unos 5 o 6 poemas de aquella antología me quedaron todo este tiempo en la cabeza.
–¿Cuándo volviste a reencontrarte con su obra?
–El año pasado, en una gira de Sacco y Vanzetti, hablando con un compañero al que le gusta mucho la poesía, se me ocusrrió hacer algo sobre Tuñón para el VII Festival Latinoamericano de Poesía del Centro Cultural de la Cooperación. Pensé en la sala del CCC que lleva el nombre del poeta y dije: «Tuñón en la Tuñón». En el Festival estrené Tuñón (esquinas y banderas) pero en la Sala Pugliese y, como vimos que funcionaba, decidimos hacer temporada a partir de agosto. Es la primera vez que hago un espectáculo de estas características, y es la primera vez, también, que me dirijo a mí mismo.
–¿Cómo viviste el reencuentro con los poemas de Tuñón?
–Me preguntaba qué me pasaría con sus versos, tantos años después, y si Tuñón no habría sido solo un poeta de mi adolescencia. Todo lo contrario. Conseguí la Poesía reunida de Tuñón publicada por Seix Barral y, junto con aquellas poesías que seguían flotando en mi cabeza, empecé a descubrir otras que en aquel momento no había valorado tanto. Me fui a las bibliotecas para leer toda su obra e informarme sobre su vida, sus ideas, sus viajes. Tuñón me volvió a enamorar.
–¿Cómo es el espectáculo Tuñón (esquinas y banderas)? ¿Decís los poemas como en un recital o componés en escena la figura de Tuñón?
–La poesía de Tuñón es genial, muy coloquial, casi de confidente, en la mayoría de sus versos aparece la primera persona. Una vez que tuve todo el material, cuando traté de darle una unidad, no quería la típica estructura de poema-corte-poema-corte-poema. Entonces los agrupé por temáticas, por climas, de manera que el espectáculo parece un monólogo. El que habla es Raúl González Tuñón a través de la primera persona de sus poemas. Sin forzar una imitación, soy Tuñón en su primera persona.
–¿Leés los poemas?
–Decidí no leer los poemas, sino memorizarlos. Eso lleva los poemas más al cuerpo, naturalmente. Si ponés un atril con las páginas, aparece otra percepción, muy diferente, más exterior y distante: estaría leyendo «eso» que está ahí, en el papel, fuera del cuerpo, eso que es de otro. Cuando llevás los poemas a la memoria, se genera otro lugar más íntimo: decís los poemas en nombre propio, tu voz y tu cuerpo son el poema, hacen el poema. Buscando profundizar esta idea de la primera persona y del monólogo, arranco con poemas que hablan de su vida, en una especie de relato autobiográfico: «Vi la luz en el barrio del Once…».
–¿Cómo es la puesta en escena?
–En escena solo están los elementos mínimos para la representación: una silla, un cubo a modo de mesita más abstracta, una botella de vino, un vaso de agua y una carpeta donde están los poemas, pero que no consulto. Despojamiento total. Creo que escénicamente no hace falta mayor despliegue, porque la gran protagonista es la palabra de Tuñón.
–La poesía de Tuñón está muy atravesada por su vida y sus viajes. Jorge Boccanera dice que en Tuñón la palabra «viaje» está ligada a la aventura, la vanguardia y la revolución.
–Estuve leyendo el libro Conversaciones con Raúl González Tuñón, de Horacio Salas, que es precioso. Y eso me acercó más al hombre, a su existencia y su pensamiento. Descubrí que hay una relación muy grande entre la vida de Tuñón y su poesía. Hay episodios, cosas, lugares que nombra en sus poemas. Sus libros son un gran diario de viaje. Tuñón era un gran apasionado de los viajes. En el espectáculo incluí una poesía que dice: «Porque el viaje es poeta», «Porque amar, soñar y luchar son viajeros». Hay otra en la que habla de llegar y partir: «La vida para mí es un siempre partir. Y un poco quedar».
–¿Esto relaciona la poesía de Tuñón con su actividad como periodista?
–En el libro de Horacio Salas, Tuñón le cuenta que cuando trabajaba en Crítica junto a Roberto Arlt, el director del diario, Natalio Botana, decía: «A Raúl hay que dejarlo libre». Le daba las notas para cubrir lo que pasaba en la Patagonia, en la Guerra del Chaco, en una huelga de cañeros en Tucumán. Era un periodista de exteriores, porque Botana respetaba eso que veía en él: su pasión por los viajes.
–Según Juan Gelman, Tuñón abre nuevos rumbos en la poesía hispánica, inicia un camino que grandes poetas latinoamericanos y españoles –Vallejo, Hernández, Neruda, Alberti– recorrerían después. ¿Cómo definís ese estilo, tan diferente al de sus contemporáneos Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Oliverio Girondo?
–Me gusta mucho de González Tuñón la diversidad. Tuñón escribe con la misma pasión con la que vive. Tiene poemas de amor, de contenido político, de viajes, de rescate de personajes y objetos, tiene poemas hermosos dedicados a la muerte de un títere, a una botella, a un barquito en una botella. Por un lado es muy internacional: París, Madrid, la Guerra Civil Española, los lugares que conoció en sus viajes; por otro, tiene un tono absolutamente porteño, argentino y porteño. Tiene algo lúdico y cinematográfico en la sucesión de las imágenes. Otra de las claves de su estilo está en la forma de articular la relación entre poesía y política.
–¿Cómo se da esa relación en Tuñón?
–Me gusta mucho desde dónde se mete con lo político en la poesía. La suya es una mirada muy poética sobre la política. A veces la poesía social puede ser muy dogmática, pero en Tuñón no es así. En el poema «Las brigadas de choque», Tuñón escribe: «Demos a la dialéctica materialista el vuelo lírico de nuestra fantasía», «Especialicémonos en el romanticismo de la revolución». En otro poema escribe: «Traigo la palabra y el sueño, la realidad y el juego de lo inconsciente, lo cual quiere decir que yo trabajo con toda la realidad». «Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y desde arriba fusilaré al mundo, suavemente, para que esto cambie de una vez», escribe, con su expresión inconfundible.
–¿Qué poemas integran la selección que se presenta en Tuñón (esquinas y banderas)?
–Por supuesto incluí aquellos que me aprendí en la adolescencia: «La luna con gatillo», «Escrito sobre una mesa de Montparnasse», «Canción que compuso Juancito Caminador para la supuesta muerte de Juancito Caminador», «Dictado en el entresueño», donde reflexiona sobre la creación, sobre el hecho poético, escribe sobre cómo escribe. También están los poemas de la Guerra Civil Española incluidos en La muerte en Madrid y La rosa blindada, «El poeta murió al amanecer», «Saudade con nombres y fechas», «Poema para un niño que habla con las cosas», que Tuñón escribió para su hijo. «Adolfo Enrique habla con las cosas,/ conversa con las flores de la tela estampada,/ con sus juguetes diminutos,/ con las navizas de un vecino huerto,/ con el durazno en flor pintado/ por el viejito Chi Pai Shi,/con el duende del techo,/ con la dama dormida del sillón/ –en la copia del cuadro de Picasso–,/ con un hilo de luz, con una sombra/ en la pared, y acaso,/ con otro niño igual, pero invisible,/ que se llama Futuro,/ y hacia él va cantando».
–¿Vio el hijo de Tuñón tu espectáculo?
–El hijo de Tuñón, Adolfo Enrique, vino a ver la obra en el Festival Latinoamericano de Poesía. Por suerte le gustó mucho la selección, según me dijo, porque advirtió que en el espectáculo digo poemas de Tuñón que en general no se dicen o se conocen poco.
–En su programación teatral el Centro Cultural de la Cooperación le ha dado siempre un espacio importante a los espectáculos basados en poesía. A lo largo de los años se han hecho Ahora somos todos negros, Los poetas de Mascaró, Con un tigre en la boca (Manual de los amantes), Patricio Contreras dice a Nicanor Parra y Las patas en las fuentes, entre muchos otros.
–Tuñón (esquinas y banderas) surgió de esa búsqueda de conectar el teatro y la poesía.
–El teatro encarna la poesía en el cuerpo del actor.
–Me parece que es un desafío importante para el actor, porque en este tipo de espectáculo poético el texto está mucho más en primer plano. En el teatro más tradicional, la palabra surge de la acción, la palabra está más integrada a la acción física. En los espectáculos basados en poesía, el texto mismo es la acción. Me fascina descubrir dentro del texto del poema el equivalente a las acciones jugadas corporalmente, los cambios de acción que hay adentro de la misma estrofa, en quince segundos. El teatro tradicional es más lento, en cambio el lenguaje poético tiene eso: en diez segundos instala un mundo.
–La poesía le aporta a la escena una teatralidad nueva, singular, no convencional. Hay además un teatro dentro de la poesía: personajes, voces, diálogos en los versos.
–El teatro, al decir la poesía en voz alta, permite descubrir esas complejidades de la poesía. Y disfrutarlas más. Pero requiere un tipo de actor que se mueva con facilidad en las complejidades del texto.
–De todo lo que investigaste sobre la vida de Tuñón, ¿qué es lo que más te llamó la atención?
–Me impresiona en Tuñón su voluntad de descubrir el mundo. Hay un primer viaje que hace a Santa Fe, siendo muy joven, por un empleo que le consiguió su padre. Tuñón todavía no había publicado ni el primer poema. Deja el Nacional Buenos Aires y se va a buscar la vida. A él le gustaba mucho una frase de Francis Bacon: «Contemplar el mundo». Y dice que eso fue como un leitmotiv para él. En Santa Fe le va mal, se emplea en una zapatería, va a parar a La Rioja, donde se queda unos meses. Desde sus primeros pasos aparece este impulso viajero en busca de no sé qué. Escribe: «En la esperanza de no sé qué fiebre, qué pasión, qué dolor, que un día vendrá para salvarme».
–¿La vida como aventura?
–Siento que su vida fue una permanente búsqueda, la búsqueda de algo que está más allá y que no termina de nombrar, a pesar de que nombra tantas cosas.
–Tuñón lo dice claramente: «De pronto entró la Libertad. La Libertad no tiene nombre, no tiene estatua ni parientes. La Libertad es feroz. La Libertad es delicada. La Libertad es simplemente la Libertad».
–Esto tiene mucho que ver, creo, con el espíritu mismo de la poesía de Tuñón.
–Hace exactamente 10 años, en 2005, con motivo del centenario del nacimiento de Tuñón, y justamente en la Sala Pugliese del CCC, el gran Alfredo Alcón –con quien trabajaste en más de una oportunidad– recitó poemas de González Tuñón.
–Lo sabía, me lo comentaron muchos amigos que tuvieron la suerte de escucharlo aquella vez. Alcón decía la poesía como nadie. Lo vi en Los caminos de Federico, que ahora está haciendo otra gran actriz, Cristina Banegas. Alcón comprendía en profundidad la teatralidad de la poesía de García Lorca. Para mí hacer Tuñón (esquinas y banderas) en el Centro Cultural de la Cooperación tiene mucho sentido, por diversas razones. Por la importancia que el CCC le da a la poesía. Porque en este edificio hay una sala que se llama Raúl González Tuñón. Porque en este mismo espacio Alcón homenajeó a Tuñón. Y porque, desde su nacimiento, el CCC es una apuesta a esas mismas cosas en las que creía Tuñón. Siento que estoy en el lugar justo.
—Jorge Dubatti
Fotos: Jorge Aloy