18 de mayo de 2022
Con la guerra en Ucrania como argumento de fondo, los países nórdicos anunciaron su deseo de incorporarse a la OTAN. Advertencia del Kremlin.
Helsinki. Sanna Marín y Sauli Niinistö, primera ministro y presidente de Finlandia, respectivamente, en el anuncio realizado este 15 de mayo.
SAUKKOMAA/LEHTIKUVA/AFP/DACHARY
Después de varios amagues y semanas de debates internos, Finlandia y Suecia confirmaron lo que todos sospechaban: ambos países iniciarán el proceso de incorporación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), poniéndole punto final a décadas de neutralidad. El drástico giro es uno de los tantos coletazos de la guerra en Ucrania y, aunque se escuda en la necesidad de lograr «estabilidad regional», echa aún más leña al fuego a un conflicto que se inició, justamente, por la progresiva expansión de la alianza militar hacia las fronteras rusas.
«Es un día histórico. Está amaneciendo una nueva era». Con esas palabras, el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y la primera ministra, Sanna Marin, anunciaron este domingo la decisión de echar por tierra la histórica postura de no alineación militar adoptada después de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo, dijeron, es fortalecer tanto la seguridad del país como la de todo el espacio europeo y contener un posible avance de Rusia, que comparte ni más ni menos que 1.300 kilómetros de frontera con sus vecinos nórdicos. De esa manera, y tras el papeleo burocrático que demanda la incorporación, la OTAN pasará a duplicar la extensión de territorios limítrofes con el Kremlin y podrá instalar sus bases en zonas desde las que un misil puede llegar a suelo ruso en cuestión de minutos.
A las pocas horas, el Gobierno sueco, encabezado por la primera ministra Magdalena Andersson, informó que seguiría los pasos de Finlandia. «Creemos que lo mejor para Suecia y la seguridad del pueblo sueco es que nos unamos a la OTAN», afirmó la líder socialdemócrata. Su país abandonará una neutralidad todavía más antigua que la finlandesa y que se remonta a principios del siglo XIX. Hace solo seis meses, el partido gobernante había aprobado mantener la tradicional postura a favor de la no alineación. El cambio de posición se explica por la guerra en Ucrania pero también por lo que marcan las encuestas en relación con un apoyo popular cada vez más mayoritario a la adhesión a la OTAN. Un dato que al Gobierno no se le escapa, sobre todo teniendo en cuenta que en septiembre son las elecciones generales.
Con Finlandia y Suecia adentro, la OTAN pasará a contar con 32 miembros y añadirá a dos países con un importante músculo en materia de Defensa. Ambos cuentan con servicio militar obligatorio –por lo que toda la población adulta puede ser convocada a un conflicto bélico– y tienen capacidades avanzadas en mar, tierra y aire. Así, la alianza creada en 1949 fortalecerá enormemente su presencia en el norte europeo: especialmente en el Mar Báltico, área vital de transporte fluvial; y también en el Ártico, una zona estratégica por su ubicación geográfica y por la presencia de recursos naturales.
Como miembro fundador, Estados Unidos fue uno de los países de la OTAN que más promovió la incorporación de Finlandia y Suecia. No solo por su carácter estratégico en términos geopolíticos, sino también por los jugosos negocios que podrá concretar de cara al futuro. Cabe recordar que en 2018 la Casa Blanca, el Gobierno finlandés y el sueco firmaron un acuerdo para afianzar sus vínculos militares e impulsar la venta de armamento estadounidense hacia esos dos países europeos, que vienen elevando cada vez más sus presupuestos en Defensa. Suecia, de hecho, fue la primera nación no perteneciente a la OTAN en adquirir el sistema de defensa antimisiles Patriot, de la compañía norteamericana Raytheon. Finlandia, por su parte, anunció a fines del año pasado que compraría 64 cazas F-35 de Lockheed Martin, emblema de la industria militar en Estados Unidos, para renovar su flota de aviones de guerra.
Blanqueo de imagen
La maniobra, sin embargo, es tan estratégica como peligrosa. Así lo aseguró el Kremlin cuando se enteró de los planes finlandeses y suecos para sumarse a la OTAN: consideró que se trata de una «amenaza» que pone en riesgo la seguridad del continente y cuyo único objetivo es promover la expansión de la organización transatlántica hacia las fronteras rusas. Ese fue el detonante de la invasión a Ucrania hace tres meses y lo que ahora, con el proceso de afiliación de Finlandia y Suecia en marcha, podría agravar aún más el clima de tensión que se vive en la región. Sin dar muchos detalles, desde Moscú adelantaron que habrá consecuencias y prometieron tomar «medidas de represalia, tanto técnico-militares como de otra naturaleza». Algunos importantes funcionarios hasta se animaron a hablar del posible inicio de una guerra nuclear.
El Gobierno ruso también cuestionó a Finlandia y Suecia por haber planteado un «cambio radical» en su política exterior y recordó que la historia de no alineación «sirvió como base para la estabilidad» en el norte de Europa. Sin embargo, la neutralidad de ambos es ya desde hace varios años bastante relativa. Si bien siempre optaron por mantener una política de diálogo con Rusia, y más allá de que recién ahora blanquearon sus intenciones de lograr la membresía formal, los nexos con la OTAN fueron estrechos desde los 90 en adelante. Los dos países se unieron en 1994 al programa de asociación para la paz de la alianza y posteriormente no solo desarrollaron ejercicios militares conjuntos, sino que además contribuyeron a las operaciones en los Balcanes, Irak y Afganistán.
Es por eso que algunos analistas sostienen que la decisión de ingresar a la OTAN ya estaba tomada hace mucho tiempo. Solo faltaba una buena excusa. La guerra en Ucrania cayó como anillo al dedo.