17 de noviembre de 2022
Tras 17 años en funcionamiento se convirtieron en cooperativa. En su espacio combinan arte, cultura y las acciones políticas de la comunidad LGBTIQ+.
Hace muy poco se convirtió en cooperativa, pero se trata de una idea y un proyecto que se viene gestando desde hace muchos años. La Asociación Civil y Cultural Brandon por la Igualdad y Equidad de Derechos y Oportunidades, hoy convive junto con la cooperativa cultural del mismo nombre en el barrio porteño de Villa Crespo. Una agenda de eventos que van desde shows de música en vivo a galería de arte itinerante o conversatorios, entre muchas otras actividades, hace de la «Casita Brandon» un lugar ideal para reunir todo aquello que representa y hace sentir en casa a la comunidad LGBTIQ+, tal como lo define una de sus fundadores, Lisa Kerner: «Es un espacio multifacético, artístico, cultural y activista».
Corrían los años 2000 cuando la escasa oferta «gay» estaba concentrada en el barrio de Palermo y los lugares ofrecían casi siempre lo mismo: música que no convocaba, guardias y baristas violentos u homofóbicos. A raíz de esto, un grupo de amigos decidieron romper con la lógica heteronormativa que regía hasta en los lugares «gay friendly».
Así, entre Lisa Kerner, Jorgelina De Simone y algunos amigos más, nacieron las primeras fiestas Brandon, con un agregado cultural y diferenciándose desde un principio con el resto de las fiestas, se comenzó incluyendo la palabra «gay» en el flyer y una estética diferente a las que había, ya que fue ahí donde vieron otra forma de activismo. Estos eventos crecieron poco a poco y derivaron en múltiples mudanzas por falta de espacio, entonces comenzó a moldearse lo que hoy es Casa Brandon, a través de algunos ciclos de cine y literatura nómades.
A medida que las fiestas se iban organizando, cambiando de espacios y de días, en paralelo se creó el portal web de Brandon, pero en 2004 sucedió una de las mayores tragedias para la cultura del país y de la Ciudad: la masacre de Cromañón. Los espacios donde sucedían los ciclos y fiestas cerraron, pero sirvió como empujón para que Brandon abriera su propio lugar, en el que reunieron todo aquello que contenía el portal web con los ciclos nómades y las fiestas, ahora con un espacio fijo. Lo nombraron en honor a Brandon Teena, un chico de 21 años que fue víctima de un crimen por transfobia en Estados Unidos, durante los años 90.
Desde el espacio, se venía pensando en el cooperativismo desde antes de la pandemia, pero les parecía dificultoso ya que no conocían experiencias similares. El aislamiento obligatorio «fue el puntapié que necesitaron para resurgir, ya que obligadamente tuvieron que repensarse para poder seguir manteniendo el lugar. El trabajo autogestivo e independiente siempre es un desafío, sobre todo por «las exigencias desde lo burocrático, lo legal y lo económico», como lo define Emma Harumi, que trabaja en la parte técnica de Casa Brandon.
Desde una articulación previa durante varios años con espacios similares, nació la campaña #EmergenciaCultural –que exigía fondos al Gobierno de la Ciudad para poder mantener los espacios culturales durante la pandemia– y surgieron reuniones con el Ministerio de Cultura porteño. A raíz de eso, el Ministerio articuló con el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) y apareció la categoría de «cooperativas culturales». Ya en pospandemia, cuando el equipo de Brandon fue al INAES, les comentaron acerca de la nueva categoría y les dijeron que les encantaría que Brandon fuera parte.
«El equipo encontró la suficiente madurez para preguntarse si queríamos seguir trabajando en un espacio que, más allá de todas las cosas que nos hacían sentir contentas y realizadas, también estaba necesitando unas políticas que fueran más horizontales», recuerda Emma Bê, host de Casa Brandon, y reconoce que en el cooperativismo encontraron una salida.
Espíritu crítico
Lo cultural cumple el rol principal, pero cada vez que alguien pasa por Casa Brandon puede sentirlo y definirlo de manera distinta. «Ha sido y es una escuela. No un lugar donde enseñar, sino en el que aprendemos cosas», define Emma Bê. La lucha por la igualdad de derechos tiene un papel principal, a través de la discusión, debates y preguntas, que son moneda corriente entre quienes trabajan en el lugar. «Lo más importante es mantener el espíritu crítico y poder hacernos las preguntas suficientes como para poder tomar decisiones al otro día. Al fin y al cabo, somos una familia y tan diversa como para poder hacernos esas preguntas».
Brandon es sede principal y lugar de nacimiento del Festival de Arte Queer (FAQ) que se realiza desde hace cinco años y ocupa varios días del mes de diciembre, con sedes en toda la ciudad, como el Parque de la Estación, PROA 21 o el Auditorio de Parque Centenario. Además, están articulando internacionalmente con otros festivales, uno en San Pablo y otro en Irlanda del Norte.
Brandon utiliza el arte como una «potente herramienta de transformación social», como define su presidente Lisa, mediante múltiples proyectos que van desde una editorial hasta registros audiovisuales, y además cuenta con la comunidad del Club Brandon, que sirve también para sostener el espacio mediante pequeños aportes mensuales de sus miembros, a cambio de distintos descuentos con proyectos autogestivos aliados.
«El activismo tiene la acción directa y, para producir un cambio profundo a nivel social, tenés que hacerle llegar una idea a la gente a través pequeñas acciones “sutiles” repetidas», explica Harumi acerca del «lado artístico» de Brandon, que ocupa gran parte de la agenda. Sin embargo, el activismo directo también es uno de los agregados que transforma al espacio en un lugar donde la gente de la comunidad LGBTIQ+ se pueda sentir contenida y cómoda.
El Frente Nacional de Lucha contra el VIH se formó en Casa Brandon, que también fue uno de los lugares en donde se discutían acciones para la sanción de la Ley del Matrimonio Igualitario o la de Identidad de Género. También se articuló con espacios como el bachillerato popular Mocha Celis para hacer una formación de Educación Sexual Integral a través de la «Escuela Brandon Mocha», o para la recolección de fondos cuando alguna situación externa lo exigió, como la realización de una colecta para que compañeras de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) se pudieran jubilar.