23 de diciembre de 2022
Desde hace más de diez años la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero despliega una actividad constante. Investigación y desarrollo de productos.
En la colmena. Complementos proteicos para abejas y miel para consumo humano.
Foto: Gentileza Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero
A solo 23 kilómetros de la ciudad de Bahía Blanca se erige Calderón, un paraje del partido de Coronel Rosales en el cual viven muy pocos habitantes, pero que se destaca por su actividad rural. En este sentido, se podrían citar como ejemplos un criadero de pollos, un establecimiento de cultivo de champiñones y una Cooperativa de Trabajo Apícola cuyo nombre es Pampero (CAP).
«La Cooperativa Pampero arrancó en 2012, si bien el proyecto comenzó mucho antes, cuando en el año 1996 el programa Cambio Rural, que dependía del INTA, comenzó a asesorar a apicultores del sudeste de la provincia de Buenos Aires», recuerda Gastón Firamonti, integrante de CAP y sin ningún cargo específico dentro de la cooperativa, ya que «todos hacemos de todo».
«Con el paso del tiempo –continúa Firamonti–, fue creciendo el número de apicultores que demandaba asesoramiento y con casi 300 productores se armaron más de 30 grupos que comenzaron a trabajar de manera mancomunada».
Conformados esos 30 grupos de trabajo fue el técnico del INTA Raúl Olleta quien propuso que la agrupación se llamase Pampero. «El viento nos une», fue el argumento irrefutable que dio para justificar el nombre y que fue aceptado sin dudar.
«De a poco se fueron gestando los principios de la cooperativa, que comenzó a tener respaldo propio», explica Firamonti, quien siendo bachiller agrario hace tres años, con 21 años de edad, llegó a CAP por medio de las redes sociales e interesado en el proyecto.
«En 2012 se constituye en forma paralela la Cámara de Apicultores El Pampero. Hoy en día son dos personerías diferentes que trabajan con un fin en común. La Cámara cuenta con 15 grupos de apicultores que son del sudeste de la provincia de Buenos Aires, pero también los hay en el Lago Puelo, Bahía Blanca y en el Alto Valle. Así que tanto la cooperativa como la Cámara fueron creciendo a la par», concluye el apicultor.
El principal interés de la cooperativa es la investigación y el desarrollo de productos que favorezcan el tratamiento y cuidado de la producción y sus productores. Como señalan desde su página web, desde el comienzo su objetivo giró en torno a lograr la autosustentabilidad a través de la democratización de los medios de producción. En estos momentos brindan asesoramiento técnico gratuito a más de 160 productores del sudeste bonaerense que integran la Cámara de Apicultores Pampero.
«Actualmente en la cooperativa somos entre 15 y 20 asociados, aunque siempre estamos intentando incorporar más gente porque hay mucho por hacer», explica Agostina D’Ambrosio, la ingeniera en alimentos que con 26 años de edad llegó allí hace siete meses, también motivada por la convocatoria que vio en las redes sociales.
«La cooperativa está dividida en cuatro comisiones –continúa–: Investigación, Intervención, Industrialización y Consignación. En mi caso, estoy en la Comisión de Intervención/Comunicación. Cada uno aporta su conocimiento, a la vez que va aprendiendo sobre otros aspectos de otras disciplinas. El trabajo es muy dinámico, difícilmente termines lo que tenías programado, porque siempre surge algún lugar en donde tenés que dar una mano».
«La comisión de Investigación es la que se encarga de realizar ensayos y de elaborar diferentes propuestas con posibles productos y mejoras», aclara Firamonti. «La de Industrialización se encarga de la producción y mantenimiento de las máquinas y de buscar nuevas alternativas para infraestructura y la de Intervención se dedica al desarrollo de protocolos de certificación de procesos productivos. También –señala el apicultor– está la comisión de Administración y Consignación que se dedica a la compra-venta y la parte administrativa, a la facturación y búsqueda de futuros clientes. Esa comisión es la que integro yo».
Con 70 colmenas, todas muy bien cuidadas, la cooperativa se centra tanto en la investigación como en la producción y lo hacen a través de su laboratorio veterinario que es el primero en el país dedicado a la apicultura: KalfuMapu.
«Nosotros lo que más hacemos es la fabricación de insumos apícolas que proveemos a todo el país y al exterior. Se le dedica gran parte del tiempo a la investigación», cuenta D’Ambrosio, que trabaja en la comisión de Intervención. «Por el momento lo que se busca es mejorar nuestro producto estrella, que es el acaricida orgánico Aluen. Hay otro producto, el Jatié que es un complemento proteico para las abejas, una tortita que se pone en la entrada de la colmena. También tenemos Cocco que es para la inserción de las abejas reinas y que ganó el premio Innovar, porque es un artefacto muy sencillo de usar y muy útil para el apicultor. Y después tenemos la miel que es para consumo humano. Siempre que el apicultor llegue con alguna nueva problemática estamos ahí para investigar».