9 de marzo de 2016
La inédita situación de cuatro partidos con fuerte representación parlamentaria ha llevado a los españoles a un callejón sin salida. Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que optó por una coalición con Ciudadanos –formación de centroderecha–, fracasó las dos veces que fue al Parlamento para ser investido presidente.
Desde las elecciones del 20 de diciembre España atraviesa un momento inédito. Ningún partido tiene mayoría propia para formar gobierno ni aliados cercanos que lo apoyen. El Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy obtuvo la mayor cantidad de votos, pero no los necesarios. El rey Felipe se lo ofrece, pero lo rechaza porque los números «no cierran». Solo no puede y cuando le propone una alianza al PSOE este partido la desestima. Después de la negativa de Rajoy, el rey le acerca la posibilidad de formar gobierno a Sánchez y este acepta. El PSOE inicia conversaciones con Podemos, Izquierda Unida y varias formaciones nacionalistas catalanas, vascas y gallegas. Los números «cierran», aunque los socialistas no están dispuestos a aceptar que los catalanes realicen un referendo para decidir si quieren quedarse o irse de España. Por otra parte, descartan abolir las reformas laborales impulsadas por el PP, lo que impide que la izquierda cierre con Sánchez. El PSOE va en busca de Ciudadanos, que no acepta el liderazgo de Rajoy. El PSOE y Ciudadanos presentan un documento de más de 60 páginas denominado Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso que tiene muy poco de progresista y mucho de continuidad de las políticas neoliberales. Podemos acusa al PSOE de ceder ante la derecha. Sánchez va al Congreso dos veces y sale con las manos vacías.
Pablo Iglesias, líder de Podemos, desafía a Sánchez a tener un gobierno progresista «de verdad», pero los puentes tendidos entre el PSOE y Podemos están cerrados.
España se encamina a nuevas elecciones generales, probablemente a fines de junio. Allí se puede dar un empate infinito. ¿Entonces? Nadie sabe.