19 de junio de 2013
Mientras el hábito de escuchar un CD en un equipo de música parece caer en desuso, los sellos discográficos y los artistas ensayan nuevos caminos en la era de Internet. El negocio y la calidad del sonido.
Pareciera que colocar cuidadosamente un CD en una compactera es una acción del pasado, una empresa encarada por nostálgicos. Intentar no rayar ni dejar las huellas marcadas sobre una circunferencia de 12 centímetros de diámetro sería un reflejo anacrónico. Hoy sólo basta cliquear desde la computadora o desde un celular en el botón de «Play» o «Descargar», para poder escuchar canciones a costos bajísimos o sin cargo. En los últimos años, mientras la comercialización del CD, la gran vedette de los 90, transita una estrepitosa decadencia a escala global, lo que crece es el mercado digital, con las descargas vía Internet.
Acá, allá y en todas partes, los artistas –desde los más populares a los emergentes– buscan la forma de adaptarse al mandato de los nuevos consumos. En Argentina, según CAPIF, durante el año 2012, las ventas digitales crecieron un 57% con respecto al año anterior. El mismo informe reza que ese mismo año las descargas legales por Internet tuvieron un crecimiento del 416% con respecto a 2011, impulsadas por la suba de ventas de temas, de álbumes completos y de otros paquetes de audio.
El sitio Taringa!, que hace poco parecía comandar el barco pirata de la descarga digital, se «blanqueo» y creó el sello 432Hz, un servicio de streaming para músicos a través del cual buscan, según sus directores, «generar un modelo de negocios acorde con estos tiempos». Tatu Estela, el responsable de Taringa! Música, afirma que están llevando a cabo «una nueva revolución industrial desde Internet. Es una forma de llegar a todas las áreas de la cultura, para lo cual es esencial que haya redes, colectivos de gente intercambiando».
¿La pérdida de la materialidad del objeto disco –que ha tenido una evolución desde el disco de pasta y vinilo, pasando por el magazine y el cassette, hasta llegar al CD– es un hecho? «Es un formato y una forma. La forma disco es lo que está en crisis: la estética de una secuencia significativa de canciones, unidas bajo la noción de álbum, con una gráfica unificada y un título que resume un concepto», expone el músico y especialista Jorge Sad. «Actualmente, una cantidad enorme de personas construye sus propias secuencias con los playlists de sus reproductores de PC, o saca de un disco sólo las canciones que le gustan y las recombina entre sí para escucharlas en el MP3», dice. Y continúa: «Yo sé que “The end” ocupa el anteúltimo lugar en el lado B de Abbey Road, o que Before and after science, de Brian Eno, tiene un lado rockero, el A, y un lado B tranquilo. Ese valor posicional de las canciones en un disco es lo que se está disolviendo», resalta.
Todo cambia
Fernando Fauszleger, al frente del proyecto digital Disco de Agua, sostiene: «Mal que nos pese a los que lo amamos, el disco es pasado, más allá de que sigamos consumiendo música en ese formato porque nos gusta “palpar” la música, ver el arte de tapa o leer las letras. La pregunta que debemos hacernos es cómo se distribuirá la música en el futuro cercano, porque tal vez sea gratuita y ya no haya mucha vuelta con eso».
El sugestivo título del último trabajo de la banda mexicana Café Tacvba es, justamente, El objeto antes llamado disco. «El nombre, más allá de ser un chiste, habla de los tiempos que está viviendo la industria musical con su cambio de formatos», señaló el guitarrista Joselo Rangel en la conferencia de prensa que se llevó a cabo para su lanzamiento. «Lo más importante es que, mientras van cambiando los formatos, la música continúa ahí. De qué forma se distribuirá, eso ya es otro asunto», agregó, a la hora de difundir un disco que puede descargarse de forma gratuita, siendo uno más de los artistas que entienden que por ahí también va el negocio.
Andrés Calamaro, Prince, Beck y Acorazado Potemkin, entre otros tantos músicos locales y extranjeros, dejan su arte disponible a un sólo clic. Un caso paradigmático en la materia es el de Radiohead, que generó una avalancha de descargas millonaria cuando en 2007 puso In rainbows al alcance de los fans a través de la Web: cada uno podía pagar por el álbum el precio que creyera conveniente, incluyendo la posibilidad de que la cifra fuera igual a cero. Según una muestra recogida por la revista especializada Record of the Day, sólo un tercio de los encuestados no pagó nada por el disco: el resto optó por desembolsar un promedio de 5,7 euros.
En el panorama actual, Internet ofrece alternativas para el negocio, en el seno de una industria discográfica que está en pleno reacomodamiento. Sin ir más lejos, en la última edición del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación, se lanzó la Plataforma Argentina de Música (PAM), un catálogo de exhibición de los sellos locales, disponible en una aplicación para tabletas, dispositivos móviles y web.
Los grupos y solistas también se plantean el modo de insertarse en el mercado de la música en formato virtual. «Hay varias formas para lograr que su trabajo esté disponible para la venta en las tiendas digitales o en servicios como Bandcamp», afirma Fauszleger. «Ahora, que sus temas estén disponibles para la venta digital no significa que se inserte en el mercado. Para esa instancia siguen colaborando y potenciando, como siempre lo hicieron, la promoción y la difusión que obtenga, algo que siempre ha sido más accesible para los grandes sellos y no para los pequeños o para el artista que se autogestiona», completa.
Con respecto a lo anterior, Sad aclara que «la noción de un mercado virtual parece implicar la existencia de una oferta y una demanda, pero lo que caracteriza a la música en Internet es una sobreoferta de producciones personales, en la que los receptores de los mensajes serían también otros productores. Como sucede en Soundcloud», ejemplifica el especialista.
Calidad y piratería
«Al formato CD y a Internet se los puso siempre en veredas opuestas, porque hay alguien que se está quedando sin su negocio», dice Estela, de Taringa! Música, quien afirma haberse puesto a trabajar en base a las necesidades del músico. «Para nosotros la guerra se acabó, ya está. Internet es una herramienta más que tiene que sumar, no hay que confrontarla con nada», sentencia. «El formato digital presenta un avance imbatible contra cualquier soporte físico», agrega Fauszleger. «En Argentina, la cantidad de música que uno puede bajar desde su casa es prácticamente ilimitada y gratis», afirma el productor que está al timón de Discos Wacala.
En cuanto a las condiciones propias de la reproducción digital, los puristas sostienen que hay una disminución en la calidad del sonido. «Se pierden detalles de la música que a un oyente exquisito pueden perjudicarlo», opina Fauszleger, pero aclara que «se gana practicidad y rapidez en cuanto a difusión y accesibilidad». «La escucha es un fenómeno misterioso», dispara el compositor Sad. «En mi música, la posibilidad de llegar inmediatamente a otros y comunicarme es enormemente placentera. De todas maneras, la presencia física, o el gasto que implica comprar un disco o DVD implica un grado de compromiso que no existe en el mundo virtual».
A esta altura de los acontecimientos, ¿tiene sentido seguir hablando de piratería? «La piratería es una situación que afecta, principalmente, a los músicos de llegada masiva y a los grandes sellos. Y no estoy seguro de que esa situación sea la misma para los músicos autogestionados», observa Fauszleger. «Aclaro que, aunque no tengamos aún la costumbre, estoy de acuerdo en que se pague por la música, sobre todo si esa paga le llega lo más directamente posible al autor, al compositor y al intérprete».
Por su parte, Sad sostiene que «los discos, descompuestos en sus partes elementales, sus canciones, privadas de la información visual de sus tapas, escuchadas en condiciones paupérrimas, a través de parlantes de mala calidad como los de un celular abierto en el medio de un ruido tremendo en el tren o en una PC, y cambiada su estructura de frecuencias por el formato MP3, han sido objeto y son objeto de un acto de piratería perpetrado por la sociedad en su conjunto». A modo de conclusión, afirma: «La violación de los derechos de copyright es el efecto mas banal, obvio y menos preocupante, porque lo que subyace a la piratería es una degradación masiva del ritual de la escucha».
«Sé de varios músicos que, gracias a que su música se esparció libremente mediante la Web y los MP3, trascendieron fronteras y lograron notas, shows y hasta giras fuera de su lugar de origen», comenta Fauszleger. «Entonces hablemos de beneficios para el artista, después veamos con qué se quedan los intermediarios y recién ahí hablemos de piratería».
—Mariano Ugarte