22 de mayo de 2023
Según el mataburros –mediatizado por Google– la primera acepción de la palabra «inteligencia» es «Capacidad de entender o comprender» y la segunda: «Capacidad de resolver problemas». Si uno ve cómo anda el mundo hoy, con guerras, crisis económicas, cambios climáticos y alguna que otra cosa, veremos que la «inteligencia», no es lo que mejor nos funciona a los humanos.
Sin embargo, pese a que la inteligencia no abunda, nosotros inventamos varias: los servicios de inteligencia, que deberían llamarse servicios de espionajes y otras maldades, la inteligencia emocional que es la que hace que vivamos a los saltos de equivocación en equivocación, la inteligencia lógica-matemática que sirve para ver cómo llegamos a fin de mes y mientras tanto hacer sudokus… y varias otras más. Pero no conforme con tantas inteligencias puestas al servicio de la ignorancia y de la ineptitud universal, hemos inventado otra más: La Inteligencia Artificial, comprimida –como todo hoy– en la sigla IA.
La IA es la capacidad que tiene un engendro tecnológico construido y entrenado para reproducir ciertas características del razonamiento humano. Lo que lo diferencia de esos robotitos detestables que nos indican «si le duele la barriga digite uno, si le duele el píloro digite dos» para finalmente no solucionarnos nada, es que los de la IA no tienen un programador atrás, sino que ellos, gracias a sus sofisticados algoritmos, aprenden por sí mismos. Aprenden, entienden lo que decimos, contestan, se corrigen, etcétera. Es más, los que escriben respetando todas las reglas gramaticales del idioma que estén usando –porque «hablan» varios idiomas– pueden escribir un poema al estilo Neruda o redactar un ensayo como lo haría León Rozitchner… ¡en tres segundos! Y si es de los que usan voz, pueden componer un tango y cantarlo con la voz de Gardel y vos pensás que descubrieron un incunable.
Si ya hoy, en los medios y las redes, es difícil saber cuándo algo es verdad o te la venden cambiada, con la IA va a ser imposible. La IA puede, como mínimo, ser una fábrica de fake news. Tengamos en cuenta que nosotros somos analógicos y estos ciborg son digitales, no éticos, y si caen en manos inescrupulosas, sea para hacer negocios o para conquistar países… agarrate Catalina.
Por eso algunos lo quieren frenar, entre ellos Geoffrey Hinton, de Google, uno de los creadores del adefesio. Pero como atrás hay muchos intereses, difícil que el chancho chifle… salvo que veamos a un chancho chiflando creado por la propia IA.
Estimo que inventamos un Frankenstein, pero no en la pantalla, sino en la vida real. Si es que a esto se le puede llamar vida real.