9 de junio de 2023
Los choques entre Horacio Rodríguez Larreta y Maurico Macri parecen haber llegado a un punto sin retorno. Nuevos y viejos motivos de un conflicto con final incierto.
Otros tiempos. Sonrisas tras un almuerzo de los líderes del PRO en mayo de 2022.
Foto: Twitter @fangelini
Decir que la interna en el principal espacio opositor cruje es quedarse corto. Los choques, cada vez mayores, entre Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri entraron en una zona de aspereza de difícil retorno, aunque es cierto que en la política vernácula las cercanías y las enemistades suelen ser muy lábiles. Pero la noticia, a pocos días del cierre de los plazos para inscribir las alianzas electorales, es que en Juntos por el Cambio no están tan juntos y entre los dardos que se arrojan desde uno de los sectores en pugna, el término «cambio» es precisamente al que apelan desde el entorno del expresidente contra el alcalde porteño. Ahora el enfrentamiento tiene acento cordobés: la invitación al gobernador Juan Schiaretti fue la última –por reciente– jugada de Horacio Rodríguez Larreta en su carrera por un lugar en el podio que disputa con la exministra de Seguridad Patricia Bullrich.
Para ir despejando la maleza: el entuerto se venía cocinando a fuego lento desde que Mauricio Macri decidió bajarse de la posibilidad de un segundo tiempo en la Casa Rosada, pero sin renunciar a ser el gran elector dentro del PRO, el partido que fundó allá por 2005. Así fue que eligió a su primo, el intendente del municipio bonaerense de Vicente López, primero como ministro de Gobierno en CABA y luego para ungirlo como candidato a suceder a Larreta en la ciudad.
Rodriguez Larreta apuesta a otro modo de construcción a nivel nacional y abrió la cancha para la participación en una PASO local a Martin Lousteau, del aliado más importante de JxC, el radicalismo. No solo eso, reflotó las «elecciones concurrentes», un desdoblamiento al que había recurrido Macri en 2015, pero que ahora irrita, no tanto porque haga mella en las posibilidades de la «alfila» del exmandatario, sino porque fue el primer aviso de que Horacio se quería independizar de la tutela macrista.
En alguna medida, en esa decisión podría adivinarse el deseo de romper con un tutor que no quería apostar por él para la presidencial. Pero seguramente influyó mucho más la necesidad de mostrar que no era el personaje timorato que pinta Bullrich al ponerse en ese rol de dura e implacable que tanto le gusta y que cree que más le aporta a su imagen. Tanto ella como Macri sostienen que en esta segunda oportunidad que avizoran para gobernar hay que «ir a fondo y más rápido» en las estructuras económicas y políticas del país, según el diseño que Macri planteó en el segundo libro de su autoría.
Rodríguez Larreta, por su parte, pretende mostrarse como «el policía bueno» de una serie televisiva. Quiere lo mismo, pero sin gritos ni amenazas ostensibles. Por eso intenta construir alianzas con la UCR y el arco del centro que le permita llegar a consensos del 70% del electorado, como suele repetir. Sin acuerdos con el kirchnerismo.
Para esa arquitectura electoral es natural que se acerque a radicales disgustados por el papel de simple partenaires que jugaron entre 2015 y 2019. En ese salto resulta esencial el apoyo de uno de los más críticos de ese período, el gobernador jujeño Gerardo Morales. La apuesta por Schiaretti es más audaz, pero va en la misma senda.
Por eso chocan los planetas. En Córdoba, Luis Juez logró, luego de agrias negociaciones, calmar las aguas provinciales y se presenta como aspirante a la gobernación por JxC con Marcos Carasso, de la UCR, como compañero de fórmula, y el diputado nacional Rodrigo de Loredo como candidato a la intendencia de Córdoba Capital.
Viejas rencillas
Las diferencias de Juez con el peronismo provincial tienen dos décadas. El exultante exintendente de la ciudad de Córdoba había sido fiscal anticorrupción en la provincia y fue destituido por el Gobierno de José Manuel de la Sota –el inventor del peronismo cordobés– en 2002 cuando investigaba presuntos hechos de corrupción. En 2007 Juez tuvo su primer round contra Schiaretti y perdió por apenas un punto (36,04% ante 37,17% del actual mandatario). Esa vez denunció fraude y le pidió al presidente Néstor Kirchner que ordenara recontar los votos, sin éxito. Si hasta entonces habían sido aliados, desde ese día es enemigo declarado del kirchnerismo.
Esta decisión sorpresiva de Larreta descoloca a Luis Juez tanto como a Macri y Bullrich, por más que en 2019 el entonces presidente lo haya llamado para ofrecerle la candidatura a la vicepresidencia, que luego fue para Miguel Ángel Pichetto. Macri se mostró desde Córdoba muy mordaz contra su exdelfín.
«Estamos poniendo en riesgo todo y no se sabe para qué, por especulaciones electorales. Acá no hay que especular, la Argentina necesita convicción en serio con el cambio, con el para qué vamos al poder», dijo. «Cómo vamos a acordar con el PJ cordobés si han apoyado casi todas las leyes destructivas», agregó. «No entiendo las decisiones que viene tomando (el alcalde porteño). Debemos tener un compromiso con el cambio y que sea profundo, rápido y mantener el coraje para llevarlo a cabo. Si no, no tiene sentido volver al poder», abundó, tras cuestionar que el anuncio fue hecho cuando faltan ocho días para el cierre de las alianzas.
Rugby o fútbol
Patricia Bullrich no estuvo tibia tampoco. «¿Querés llevarte la pelota porque pensás que no ganás la elección? No vale», dijo, para concluir: «La ruptura depende nada más que de Larreta; Larreta sabe que tiene que ir a la cancha y no inventar meter a Schiaretti. Jugá limpio, con las cartas limpias, no vale tratar de jugar al rugby si es fútbol».
Mientras tanto, Horacio Rodríguez Larreta consiguió el apoyo de Morales, de Miguel Ángel Pichetto, de Elisa Carrió y espera juntar a Margarita Stolbizer. Y en un encuentro por zoom del PRO que duró apenas ocho minutos selló oficialmente el ingreso del ultraliberal Luis Espert.
Lo que ocurrirá de aquí en más es incierto. Mucho se amenaza con rupturas que todos saben que beneficiarían al oficialismo y llevarían votos a Javier Milei. Algunos radicales le dieron vuelta estos días a una frase de Leandro Alem, «que se doble pero no se rompa», y recuerdan que la coalición con Macri en 2015 ya era una apuesta disruptiva con el pasado del más que centenario partido.
Por lo pronto, los cruces entre Carrió y Macri son antológicos. «Su lado oscuro está jugando para que pierda JxC», lanzó, tras considerar que Bullrich es «la Chirolita de Macri». Desde Córdoba, el expresidente de Boca Juniors respondió: «Soy Batman».