2025, año de las cooperativas | EDITORIALES COOPERATIVAS

Otra forma de hacer libros

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Jésica Farías

Dan oportunidades a escritores emergentes, tocan temas que el sistema deja afuera y producen con los valores del asociativismo. Democratización de la lectura en tiempos que debilitan la cultura.

Madreselva. La editorial prioriza autoras locales y trabaja en conjunto con otras entidades de la economía social.

El sector editorial cooperativo es fundamental para la producción de libros. Da oportunidades a escritoras y escritores emergentes; se centra en temáticas que, muchas veces, el sistema deja afuera; produce y comercializa con los valores del asociativismo. Un ecosistema que abona la democratización de la lectura en tiempos que oprimen y debilitan la cultura.

«Más allá de la situación económica general de pérdida del poder adquisitivo, las pocas medidas que hay hacia el sector son destructivas. Por ejemplo, la intención de derogar la Ley de Defensa de la Actividad Librera, que legisla sobre el precio único de los libros para evitar prácticas maliciosas, y la suspensión de las compras masivas de libros, que no solo eran una gran ayuda para las editoriales, sino que permitían el acceso a los libros a una gran cantidad de lectores que por motivos sociales o geográficos tenían casi vedada esa posibilidad. Pensemos que, además de los precios de los libros, la gran concentración de la industria en la zona del AMBA hace que la distribución en zonas alejadas del centro sea muy dificultosa», expone Javier Marín, secretario de Ediciones del CCC, una editorial independiente impulsada por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Sus libros son producto de investigaciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y espacios afines. 

«Me interesa destacar el derecho al libro que tienen todos los lectores reales o potenciales», agrega Marín. Y es cierto, porque ¿quiénes pueden acceder a los libros en nuestro país? A los recortes del Gobierno nacional se suma una reciente medida que hace tambalear a las bibliotecas populares y, con ello, también a quienes escriben, hacen y venden libros, y a quienes los leen: el decreto 345/2025 degrada la Conabip –Comisión Nacional de Bibliotecas Populares– a una dirección nacional, lo que le hace perder su autonomía y formar parte de la Secretaría de Cultura. De este modo, habrá menor representación federal, falta de financiamiento y despidos en ese organismo que desde 1870 enriquece la vida cultural y social del país.

«La Conabip no es una oficina, es una red viva que sostiene miles de bibliotecas populares. Lugares de encuentro, de educación, de memoria y de organización. Defenderla es defender el derecho a la palabra y a la cultura para todas, todos y todes», señalan al respecto desde Editorial Chirimbote, que en 2025 cumple su primera década. Sus integrantes coinciden con Marín: «Cuando se achica el Estado, se apagan voces, se cierran libros, se debilita la cultura». 

Chirimbote nació de la mano de la serie «Antiprincesas», luego se sumaron los «Antihéroes». Esas dos colecciones se multiplicaron y actualmente cuenta con un catálogo de más de 100 títulos para infancias, adolescencias, juventudes y adulteces. «Hace 10 años empezamos un proyecto que, en principio, creíamos que iba a ser muy pequeño. Lo iniciamos Nadia Fink, escritora y presidenta; Martín Azcurra, diseñador; y yo. En ese entonces notamos que algo faltaba en lo que tenía que ver con literatura infantil y diversidades. Fue algo muy pequeño, pero fue creciendo y ahí empezamos a pensar en armar nuestra cooperativa apenas unos meses después del primer libro –Frida Kahlo para chicas y chicos–. Después se fueron sumando otras compañeras y compañeros. Y seguimos contando las historias que queríamos contar, pero también leer», rememora Pitu Saá, ilustrador de la editorial y tesorero. El colectivo autogestivo promueve prácticas de comercialización justas y respetuosas, con porcentajes mucho más beneficiosos para quienes venden sus libros, algo que no suele pasar en el mercado del libro. 

«Elegimos el cooperativismo porque era lo más justo a lo que podíamos aspirar, pero también porque empezamos creando, y lo seguimos haciendo, contenidos para las niñeces desde otros puntos de vista, rompiendo estructuras y, entonces, este formato es consecuente. También porque permite modos justos y respetuosos de trabajo, de distribución y de comercialización, otro acercamiento a nuestras lectoras y lectores, otra forma de relacionarnos y tomar decisiones entre asociadas y asociados», suma Fink. 

Chirimbote. Nació con «Antiprincesas» y hoy tiene más de 100 títulos para todas las edades.


Una trama virtuosa
Las editoriales cooperativas enredan a autoras, autores, editoras, editores, artistas, ilustradoras e ilustradores, también a quienes traducen; a librerías y distribuidoras; a imprentas, que muchas veces también están en el marco de la Economía Social; y, por supuesto, a las lectoras y lectores. «Creemos que los libros son una construcción colectiva y con nuestro trabajo buscamos alentar su circulación como bienes comunes. Por eso seguimos editando en papel, para que el cuerpo del texto y el cuerpo del lector se encuentren, para que lxs lectores nos encontremos, porque confiamos en ese vínculo», alientan desde Madreselva, una editorial cooperativa que prioriza autoras locales y la producción situada. 

«Elegimos este formato en un momento en que estábamos creciendo o necesitando que las personas que venían colaborando con nosotros lo hicieran de manera más activa. No queríamos tener empleados, entonces el paso que dimos fue el de poner en común el capital de la editorial, que eran los libros, y armamos la cooperativa intentando socializar los procesos», resume Leonardo Rodríguez. Publicaron su primer libro –Resistencia libertaria– en 2007. Lo presentaron en el Hotel Bauen, recuperado, por aquel entonces, por sus trabajadoras y trabajadoras.

Por su parte, Manuel Azurmendi, de la cooperativa El Zócalo, revive: «Cuando nos formamos, éramos cuatro y ya pensamos en autogestionar entre los trabajadores. En ese momento no sabíamos cuál era la figura legal que más nos iba a servir, pero enseguida nos dimos cuenta de que esa figura legal era lo más cercano a esa horizontalidad que queríamos. Cuando pudimos sumar a tres compañeros más y ser siete, fuimos por la cooperativa. Fue una elección». Con más de 20 años de historia, cuentan también con el sello Publiquemos, desde donde editan, imprimen y cuidan cada detalle de los libros que hacen. «Nos caracterizamos por acompañar a cada autora y autor en este proceso para que pueda obtener el libro con el cual sueña». Y tienen una librería: se llama Libremos, ubicada en Santiago del Estero 995, en la Ciudad de Buenos Aires, un lugar que, dicen «abre universos».

Ediciones del CCC. Sus libros son producto de investigaciones del Centro Cultural de la Cooperación y espacios afines.


Nadie se salva solo
El Zócalo tuvo presencia en la Feria del Libro 2025, que culminó a mediados de mayo, de la mano de otra cooperativa. «Nos invitó Tinta Limón –que se formó en 2004 y cuenta con más de 150 publicaciones– a su stand, y la experiencia fue muy enriquecedora. Ahí presentamos Subjetividad argentina, que es el tercer libro del psicólogo Fernando Fabris publicado por El Zócalo; invitamos a las y los trabajadores de Gráfica Morvillo –que en febrero cerró sus puertas dejando en la calle a más de 200 trabajadoras y trabajadores– para visibilizar su lucha; e hicimos actividades del sello Publiquemos». De igual modo, Chirimbote dijo presente y volvió con Infancias Libres, un stand compartido con Librería de Mujeres y Oasis, cuentos para niños. Madreselva y Ediciones del CCC también fueron parte del evento que este año tuvo su edición número 49. Y hubo muchísimas más: Typeo, colectivo que agrupa editoriales distintas cooperativas y editoriales; La Libre, que también tiene librería; Hotel de las Ideas, dedicada a la historieta y novela gráfica; entre otras. 

«El primer aspecto positivo es que el público sigue respondiendo –dice Javier Marin sobre la Feria–. Esto es un primer aliento, ya que el esfuerzo de sostener la participación es bastante intenso. En cuanto a número de ventas, los balances generales dicen que hubo una leve recuperación con respecto a la cifra catastrófica del año pasado, aunque se había bajado tanto con respecto a 2023 que parece poco». En cambio, Rodríguez apunta que «en volumen de ventas fue igual que el año pasado, al que consideramos un mal año. Que sea igual no sé si es bueno o es malo, teníamos una expectativa de que fuera mejor, de modo que no sea peor, es una manera de consolarse. Sí notamos que a la Feria, de algún modo, le faltarían algunas muestras de adaptación a los nuevos tiempos. Como tiene un formato de varios años, no es muy veloz para incorporar novedades y producir anticuerpos para lo que puede amenazar la lectura, la circulación de libros». Frente a los altos costos y los recortes del Gobierno nacional –que no apoya desde 2024–, se sobrecarga a expositoras y expositores. 

Seguir apostando al papel es una aventura, no solo por los costos, sino también porque las pantallas cada vez se prenden más y por largo tiempo. Por eso muchísimas editoriales producen así, desde el asociativismo, para que nadie se quede afuera: ni quien escribe, ni quien edita, ni quien vende ni quien lee. Porque hay muchas historias por contar. Por eso crean nuevos mundos, dentro y fuera de los libros. 

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