5 de diciembre de 2024
En la Unidad Penitenciaria de Batán funciona un taller de carpintería que, con el cooperativismo como bandera, apuesta a la reinserción. «Mientras trabajo acá no estoy preso», dice uno de sus asociados.
Manos ocupadas. En el taller de Oktupak se fabrican muebles y objetos para vender al exterior y también para equipar el penal.
Foto: Diego Izquierdo
«Hoy cuando me desperté y vi que estaba lloviendo no tenía ganas de venir, pero me levanté y vine igual». La confesión de L. puede ser la de cualquier trabajador que quiere quedarse durmiendo una mañana lluviosa de invierno. Pero no es cualquier trabajador: es un interno de la Unidad Penitenciaria 15 de Batán, en la periferia de Mar del Plata, integrante de la Cooperativa Oktupak que funciona dentro de la cárcel y emplea a un grupo de presos.
Más allá del servicio de carpintería que ofrece Oktupak, el objetivo del proyecto es precisamente el que expresa L.: que los presos experimenten las sensaciones diarias del trabajo. Las reconfortantes, como la de aprender un oficio y recibir una contraprestación; y las que resultan más desafiantes, como superar la fiaca en una jornada de lluvia.
«La cooperativa representa una cultura de laburo», sintetiza Juan Manuel Aiello, presidente de la entidad y responsable del proyecto. Ese clima es el que se respira en el taller que funciona dentro del Penal. Ruido de máquinas, quejas por una bombilla de mate que no está en condiciones, cargadas y tensión por un partido de rugby que en pocos días enfrentará a algunos compañeros de trabajo, experimentados que lideran y novatos que aprenden con atención. Un día más en el trabajo.
Todo empezó con el rugby
El rugby fue, justamente, parte importante de la historia de Oktupak. Aiello conoció la vida interna del Penal como entrenador en un programa de promoción del deporte entre los reclusos. Con el tiempo el proyecto se asentó y derivó en nuevos objetivos: alfabetización, estudios secundarios y universitarios, capacitaciones de oficios. Faltaba un espacio que diera la oportunidad a los presos de convertirse en trabajadores. «Algo que les permitiera empezar a rehacer su vida desde antes de quedar en libertad», describe Aiello.
«No estamos acá por santos, muchos de nosotros nunca habíamos laburado antes, pero de a poco fuimos conociendo nuestras capacidades y aprendimos un montón», cuenta C., uno de los integrantes de Oktupak desde su formalización hace dos años. M., uno de los más nuevos, refleja lo mismo a través de su experiencia personal: «Cuando vine no sabía cómo poner un tornillo en una pared y hoy sé hacer percheros, manejo máquinas, hice cursos de soldador. Todo me va a servir para el día de mañana».
La elección del cooperativismo no es casual. «Existen otras posibilidades de trabajo dentro de las cárceles a través de empresas privadas, pero funcionan con condiciones laborales particulares que no representan el espíritu de justicia y dignidad que necesitan estas personas para tener chances de un camino diferente», responde Aiello. El Oficial Cristian Ludueña, Coordinador de Formación Laboral de la Unidad Penitenciaria, también destaca al cooperativismo como herramienta de reinserción: «Si bien hay empresas que trabajan dentro de la Unidad desde hace muchos años, en una cooperativa los presos encuentran otro tipo de vínculo y compañerismo».
Lugar de encuentro. Rehacer la vida de los presos antes de salir en libertad es uno de los objetivos de la cooperativa.
Foto: Diego Izquierdo
Herramienta para el futuro
«Me sirve para capacitarme para el día de mañana y para mantenerme activo acá adentro». Para B., el trabajo en la cooperativa es una herramienta para su futuro, pero también un activo para sobrellevar la vida intramuros. «Este es mi momento en el que yo no estoy preso, acá estoy laburando con mis amigos», agrega M.
Más allá de las jornadas dentro del taller, la carpintería representa una ventaja de confort que comparten los trabajadores de Oktupak junto a otros presos con los que conviven en el mismo pabellón. Desde colocar algunas tablas para acondicionar las camas hasta arreglar los juegos del patio en el que reciben sus visitas semanales, todos se preocupan por habitar un lugar mejor. «Tratamos de que se parezca a una casa. Tenemos inodoros, conseguimos cerámicos para la ducha… Y yo tengo una mesa de luz que debe ser la única de toda la Unidad, la aprendí a hacer acá», relata D. con orgullo.
El Oficial Ludueña, por su parte, cuenta que «la cárcel está pensada para unos 750, 800 internos y actualmente hay más de 1.500», y que en ese contexto de sobrepoblación carcelaria los logros de los trabajadores de Oktupak, según el funcionario, son una inspiración para el resto: «Se nota mucho la diferencia con otros pabellones, que ellos logren mejores condiciones hace que el resto aspire a llegar a este módulo», sostiene.
Los primeros clientes de Oktupak fueron la Universidad de Mar del Plata, el municipio de General Pueyrredón, clubes marplatenses y un puñado de privados interiorizados en el proyecto. En paralelo, el taller se fortaleció a través de convenios con empresas como Lusqtoff, que aportaron maquinarias, y con el Sindicato de Madereros que capacitó a los presos para usar esos insumos.
En los últimos meses la cooperativa padece los efectos de una recesión económica que traspasa los muros de la cárcel. Aiello se mantiene optimista: «Estoy conforme porque llegamos a un punto en el que estamos preparados para asumir responsabilidades laborales. Es como en cualquier actividad industrial: cuando tengamos continuidad y crecimiento vamos a tener más réditos económicos y eso va a impulsar el proyecto».
Por eso, a la par de cumplir con un puñado de encargos, en el taller aprovechan el tiempo para aumentar el stock de sillas, bancos, percheros y otros bienes que esperan pacientes una época de mayor consumo. Ellos poco pueden hacer para modificar las condiciones de demanda de carpintería del mundo exterior. Pero sí pueden hacer mucho para mejorar su vida en el Penal y prepararse para el día en que finalicen su condena. Y lo hacen a través del cooperativismo.