Cooperativismo | AROMÁTICAS ALTO VALLE

Cultivar la autogestión

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Ariana Sacroisky

Con 25 años de historia, la entidad rionegrina es una de las empresas sociales más destacadas de su región. A las plantas se sumó el destilado de aceites esenciales.

Fenández Oro. El galpón donde se procesa romero, salvia, lavanda, menta y plantas medicinales, entre muchas otras.

Foto: Gentileza Cooperativa aromática Alto Valle

Como en tantas otras experiencias del sector, el impulso inicial de la cooperativa Aromáticas Alto Valle estuvo dado por una capacitación brindada por el Estado. Se trató de una capacitación dada en el año 2003 por el Gobierno de la provincia de Río Negro para la producción agroecológica de plantas aromáticas en la zona del Alto Valle. Estas capacitaciones buscaban brindar alternativas a los habitantes que dependían del circuito de producción de las peras y las manzanas, cultivos tradicionales de la región que habían comenzado a ser monopolizados por grandes empresas. 

Las características del Alto Valle se derivan de una gran obra de irrigación realizada en 1912 en el marco del modelo agroexportador. «Es una obra “para siempre” de aproximadamente 100 kilómetros de extensión», explica Carlos Irasola, referente cooperativista de la Patagonia. Y sigue: «Desde entonces se fue conformando una estructura productiva diversa. Había trabajo en galpones de acopio y empaque, forestación, carpinteros que fabricaban cajones para frutas: una cadena que abastecía al mercado interno, exportaba y se proveía localmente. Desde los años noventa, con grandes inversiones, los monopolios fueron acaparando el circuito de las peras y manzanas orientándose eminentemente a la exportación. Las pequeñas producciones fueron quedando afuera».

Ante esta concentración se comenzaron a desarrollar producciones alternativas, entre las que se encuentran las plantas aromáticas. Aromáticas Alto Valle fue pionera en la producción comercial de hierbas en la región. María Laura Berzins, asesora técnica y asociada fundadora, contó que el grupo inicial viajó en los inicios a Mendoza y San Juan para investigar sobre las que serían sus primeras variedades comerciales, y sobre las maquinarias necesarias (ya que a poco de andar se dieron cuenta de que el despalillado a mano resultaría inviable). 

«Comenzamos con el orégano, que es la aromática más difundida. Al principio pensábamos que venderíamos a granel. Luego reconocimos que, como nuestra producción es más artesanal que la de otras regiones, nos resultaba mejor fraccionar», cuenta María Laura. Liliana Kachinsky, otra de las asociadas, relata su historia: «Yo fui bancaria muchos años. Cuando conocí el mundo de las plantas, me enamoré. En aquel entonces no tenía tierras: producía en el patio de mi casa. María Laura me enseñó a hacer plantines: buscábamos esquejes de lavanda y orégano». Jimena Navamuel, también asociada, recuerda: «Con el tiempo ganamos resiliencia ante las adversidades. Y la responsabilidad social fue siempre central para la cooperativa, con prácticas amigables con el medio ambiente. Y nuestra sala es un espacio abierto para que la comunidad aprenda».

Equipo. «El trabajo colectivo nos potencia», dicen las asociadas y asociados de la entidad.

Foto: Gentileza Cooperativa aromática Alto Valle

Florecer juntos
Con el tiempo, la cooperativa fue desarrollando equipamiento propio y adquiriendo aquel especializado. Son maquinarias que aún hoy no existen en la zona, motivo por el cual, además del trabajo de las personas asociadas y sus familias, Aromáticas Alto Valle presta servicios a otras personas dedicadas a la producción de aromáticas en la región que procesan en su sala. También fueron incorporando hierbas: romero, salvia, lavanda, menta y plantas medicinales, entre muchas otras. Además, la cooperativa destila aceites esenciales y obtiene hidrolatos (aguas perfumadas).

Se fue profundizando también el trabajo con los municipios de Cipolletti y Fernández Oro (donde se encuentra la sala de procesados), el INTI, el INTA y los Gobiernos provincial y nacional. «El apoyo fue muy importante», cuenta María Laura. En 2009, con financiamiento del Gobierno nacional, el municipio de Fernández Oro adquirió una chacra en la que instaló galpones para el procesamiento de productos agropecuarios que utiliza Aromáticas Alto Valle junto con otras cooperativas, dando vida al Complejo Agroindustrial de Fernández Oro.

La pandemia de coronavirus obligó a una reconversión rápida: la cooperativa comenzó a comercializar en todo el país de modo virtual, lo cual implicó un gran desafío para las personas mayores asociadas. «Pasamos en pocos años del “boca a boca”y “puerta a puerta”, con nuestra sala como punto de venta, a abrirnos al mundo a través de internet», recuerda María Laura. Incluso abrieron una academia virtual. Y concluye: «El gran aprendizaje de nuestra experiencia es la necesidad de transformarnos permanentemente para subsistir. Si nos hubiéramos quedado con el cultivo de orégano y la venta a granel, no estaríamos aquí. Fuimos capaces de evolucionar. El trabajo colectivo nos potencia, como individuos, como colectivo y como sociedad».

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