15 de octubre de 2022
Certeros, críticos y a la vez esperanzadores, los discursos fueron una marca registrada en la fecunda trayectoria del dirigente.
«El avance hacia la concreción de la utopía requiere muchas batallas, pero sin duda, la primera es la batalla cultural». Mediaban los años 90 y el neoliberalismo amenazaba con el triunfo del pensamiento único y el fin de la historia. Mientras ponía manos a la obra para concretar el Centro Cultural de la Cooperación que hoy lleva su nombre, Floreal Gorini dejaba en claro cuál sería el norte del imponente proyecto que se materializaría algunos años después. Esas palabras dejarían una huella indeleble en su trayectoria como dirigente.
Orador destacado, Gorini marcó en sus discursos, críticos y, a la vez, esperanzadores, el pulso del movimiento cooperativo con vocación transformadora. «Sin solidaridad no hay futuro», expresaba en otro discurso memorable quien estaba convencido de que el pueblo debe buscar la solución a sus problemas a través de la participación. «El pueblo no puede ser espectador de la vida. No puede ir del trabajo a casa y con eso estar cumplido, no puede ver pasar la vida a través de la pantalla del televisor. Tiene que ir a la plaza, al comité político, a la cooperativa. Tiene que ocupar un lugar activo en la sociedad», señalaba.
En los inicios de la década de 1990, Gorini ya vislumbraba lo que luego sería una constante en ese período signado por el neoliberalismo: el discurso único, que buscaba neutralizar a quienes pugnaban por un cambio social. El 5 de julio de 1991, en ocasión del Día Internacional de las Cooperativa, remarcaba la importancia de luchar por «una economía solidaria y no de competencia, que no genera una relación de explotadores y explotados que degrada a ambos». Y dejaba otra de sus frases memorables: «Quienes creemos en el hombre nuevo, en la sociedad justa y libre; quienes creemos en la dignidad del hombre, debemos continuar nuestra lucha, porque la lucha es el precio de la dignidad».
El 27 de noviembre de 1995, en ocasión de la celebración de su incorporación a la Cámara de Diputados de la Nación, el dirigente expresaba: «Si logramos neutralizar el mensaje del individualismo y el egoísmo, si logramos que nuestro mensaje sea comprendido por la sociedad, especialmente por su sector popular, veremos que la utopía se hace realidad y entonces sí la Argentina será el país de los hombres libres, dignos y honestos».
En el 79º día de la Cooperación, en julio de 2001, en un contexto marcado por la eclosión del modelo económico impuesto en los años 90, Gorini dejaba en claro nuevamente cuál era la mirada del movimiento nucleado en el IMFC: «Nuestra propuesta como cooperadores se basa en un cambio del modelo económico y social para terminar con el individualismo, el egoísmo y la desigualdad vigente; para terminar con la explotación desmedida de los recursos humanos y naturales e instalar una sociedad que se apoye en los principios de la solidaridad, la justicia social, la democracia participativa y que reemplace el concepto de “mercado” por el de “sociedad“».
El 22 de noviembre de 2002, día de inauguración de la sede del CCC en el edificio emblemático de la Avenida Corrientes 1543, Floreal dejaría más palabras imborrables: «Otro mundo es posible. Debemos hacerlo entre todos, y es imprescindible comenzarlo ya».
El 29 de julio de 2004 daba el que sería su último discurso. «En el cooperativismo hay hombres de coraje y voluntad transformadora, al igual que en otros movimientos sociales, imbuidos del ideal de un mundo mejor, y luchan por su concreción. En esa lucha se nos va la vida, pero es una linda forma de vivir, con amor y dignidad», decía casi premonitoriamente. Fue, precisamente, la lucha por un mundo mejor lo que expresó no solo con palabras sino lo que llevó a cabo en la práctica como dirigente.
1 comentario
Los comentarios están cerrados.